La época de Buenos Aires: Parte V

Luchas estudiantiles

 

Por: Dr. Otilio González Cortés, catedrático del Departamento de Comunicación Tele-Radial, UPRA

El final de la guerra de Vietnam atrajo a varios soldados a la Universidad.  En esa época, la presencia del ROTC era clara, de acuerdo con el entonces estudiante Julio Muriente. “Era un tiempo en el que el Colegio lo que habían eran seiscientos o setecientos estudiantes y había centenares de cadetes del ROTC; no por convicciones ideológicas, sino por conveniencia económica, alguna oferta que les hacían. Eso fue achicándose después con el tiempo y fue siendo una minoría muy pequeña, pero en un principio había una presencia militar importante”.

Las protestas contra la presencia militar en el campus, y contra la inscripción militar obligatoria, no se hicieron esperar. “Había manifestaciones políticas en ocasiones. Todavía recuerdo cuando me tocó hablar por primera vez con un micrófono en la mano. Me tocó dar el primer discurso en mi vida- lo di allí en el año 68. Además, a mí me tocó cumplir 18 años en el año 69. Eso implicaba tener que ir a inscribirme en el servicio militar obligatorio y yo cuando fui al servicio selectivo les dije, yo vengo a decirles que yo no voy para ningún ejército y no voy a inscribirme nada… Allá me hicieron firmar una carta y me mandaron un diferimiento, porque todavía en aquella época uno se inscribía aunque se fuera a negar; por lo tanto, para mí eso tenía toda una importancia existencial”, recuerda Muriente.

Era una época en que algunos profesores y estudiantes se unían en manifestaciones de poca participación. “Todavía mantengo una relación muy estrecha con uno de los profesores jóvenes de aquella época, que era Francisco Catalá”, asegura Muriente.  “Cuando hacíamos piquetes contra el ROTC en Arecibo, éramos como seis o siete fupistas y Catalá. Catalá piqueteaba con nosotros. Tenía ese atrevimiento.”

Bernardo Rodríguez también recuerda esa época. “Había mucho bullicio, pero era propagado más bien por los conflictos que existían en la Universidad de Puerto Rico a nivel de recinto (de Río Piedras). Recuerdo cuando comenzó aquel dramático caso de la muerte de Antonia Martínez Lagares. Aquello fue una cosa increíble porque movilizaron varios de los estudiantes que estaban aquí. Se movilizaron del regional para el recinto (de Río Piedras), alquilaron una guagua privada o pública y reclutaron a todo el que quería ir para hacer un movimiento de contingencia, un movimiento de masa. Y nos montamos un montón y nos montamos en las guaguas y nos fuimos para allá… Asustaos porque nosotros realmente no sabíamos para donde íbamos. Allá fuimos a tener. Allá pasamos par de sustos. Muchos regresamos en pon y muchos en la guagua de la Motor Coach que todavía existía y era un servicio que se daba aquí. Y estuvimos… Fue bastante interesante. Bien conflictivo”.

 Conchita Lorenzo recuerda las protestas de inicios de los 70s. “Los muchachos de la FUPI hacían paradas por las calles de Buenos Aires protestando”. Usaban pancartas y desfilaban. “Recuerdo a Muriente y a Bosque frente al edificio de Administración; se paraban a dar discursos”. Sin embargo, Lorenzo entiende que las protestas no afectaron las operaciones de la Universidad.

“No duraron mucho las protestas; no se convirtieron en un problema que no se pudieran dar clases”, dijo. 

Sin embargo, otros profesores sí recuerdan que se afectaron las operaciones. Por ejemplo, Annie Gómez recuerda un evento que se suscita durante una de las manifestaciones. Cuando llaman a protesta, varios estudiantes y profesores de Educación permanecen en sus salones en las clases, cuando estudiantes que protestaban deciden cerrar las salidas del edificio y comienzan a golpear las ventanas. “Los estudiantes daban con trancas en los salones, nos retuvieron un día en un edificio y no nos dejaban salir”, recuerda Gómez. De aquella situación salieron cuando profesores de Educación llaman a negociar a líderes de los estudiantes en la protesta.

