Nada la detiene, ni María

Por: Kathya S. Cabán Acevedo (kathya.caban1@upr.edu)

La Avenida Estación en Isabela se pregna del delicioso olor a comida criolla proveniente de los fogones de Nixa González. La mujer de 25 años comienza a laborar en su guagüita azul todos los fines de semana, a las seis de la mañana, preparando lo que será el almuerzo para decenas de isabelinos y personas de pueblos limítrofes. El menú por excelencia es arroz con gandules, lechón asado, viandas y morcilla.

A pesar de haber perdido su lugar de trabajo Nixa continúa luchando por salir adelante.

La lechonera La Estación fue establecida por don Ónix González, padre de Nixa, hace más de 20 años. La joven graduada de Artes Culinarias en la Escuela Hotelera Recinto de Mayagüez, incursiona en este negocio debido a su pasión por la cocina, la cual heredó de su progenitor. De niña recuerdo a papi bregando con los animales. Teníamos una finca donde criábamos cerdos, pollos y pavos. Mi padre los cocinaba para la venta, aunque también los vendía vivos. Estuve expuesta a todo este mundo de la crianza y venta de cerdos. Fue algo bueno porque nos enseñó la importancia del trabajo”, asegura.

Uno de los momentos difíciles que tuvo que enfrentar recientemente fue ver cómo el negocio que con tanto esfuerzo echaron hacia adelante quedó prácticamente destrozado hace poco más de dos meses. El pequeño local de madera no resistió el poderoso embate del huracán María, perdiendo así el techo y parte de la cocina, además de provocar daños a varias neveras y otro equipo electrodoméstico.

Al ver todo destruido me sentí triste, lloramos, fue difícil asimilarlo. Estaba desmotivada. Pensé que ya no iba a poder hacer lo que me gustaba. No iba a poder venderle comida a la gente y producir dinero, pero aquí seguimos en pie de lucha”.

La lechonera La Estación devastada tras el paso del huracán María. (Fotos suministradas)

Después del huracán pusimos un carretón que teníamos para tratar de volver a nuestra rutina. Al principio fue difícil. No disponíamos de bebidas, cubiertos, bolsas, lo único con lo que contábamos era los envases para servir la comida. El tema del agua también fue uno complicado, ya que había cargar con galones para cocinar y fregar. Es incómodo trabajar así por lo que estamos tratando de generar un poquito más de dinero para reconstruir el local”.

A pesar de las vicisitudes que enfrenta día a día tras el estrago que dejó María esta joven comerciante nunca se rindió y decidió reinventarse como tantos otros pequeños comerciantes que sufrieron pérdidas a causa del potente ciclón. Según comenta nunca le pasó por la mente abandonar el país. María nos dio duro, pero seguimos en pie. Para poder salir de esta situación tenemos que estar más unidos que nunca. Todos debemos poner nuestro granito de arena para ayudar a levantar a Puerto Rico. En mi caso, haciendo lo que más me gusta y mejor sé hacer, cocinar”.

Muestra de apoyo y solidaridad tras lo ocurrido por el huracán.
Kathya Cabán
Author: Kathya Cabán

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