Más que pronombres

Por: Milianys A. Marrero Melendez (milianys.marrero@upr.edu)

Tenía solo 17 años cuando conoció un enigma. A su celular llegó un mensaje que no esperaba: un saludo cordial. Conoció a quien creyó era una mujer, y a pesar de los estigmas sociales y de las ideologías ajenas, con el pasar del tiempo surgió una relación entre dos “ellas”.

En septiembre del 2019 se disponía a continuar con su vida escolar con normalidad. Estaba en grado 12 y la clase de Física le parecía muy complicada, pero no se imaginaba que se venía algo aún más difícil de comprender que la Física: conocer el estilo de vida de una persona transgénero. A su corta edad nunca había tenido conocimiento siquiera de aquél término, hasta que ese día se volvió necesidad no sólo saber lo que significaba, sino cómo se iba a hacer presente en su realidad y en su vida amorosa.

Su pareja, una compañera con la que tomaba esa y otras clases, le confesó un día cuál era el pronombre con el que le debía llamar. Esto, porque padecía incomodidad cuando se referían a su persona de forma incorrecta. Sentía mas familiaridad por las conductas que el mundo consideraba masculinas. Vivía su vida como tal. El ser una persona transgénero implicaba que vivía en una constante disforia, a veces una batalla con su propio ser. Una batalla en la que vencieron las ganas de vivir su vida a plenitud.

Entonces, las dos “ellas” pasaron a ser “él” y “ella”.

El vivir una vida de transición no sólo se le dificultaba a él, sino a ella también. Porque todo era complicado.

Era complicado salir a comer a restaurantes, donde con ignorancia les trataban de “damas”. Era complicado ir a comprar ropa, pues los vendedores confundían constantemente los intereses de él. Era más probable que se lanzara de un avión a mitad de vuelo, a que le hicieran usar vestido y tacones.

Quizá la ignorancia del prójimo les resultaba molestosa, pero más lo era la ignorancia y la incomprensión en el lugar que él consideraba hogar. Sus progenitores, con las cabezas duras como cocos, no se molestaron en educarse. El chico no estaba buscando imponer sus ideales sobre los de sus padres, sino el amor y el apoyo que sólo ellos podían brindarle.

Pero a pesar de todo, la joven siempre optó por ser comprensiva y tratar de aminorar aquél malestar que él padecía en su diario vivir, ofreciéndole comprensión y consuelo.

Para la fémina conocer lo que era una persona transgénero era algo nuevo. Sin embargo, estaba decidida a educarse respecto al tema, a abrir su mente a nuevos conceptos para no cometer aquellos mismos errores. Investigó y descubrió muchas palabras nuevas. Cisgénero, transición, cirugía de reasignación de sexo…

Entre tantas posibles definiciones, tantas complicaciones, ella llegó a la conclusión de que no era necesario el otorgarle un nombre a todo. Las etiquetas sobran y el género de una persona realmente no debe tener un peso significativo sobre su percepción, o su valor como ser humano. Así que continuó su vida como lo había estado haciendo hasta aquel momento. Aquella persona le hizo ver que incluso cómo referirse a alguien, podía ser motivo de conflicto. Era algo que se debía tratar con cuidado, tratando de ser lo más empático que se pudiese ser.

Al final del día ella entendió que las personas son mucho más que pronombres. Somos seres humanos y todos merecemos gozar de la misma plenitud. Así caminaron de la mano él y ella en busca de su propio gozo, sin importar nada más.

Milianys Marrero
Author: Milianys MarreroEstudiante de Comunicación Tele-Radial con concentración en Noticias y Comunicación Estratégica.

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