Rafael Bey recuerda los encontronazos entre la FUPI y la organización estudiantil Estudiantes estadistas. “Eso empezó en Río Piedras desde mucho antes. En Arecibo había un área de oficina asignada al ROTC. Cuando ocurre la huelga en Río Piedras en 1970, en Arecibo se unen los estudiantes a ese movimiento. Hubo violencia en las calles… tiraron piedras a los edificios, se tiraron piedras. Hubo huelga de hambre de estudiantes de la FUPI en la Plaza, en las escaleras de entrada al edificio de Administración”. Bey recuerda que “hubo peleas entre estudiantes y se tiraron piedras”. Esto llevó a que se suspendieron las clases por unos días”.  Bey recuerda que entre los docentes había algunos profesores que apoyaban a los estudiantes de ambos grupos y otros que no los apoyaban, pero no hubo un endoso oficial de la facultad.

Administración de Colegios Regionales (ACR)

Durante sus primeros años, y hasta 1970, el Colegio Regional de Arecibo responde directamente a la Oficina del Presidente de la Universidad. En 1970, el Consejo de Educación Superior, mediante su Certificación 25 y en conformidad con lo establecido en el artículo 12 de la Ley Universitaria de 1966, acuerda la organización de una Administración de Colegios Regionales. Esta nueva unidad es creada como un recinto de la Universidad, dirigida por un rector, y agrupa a los colegios de Ponce, Bayamón, Aguadilla y Arecibo. Posteriormente se integran Carolina y Utuado. Aunque Arecibo y Cayey inician sus operaciones como colegios regionales directamente bajo la Oficina del Presidente de la Universidad de Puerto Rico, la administración universitaria excluye a Humacao (que también había sido colocada bajo la supervisión de la Oficina del Presidente) y Cayey de esta entidad, pero no a Arecibo. Con esta acción, inicia una larga etapa de insatisfacción de Arecibo por su carencia de representación directa en organismos decisionales de la UPR, contrarios a lo que retienen Humacao y Cayey.

La llegada de ACR detiene la implantación de atribuciones y funciones del director- decano, la Junta Colegial y el Consejo Académico, ya encaminadas en el Colegio Regional de Arecibo, para dar paso a un Senado Académico y una Junta Administrativa centradas en la nueva administración de colegios regionales.  Esto afecta dramáticamente las operaciones del Colegio Regional e inicia una larga lucha de parte de la comunidad universitaria de Arecibo para lograr la autonomía, fuera de la ACR.

 

Movimientos del personal docente

Los primeros años de la década de 1970 ven en el nuevo colegio regional una época de organización del personal docente.  Héctor Otero Burgos recuerda que en el área docente hubo inicios de agrupaciones. “En Arecibo se creó una organización de profesores que se llamó la ASPUA (Asociación de profesores universitarios de Arecibo),en lugar de unirse al capítulo local de la APPU, a la que veían como más ideológica.

“Yo creo que la APPU en Arecibo no pasó de media docena y es que la mayoría de los compañeros la veían muy politizada, muy recargada ideológicamente hacia la izquierda”, dijo Otero Burgos. “Les parecía que tal vez era la FUPI profesoral. Pues por tanto, decidieron los profesores por ahí para el año 71, yo creo que antes del 72 o 73, decidieron organizarse en la ASPUA (…) que llegó a tener más de medio centenar de profesores y eso era la mayoría porque entonces en Arecibo no había más de cien profesores”. Otero recuerda que administraciones universitarias de esa época tomaron medidas administrativas en contra de esa asociación, en especial entre los años 1971 al 1974, que prácticamente la hicieron desaparecer.

 En esta época varios profesores recuerdan cancelaciones de contratos o no renovaciones a profesores que todos entendían que se debían a su pertenencia en organizaciones pro sindicación de la facultad o a favor de la independencia de Puerto Rico en pro de movimientos políticos de izquierda.

José Sierra recuerda la época con claridad, porque sufrió acusaciones de comunista. “Al principio no había divisiones políticas en el Colegio, no. Estábamos todos unidos,… en una hermandad. Es cuando empieza luego los otros gobernantes, el cambio de gobierno que ya ahí se ve la diferencia. Hay como los casos de los profesores que los sacaron del Colegio, acusándolos de comunistas, acusándolos de huelguistas y no era verdad”, dijo Sierra.

