La comodidad: causa de la carencia

La belleza que nos regala la naturaleza y el espanto en el que nosotros la convertimos.
(Foto: Google)

Por: Taiyania K. Rosado Pagán (taiyania.rosado@upr.edu)

 La naturaleza es tan pronosticable como su nombre mismo. No nos deben asombrar sus desastres o sus arrebatos, pues esa es su esencia: crear para destruir, destruir para volver a crear. Pero, qué tan fuerte destruye depende de que tan bien o mal la tratemos.

El azote del huracán María le dejó a nuestra isla grandes pérdidas y eso todos lo sabemos. Afectó la economía ya quebrantada y los servicios de energía eléctrica y agua potable, ya igual de agujerados que nuestras carreteras.

El calentamiento global, ocasionado por la humanidad misma, es un factor clave en la formación de los huracanes. Puede aumentar su probabilidad, tanto así que las estadísticas señalan que hoy se forman el doble de fenómenos que en el siglo pasado. A causa del calentamiento, las aguas del Caribe se encuentran en temperaturas extremadamente altas, lo que provoca la intensificación de los huracanes. Los factores que ocasionan el calentamiento global en gran parte derivan del sobre uso que empleamos en nuestra cotidianidad para realizar nuestra comodidad y de ello mucho se ha hablado.

La gran interrogante es: ¿habrá sido un escarmiento el paso del huracán y sus estragos para las personas que abusan consciente e inconscientemente de los regalos que nos da la naturaleza? Está claro que la formación de huracanes en el Caribe es algo inevitable científicamente hablando, aunque sin duda alguna, es responsabilidad nuestra cuidar el medio ambiente en el que vivimos para evitar este tipo de desastres.

Al día siguiente del azote de María, los comercios y las grandes cadenas estaban abarrotadas y la gran orden del día, más que los alimentos, fueron las plantas eléctricas. Algunas personas buscaban con desespero los generadores porque era realmente necesario para su salud o la de algún familiar, pero hubo quienes los buscaban, solo para poder enchufar sus televisores, neveras, abanicos y lograr un estado de comodidad.

No es de nuestro desconocimiento que por alimentarse con gasolina o diésel, a las plantas eléctricas les es necesario expulsar gases al aire que llegan a la atmósfera y la deterioran. Aparte mencionar el daño a la salud por la contaminación que producen y el malestar. Al parecer esa no es una razón suficiente para no usarlos. Incluso, en un artículo publicado hace unas semanas, The New York Times señala a Puerto Rico como la “Isla del Generador”.

Las plantas eléctricas son volátiles a explosiones o fuegos, y ha sido el caso estadísticamente hablando que a poco más de un mes de María, se han reportado 12 incendios de alta magnitud alrededor de la isla a causa de su uso indebido. No es un secreto que estos incendios afectan al medio ambiente que nos rodea y alimentan al calentamiento global.

En un hospital o una residencia donde está en juego una vida un generador es necesario. Para una persona sana el uso de las plantas eléctricas no es necesario, sino un lujo y a largo plazo más que un bien, hace un mal. La naturaleza nos pasa factura por nuestra comodidad que le cuesta a ella. Como dijo el escritor Horace Annesley Vachell “En la naturaleza no hay recompensas o castigos; hay consecuencias.”

 

Author: Taiyania Rosado

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