Por: Karla Cordero Rivera (karla.cordero1@upr.edu)
“Nadie debe tener el derecho de privar de la vida a nadie, ni privarse el mismo de la vida”. Así se expresó el pastor Cándido Lugardo, quien dirige la iglesia Presbiteriana de Utuado, sobre la eutanasia, o el proceso en el cual acabamos con nuestra vida por medio de una inyección letal u otros métodos.
El derecho a la vida es un derecho humano, cuyo goce es un pre requisito para disfrutar del resto de los derechos humanos. Aún con los avances médicos, en la actualidad, nuestra cultura, religión y valores éticos colisionan a la hora de tomar una decisión frente al tema de la eutanasia. ¿Tendremos realmente el control sobre nuestra posesión de vida, o se debe a una fuerza incontrolable de juicio?
Los ciudadanos de la antigua Grecia y Roma, se refieren a la misma como una muerte tranquila, fácil, y hasta suave. De todo menos natural. Hubo numerosos defensores y algún detractor de la eutanasia. En la Edad Media la Iglesia Católica siguió condenándolo como suicidio. Sin embargo, en el Renacimiento se produjo un cambio de mentalidad, y en lo que se refiere a la eutanasia, a ésta se la relaciona con el buen morir en el sentido físico, como el último proceso de la vida del ser humano.
En Puerto Rico, la ley 160 del año 2001, llamada Ley de Declaración Previa de Voluntad sobre Tratamiento Médico, explica que toda persona mayor de edad podrá declarar su voluntad anticipada de ser sometida o no a determinado tratamiento médico. De la persona no escoger de antemano un mandatario, esto correspondería al familiar mayor de edad más cercano, o al cónyuge. Sin embargo, vivimos en un país extremadamente moralista. Tanto así, que en ocasiones pareciera que la cultura y moral, van por encima del derecho a la decisión.
“La vida debe cuidarse, porque solo tenemos una”, insiste el pastor Lugardo. “De primera instancia no creo en la eutanasia porque creo que hay otras alternativas que se pueden explorar». Así mismo hizo referencia al caso del español Ramón San Pedro en la década del 90, cuyo caso protagoniza una película titulada “Mar adentro”. Otro caso legendario fue el de un sacerdote en el Salvador, quien fue brutalmente torturado y violado y solicitó se le aplicara la eutanasia.
“Hay situaciones límites donde el ser humano puede decidir que terminar con su vida es el «mal menor», por llamarlo así. Prefiero la vida, la defiendo y la proclamo, pero si alguien entiende que su situación emocional, mental y física es de tal magnitud que no quiere seguir viviendo, no lo juzgo para decir que su decisión no es la correcta”, expuso el pastor Lugardo.
Aquí es donde nos detenemos a reflexionar: Si tenemos derecho al decidir sobre nuestra vida, ¿Quiere decir que también tenemos derecho a decidir sobre nuestra muerte?
Paula, una joven colombiana de 20 años, que sufre de una desconocida enfermedad que no la deja ni siquiera abrir sus ojos, pide a gritos la eutanasia. Su condición le provoca un dolor paralizante en el cuerpo, que la mantiene postrada en una cama. Paula no camina, no se sienta y le quema abrir sus ojos. Ella prefiere descansar y solicita que le permitan el proceso de eutanasia. Como ellas existen muchos, los cuales desconocemos. Pacientes con enfermedades muy serias, que ameritan tomar otras medidas.
El doctor Rodríguez, quien labora en el área de Río Piedras, nos propone pensar que la vida se salva para vivirse plena, pero si no se puede vivir plenmente y en salud, entonces queda a discreción del paciente. “Salvamos vidas porque para eso nos llama la profesión, pero cada caso y paciente, es individual. No nos toca a nosotros elegir por ellos y creo firmemente que el paciente tiene derecho a elegir su tratamiento. Si se me presentara el caso, mi deber no es juzgarlo sino orientarle luego de dar resultados. Pero no le puedo imponer el método de tratamiento, eso lo elige él (o ella)».
¿Realmente nos corresponde manipular nuestro tiempo de vida? “Siento que, si tomo la decisión de practicar la eutanasia, no estoy siguiendo el propósito que tengo en la tierra, pues estoy acabando con todas las posibilidades. No estoy a favor de la eutanasia”. Así nos dice Nahima Morales, practicante católica y presidenta de jóvenes en la parroquia Nuestra Señora Del Carmen en Río Grande. Las voces de la oposición en Puerto Rico parecen siempre tener vínculos con la religión.
Sin embargo, en el resto del mundo, cada vez son más los países que legalizan esta práctica. La aplicación de la eutanasia ha aumentado hasta un 10% en estos últimos años en Países Bajos.
La vida nos pertenece a cada uno y le damos el giro que deseemos, siempre a nuestro favor. El tema de la eutanasia es un tema de selección personal. Después de todo, si algo te pertenece, decides qué hacer con ello.