“Los despidos y la persecución causaron dolor en los profesores, en los que se fueron, buenos profesores y entre los que se quedaron. Yo fui una de las víctimas de la persecución. Me acusaron de comunista. De que yo me reunía en esta casa con una célula comunista. Las carpetas las tenían los colegios regionales. Fue la época de (el ex rector Germán) Sulsona”, dijo  Sierra , y afirma que la tirantez creada por las persecuciones pasa del viejo colegio en Buenos Aires al nuevo colegio en Hato Abajo, y comienza a cambiar bajo la dirección del ex director-decano, Marcos Morell.

Rafael Bey admite que hubo momentos de tensión entre la administración del Colegio y la facultad que llega a un punto más álgido cuando se disuelve a la Asociación de Profesores y no se les renueva el contrato o se niega permanencia a algunos profesores.  “Cuando yo regreso (de la licencia de estudios), los ánimos estaban bastante caldeados”.

Según Otero Burgos, esto ocasionó el disgusto y la salida en forma voluntaria de otros profesores, en especial aquellos extranjeros que habían sido reclutados desde los inicios. “Eso fue una experiencia realmente lamentable”, opinó.

Para Annie Gómez, las pugnas entre docentes y administración tienen su origen en las huelgas estudiantiles de 1970. “El ánimo cambió posterior a la huelga. (Fue) el residuo de lo que queda del ‘revolú’ tan grande que es la huelga”. Esto lleva a la facultad, según Gómez, a asumir bandos.

Para Gómez los años 70 ven en el nuevo colegio regional un choque entre la administración del Colegio y la facultad, en gran medida por diferencias ideológicas y también por la evolución del Colegio. El departamento más grande del colegio hasta ese momento era el de Ciencias Sociales y Humanidades, pero con la llegada de Hiram Puig como director-decano en 1973, la oferta se enfoca en programas tecnológicos, lo que provoca choques por diferencias ideológicas.

Por ejemplo, Gómez recuerda que el programa de grado asociado en Educación es colocado en moratoria por no ser un programa tecnológico. Esto lleva a acciones de no renovación de contratos de personal docente e incluso a encontronazos entre la administración y la asociación de profesores, liderados entonces por la profesora de Ciencias Naturales, Magda Bernal de James. A James, quien estaba en contrato probatorio, no se le extendió la permanencia y quedó fuera. Este caso fue muy discutido en el Colegio, pasó por los distintos cuerpos deliberativos e incluso llegó a los tribunales.

 

El cierre de una época: la mudanza

Aun cuando compartían en un ambiente de camaradería en Buenos Aires, desde que se aprobó en 1966 el nuevo Colegio, se había aclarado que serían instalaciones provisionales. Ya en 1973, la construcción de las nuevas instalaciones en el barrio Hato Abajo se completaban, y en 1974, abrió sus puertas el Colegio en una nueva ubicación.

El nuevo edificio fue diseñado por la firma de arquitectos Toro y Ferrer. La profesora Conchita Lorenzo no recuerda que los directores o profesores hayan participado en el diseño de espacios de oficinas o laboratorios, pero sí recuerda la participaron amplia en la selección de mobiliario y adquisición de equipos. Recuerda que uno de los laboratorios que correspondía al Departamento de Biología era tan pequeño que dudaban del uso que le darían. Finalmente acabó usándose para Genética.

Ya cuando llegó el momento de mudarse, la comunidad estaba anticipando esa mudanza porque como recuerda José Sierra, siguió “subiendo la matrícula. Se siguieron alquilando edificios. Estábamos un poquito desparramados ya y… ya hacía falta la construcción de un edificio nuevo. Ya había reclamos de que el número de estudiantes, el número de profesores había crecido y estábamos incómodos”.  Comenzaba una nueva etapa en la vida del Colegio Regional de Arecibo.

