Por: Héctor Gabriel Román Vargas (hector.roman@upr.edu)
Al comparar el Derecho con la carrera que estudio, Comunicaciones, se presentan similitudes por ser profesiones que exigen justicia, objetividad, dedicación y pasión para poder ejercerlas con propiedad.
La gente a veces se me acerca y pregunta:
— ¿Y tú crees qué vas a conseguir empleo en eso?
— ¿Y qué tú puedes hacer con eso?
Este tipo de incógnitas expresan a gritos la ignorancia que impera ante una de las profesiones más influyentes e importantes en todo el mundo. Ciertamente el campo que elegí está saturado, pero esto no necesariamente equivale a estar perdido o exento de opciones a explorar.
Hace varios días pude leer la columna “Esas ganas de comerme al mundo” publicada en El Nuevo Día y escrita por la estudiante de Derecho, Lyanne Ortiz Román. Desde la primera línea sentí una gran conexión e identificación con la autora. En su columna, la estudiante presenta el proceso de tomar la reválida de todo estudiante en camino a ejercer la abogacía y presenta el increíble esfuerzo que se hace para cumplir la meta que más anhelan: obtener el preciado «pass» para convertirse en licenciado o licenciada.
Aunque no estudio Derecho, puedo compartir paralelamente la experiencia de lidiar con esfuerzos a nivel educativo -que sin duda requieren compromiso y sacrificio. Además, representa un obstáculo tener que lidiar con la opinión social que con hambre busca criticar la dirección de los futuros profesionales de Puerto Rico. En dicho escrito me identifiqué con una joven llena de pasión por lo que estudia, una actitud digna de imitar por todos nosotros.
Es difícil ignorar que la gente muchas veces juzga desde sus butacas de oro el trabajo efectuado por los estudiantes, como si su experiencia personal los haya hecho merecedores de tal función. Es importante comprender y valorar los esfuerzos que cada persona hace acorde con las exigencias de su profesión y vida personal; y no es cogerle pena como dicen por ahí, sino dar herramientas e importancia a todo lo que un ser humano puede lograr si mantiene el motor de la pasión siempre a su lado. Es preferible que antes de criticar, se opte por ser más empático y valorar la tarea que protagonizamos nosotros los jóvenes ante la sociedad.
Me uno al mensaje motivacional de Lyanne Ortiz Román, no solo dirigido a los estudiantes de Derecho a seguir enfocados a realizar sus metas, sino a todos los puertorriqueños para que continúen su honorable labor de aprender para así contribuir a nuestro lastimado sistema. Además de la educación, la pasión por lo que hacemos y dedicamos nuestras vidas representan dos de los ingredientes motivacionales que pueden ayudar a reconstruir nuestro ya lastimado sistema.
Como dijo una vez Nelson Mandela: Es importante que siempre se promueva la educación como un arma para destruir la ignorancia, pobreza e injusticia, a fin de cuentas «la educación es la arma más poderosa que puedes usar para cambiar al mundo».