Por: Rachel Colón Sáez (rachel.colon@upr.edu)
Svetlana Aleksievich, nació el 31 de mayo de 1948, tres años después que culminara la Segunda Guerra Mundial, en la Ucrania soviética. Su padre militar, de nacionalidad bielorrusa y, al salir del ejército, se dedicó a la enseñanza escolar. Por otro lado, su madre de nacionalidad ucraniana también eran educadora.
En 1967, Svetlana comenzó sus estudios en periodismo en la Universidad de Minsk. Al obtener su título como periodista, se mudó a la ciudad de Beresa en la Provincia de Brest en Bielorrusia y ejerció su profesión en un periódico local. Al mismo tiempo trabajó como maestra de historia y alemán en una escuela provincial.
Luego fue invitada a Minsk para trabajar en el periódico Rural. Un poco más tarde comenzó a redactar en la revista literaria Neman donde logró ascender a la posición de jefa de la sección de no-ficción.
Svetlana ha experimentado muchos géneros durante su trayectoria: reportaje, artículo, ensayo, crónicas y cuentos cortos. A pesar de haberlos desarrollados todos con gran elegancia y cuidado al detalle, la escritora no encontraba dar con lo que le apasionaba.
He estado buscando un género que permita la aproximación más cercana posible a la forma en que veo y escucho el mundo. Finalmente, elegí el género de las voces humanas y las confesiones actuales, expresó Svetlana Aleksiévich
El escritor bielorruso Ales Adamovich fue pieza crucial para que la escritora y periodista encontrara su norte.
El género al que Svetlana hizo referencia como “las voces humanas” resultó en aquel momento uno nuevo, tanto para ella, como para la literatura bielorrusa. El nuevo género consiste en la narración de un hecho desde los ojos, la piel y el corazón de otros.
A partir de este momento Svetlana se convirtió en contadora y defensora de aquellas voces silenciadas en los rincones olvidados por la guerra, los medios y por el mundo.
A través de sus libros Aleksiévich intenta buscar diversas vertientes de una historia que fue ya mil veces contada. Así fue con su libro Las Voces de Chernóbil, publicado en 1997, con el que logró dar a conocer las vivencias de las personas que estuvieron presentes o que de alguna forma estuvieron involucradas en uno de los desastres nucleares más tóxicos y devastadores del siglo XX.
Ya se había escrito mucho sobre el accidente ocurrido en Chernóbil la noche del 26 de abril de 1986, sin embargo, la gama de escritos sobre el tema, parecían todos ser la misma cosa. Esto motivó a Svetlana a mostrar la verdad desde los zapatos de su pueblo que fueron testigos de este gran suceso que dejó sin vida a muchas personas. Y dejar sin vida a los residentes de Chernóbil no se trató solo de ver cuerpos muertos y desfigurados por la radiación, sino también conocer de cerca a un enemigo que no sabían cómo lucía ni cómo olía, pero que ya había inundado las calles, sus hogares y sus cuerpos.
De manera íntima los personajes de este libro cuentan con detalle lo que ha significado vivir en Chernóbil. La autora logra una conexión única donde no existe barrera entre el lector y el sujeto que narra. Al leer el texto logras transportarte y sientes el dolor, el sufrimiento, la angustia de estas personas- y comprendes que en el mundo hay historias que mueven mucho más de lo que se muestra en los medios.
De esta forma Svetlana desarrolla sus otros escritos donde da a conocer la guerra desde distintas perspectivas. En 1983 culminó su libro La guerra no tiene rostro de mujer donde expone el testimonio de mujeres que ocuparon posiciones militares consideradas las más «masculinas” y al regresar a sus hogares tuvieron que borrar todas sus vivencias para poder vivir una vida normal. El contenido alteró la opinión pública lo que implicó una censura del libro por parte del gobierno en la Unión Soviética. Por esta razón, no fue hasta el 1985 que la autora pudo publicar su escrito.
Aleksiévish fue catalogada como una periodista disidente y con sentimientos antisovieticos. Estos adjetivos fueron los que la convirtieron en la gran periodista que es hoy. Como muchos otros maestros del oficio, Svetlana ha enfrentado la realidad con su mayor arma: el lápiz, el papel y el testimonio de sus entrevistados.
Los últimos testigos, publicado en el 1985, recopila los recuerdos de los niños que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. En estas entrevistas se observa la guerra desde la mirada de los más vulnerables, los pequeños y desamparados.
Además de los niños sobrevivientes a la guerra y las mujeres que tuvieron que ocultar su participación en los conflictos bélicos, están quienes perdieron a sus jóvenes en la guerra de Afganistán. Los muchachos de zinc, publicado en el 2016, cuenta la historia de las madres, esposas, y demás familiares que recibieron a sus adolescentes en ataúdes sellados con zinc. Los personajes no conocían lo que sucedía en aquel momento. Incluso Svetlana en una ocasión se disculpa por la ignorancia de sus entrevistados ante lo que ocurrido. El control del gobierno sobre el pueblo estaba en su máximo esplendor.
Svetlana logró desarrollar un nuevo género en el contexto de guerras, que le ha permitido exponer las voces de la gente común, que carece de voz. A pesar de las críticas y los obstáculos presentados como lo fue la censura, Aleksievich continúa con el desarrollo de sus crónicas en las que desnuda la verdad al mundo.