 

Actividad de inauguración del nuevo edificio, 1974. (Foto: Archivo Histórico, Sala de Arecibo, Biblioteca UPRA)

El edificio inaugurado en 1974 era un recinto mucho más espacioso de lo que se tenía en Buenos Aires, pero era mucho más pequeño que el recinto que conocemos hoy en día. Incluía únicamente los dos edificios que ahora se conocen como Edificio de Administración y Edificio Académico, ambos alrededor de una plazoleta que eventualmente se denominó como “Plazoleta de los Fundadores”.  No existían instalaciones atléticas, ni el edificio de Enfermería, ni el de Educación, ni DECEP, ni el Centro de Estudiantes, ni la Cafetería, ni la Biblioteca, ni mucho menos los salones anexos.

La Biblioteca se encontraba en el tercer nivel del edificio de Administración, donde ahora es el Decanato de Estudiantes. El Departamento de Enfermería estaba donde ahora se encuentra el Departamento de Ciencias de Computadoras. Educación estaba junto con Biología. El Centro de Estudiantes estaba ubicado donde ahora se encuentran los laboratorios AC 307, 308 y 309. El Decanato de Estudiantes estaba ubicado donde ahora está Finanzas y el Programa de Intercambio Estudiantil. Artes Gráficas, Audiovisual y la Imprenta estaban donde se encuentran los estudios de televisión.

Sobre la mudanza, la secretaria de la Biblioteca, Aurelia Serrano, quien recientemente cumplió 50 años de servicio ininterrumpido, recuerda las nuevas instalaciones amplias y cómodas, y comenta que muchos empleados colaboraron en la mudanza.  Annie Gómez recuerda con emoción la llegada al nuevo campus. “Todo era nuevo, había baños en las oficinas. Era encantador, fabuloso, con aire acondicionado central”. Recuerda que el nuevo campus no tenía árboles, por lo que se diseña un plan de siembra de árboles en el campus.

Otero recuerda el momento en que se mudan a las nuevas instalaciones: “Claro, no lo lamentamos tanto porque nos hacía falta mudarnos a un lugar de mucha más comodidad, a un lugar que inclusive, como no se había dado la crisis del petróleo (que vino seguidita), comenzó con aire acondicionado en todas las oficinas y en todos los salones de clase y además en uno de los sitios más bellos que tiene Puerto Rico (…) en una loma frente al océano y con una vista preciosa”.

En 1974, el mismo año que se inauguraron las actuales dependencias, se completa la reafirmación de la acreditación del Colegio que había comenzado en 1967, año en que el Colegio recibe acreditación provisional por primera vez por parte de la Middle States Association, actualmente Middle States Commission on Higher Education (MSCHE).

Aunque las nuevas instalaciones han servido muy bien a la nueva comunidad universitaria, Arecibo parece recordar con nostalgia los primeros años del nuevo colegio regional en el Barrio Buenos Aires, junto a la placita. Según Otero Burgos, “a nadie le molestó mudarse (al nuevo edificio), pero sí se perdió un poco de aquella comunidad y creo que la comunidad lo sufrió también porque me dicen y me cuentan que Buenos Aires y sus alrededores han caído desgraciadamente en desgracia por las cuestiones de las drogas y muchas cosas que de haber estado ubicada la universidad allí, pues creo que sería muy diferente. Era muy diferente”.

 

Decae Buenos Aires

Al poco tiempo de irse el colegio de Buenos Aires, se van también otras instituciones educativas de la zona. Buenos Aires recibe una serie de golpes de los que nunca se repondrá.

 “El área quedó deprimida”, recuerda Sierra. “Como si le hubiera caído un huracán. Porque quedaron muchas casas vacantes, los negocios perdieron clientes, los hospedajes; esa gente ya no se gana el dinero. Pues, mucha gente perdió, la economía bajó allí. Mucho. Tanto es que todavía no se recupera. Aquello era bien concurrido de noche. Era seguro, había policías, la placita estaba abierta…”

Más adelante el gobierno municipal decide derrumbar lo que era el edificio de Administración. Lo único que permanece del espacio que usaba el antiguo colegio es el edificio de la Biblioteca, ahora convertido en un centro de actividades para personas de edad avanzada, y la placita.

Buenos Aires, según Rodríguez, se convierte en “una zona de recuerdos”.

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Author: Colaborador/a de Tinta Digital

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