Crónica de un juego de baloncesto

Por: Iann Santos (iann.santos@upr.edu)

Todo jugador de baloncesto anhela tener en un partido que en el momento decisivo lograr completar una jugada que le dé la victoria o el empate a su equipo, una jugada donde todos corran hacia ti y sientas el calor de la gran emoción que produce.

Es martes, 17 de marzo del 2017. Me levanto temprano para ir a la escuela y hago lo habitual. Estuve ansioso pensando en el juego de esa noche que sería a las 6:30 en el coliseo Juan Aubin Cruz en Manatí. Estuve ansioso todo el día porque sabía que iba a ser una noche larga: me enfrentaba al mejor el equipo del torneo el equipo de azul turquesa. 

Al fin son las 3:00, salgo de la escuela y mi madre me recoge. Me monto en la guagua y nos dirigimos hacia nuestra casa. Llego, me bajo, camino hacia mi cuarto, me cambio y me pongo el uniformo del equipo azul. Voy hacia el comedor y me espera un sancocho bien calentito, el cual mi paladar disfrutó cada cucharada. Luego de 30 minutos de haber reposado, me dirijo hacia la cancha que queda cerca de mi casa a hacer mi rutina de tiro que siempre hago antes de cada juego. 

Termino la sección de tiro y me dirigo hacía casa. Ya mi familia estaba preparada para partir hacia el juego: mi madre, mis dos hermanos y mis abuelos. Por el camino llevo mis audífonos y veo algunos videos de mis jugadores favoritos para nutrirme y aprender de los grandes. 

Llego a la cancha, saludo a todo el mundo, hablo con mis compañeros de equipo y ya va a comenzar el juego. Me encuentro al lado derecho esperando que mi centro brinque el balón. Empezamos bien, logramos comenzar con el balón y ya sentía la adrenalina y las gotas de sudor bajando y apenas había cogido el balón por primera vez en el partido.

Todo el juego hasta el último cuarto estuvimos dominando al equipo turquesa, hasta el último minuto que lograron remontar la ventaja de seis puntos a estar arriba de nosotros por tres puntos. Ya yo me encontraba cansado, me faltaba el aire, me dolía todo el cuerpo, sentía cómo me temblaban las rodillas de tanto haber corrido en el juego, pero no me senté y seguí jugando. 

En cuestión de segundos el equipo turquesa logró hacernos dos cortes de balón a causa de que me doblaron y tuve que salir del balón. Toman la delantera por tres puntos, faltando solo segundos. Me encuentro defendiendo cansado, las gotas de sudor me bajaban por la frente hasta llegar a mis ojos. Me paso la mano por la frente para poder secarme la frente.

Solo quedan 10 segundos y el equipo turquesa tiene el balón. Solo tenemos dos opciones dar falta para detener el tiempo y mandar a un jugador del equipo turquesa al tiro libre y que pase un milagro y falle los dos tiros libre o defender fuerte y lograr robar el balón. Decidimos defender fuerte. Me encuentro gardeando arriba en el medio y el equipo turquesa, moviendo la bola muy bien estaba jugando con el tiempo. Presionamos tan bien que la bola llegó a la esquina, automáticamente doblaron al jugador y cuando trata de salir del balón pasa hacia el medio y ahí estaba esperando ese corte de balón con dos segundos para que culminara el juego. Pido tiempo. 

Llego a la banca, me siento cansado, nervioso y ansioso; estoy temblado. Sabía que me iba a tocar la responsabilidad del tiro para empatar. El dirigente diseñó una jugada para especialmente para mí, para lograr empatar el juego. Antes de entrar a la cancha me alejo para quedarme solo y para poder concentrarme. Comencé a respirar lento para poder sacar aire para la jugada importante. Comencé a darme apoyo interno. 

Llegó el momento, sacamos en la esquina derecha y estoy en el medio de la línea de tres puntos. Corro hacia la esquina derecha, empujo levemente a mi defensor hacia mis compañeros que me hacen cortina para poder desprenderme y quedarme solo. 

Me pasan el balón y no titubeé ni un solo segundo. Me viro y lanzo de tres puntos. Toda la cancha se queda en silencio en ese momento, todos miraron hacía el canasto. Sonó la chícharra «ehhhh» y lo único que se escuchó fue la malla «splash»cuando entró el balón y empató el juego. 

La cancha se quería caer. Comencé a gritar de la emoción sentí un calentón por todo el cuerpo. Todos corrieron hacia mí, hasta el público me brincó encima, pero esto aún no se había acabado: solo empaté el juego, no lo gané. 

Nos fuimos a tiempo extra y terminamos perdiendo por dos puntos, pero nos fuimos con la cabeza en alto porque dimos un espectáculo y nunca nos rendimos. 

Ese momento de gran emoción que uno siente que se le sale el corazón, que escuchas a todo el mundo gritando, porque no tan solo nos causa emoción a nosotros, sino que al público también. Ese momento es el que cualquier jugador de baloncesto desea vivir porque es una experiencia única que vas a recordar toda la vida y es tan emocionante que cuando lo recuerdes volverás a sentir la misma emoción una vez más.

Author: Iann Santos

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