La función de la ferretería

(Foto suministrada).

Suena la alarma. Son las cuatro y media de la mañana, de un viernes 13 de abril. Escucho la bocina del carro de mi hermana. Es tiempo de ir a la cita anual con el ortopeda. Mientras se conduce al hospital, recuerdo cómo supe que padecía de escoliosis, el temor, dolor y cómo se instalaron en mí la cantidad exacta de varillas y tornillos que cargo en la espalda.

I. Las varillas y los tornillos

Todos los pasillos son muy parecidos, es como estar en un laberinto infinito y blanco. Me detengo en cada intersección a pensar en qué dirección me llevará mi destino. Luego de elegir, camino muy de prisa, como si pudiese huir del frío, como si deseara avanzar a llegar, como si quisiera que ya esto terminara. Llegamos a la oficina, escribo mi nombre en la lista y me inunda el desespero. Necesito saber qué pasará luego de esta cita.

Ha llegado el turno. Entro a la oficina y después de saludarnos, el doctor revisa las últimas radiografías. Menciona que todo está en su lugar, es decir, que cada varilla y tornillo ha permanecido en su sitio.

Dos varillas han obligado a mi columna vertebral a enderezarse, mientras que ocho tornillos las refuerzan y sostienen. Son un equipo. Trabajan para que mi tronco no caiga sobre otro órgano ni incline todo mi cuerpo hacia un solo lado, para que tenga una espalda »normal». Espero que no fallen, que permanezcan ahí, firme en su propósito.

Mientras en Puerto Rico las ferreterías se abarrotaban de personas en busca de materiales para reconstruir sus casas y negocios luego del Huracán María,  la ferretería más cercana estaba dentro de mí, sin embargo, clausurada.

La ferretería más cercana está dentro de mí. (GIF suministrado).

Luego de que el especialista observara las radiografías, así como mi espalda y cicatriz, expresó lo que por mucho tiempo había querido escuchar: «Hoy te boto de aquí» (jocosamente, refiriéndose a que esa sería mi última visita de revisión). Me había dado de alta.

Lo miré fijamente a los ojos y le dije: “Muchas gracias”. No pude decir más. Solo dos palabras a quién atendió por años mi condición, a quien se encargó de colocar dos varillas y ocho tornillos en mi columna vertebral y de hacerlo bien, para evitar que perdiera la movilidad en mis piernas, para que estuviese bien. Muchas gracias a quién con su alegría me animó desde el primer día.

Salí de la oficina. En el pasillo, mis ojos se me aguaron. Quería llorar, pero esta vez de felicidad.  A pesar de que llevaré por siempre una pequeña ferretería en mi espalda y una cicatriz, todo ha terminado y estoy bien.

Me envían a una breve orientación en donde me regalan una tarjeta de una tienda por departamento. Como si el destino me enviara de vuelta a dónde todo comenzó.

II. El hueso

A los 12 años. Mi hermana me pide que la acompañe a una tienda por departamento. Mi sobrina de cinco años también está con nosotras, y comenta que un huesito de mi espalda sobresalía. Ni mis padres, ni mis demás hermanas, ni yo misma lo había notado hasta ese momento.

Mi familia decide llevarme a un médico generalista, quien me diagnostica escoliosis.  Posteriormente, visito a un ortopeda. En la primera visita, me dice que debe someterme a cirugía y que no había otra opción. Aclaró que los riesgos de ésta eran la muerte y/o no volver a caminar después de la cirugía .

El miedo asfixia y se vuelve un acompañante diario. No entiendo lo que sucede ni el por qué. Mi familia sabe muy poco de la condición. En la escuela me hablan de números, letras, historia y ciencia ambiental, pero apenas de salud y nada sobre cómo manejar las emociones en momentos difíciles. El hueso trajo consigo una condición, preocupación y tristeza.

III. Cicatriz

El bisturí abrió el telón para que las varillas y los tornillos hicieran su entrada. Los clicks se encargaron de cerrar la función, pero claro está, dejaron un marca para toda la vida. Una cicatriz en el cuerpo de una joven que vive en una sociedad superficial.

Aunque al principio costó, con el paso del tiempo, como todo, la acepté. Comprendí que el cuerpo es solo un instrumento para expresar emociones, valores y el intelecto, el verdadero ser; lo que realmente importa. Un humano sin marcas, es uno que no ha vivido.

Me di cuenta que la en la vida pueden haber dos tipos de situaciones difíciles. Unas en las que la solución depende de uno mismo. Otras, a las que prefiero llamarle «tormentas». En éstas, el control está fuera de nuestro alcance y lo ideal es mantener el equilibrio y la fuerza para mantenernos de pies hasta que pasen.

 

 

Ashley Figueroa
Author: Ashley M FigueroaEstudiante del Departamento de Comunicación Tele-Radial en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. Área de énfasis: Noticias.

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