El sistema que drena

Por: Ann Joelisse Cruz Rivera (ann.cruz1@upr.edu)

Desvelo, ojeras por doquier y todos con café en mano. Ya en la universidad, el día comienza con un pobre desayuno. Por la prisa, voy casi corriendo. Cansancio mental y físico me recorren. Y es que, así me hace sentir este sistema, uno ridículo y mal estructurado.

Las horas pasan, me siento en el vestíbulo de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo (UPRA). Surge una plática con algunos amigos. Me resulta difícil comprender qué es lo que sucede.  La misma charla se repite, es algo constante, es algo más que una queja.

– “Acabo yo el semestre, o él me acaba a mi”

Que lástima. No solo por ellos, por mí también. Es ahí cuando varios recuerdos invaden mi mente. Quiero darle rewind al tiempo. Que todo sea como solía ser. Lo siento, lo recuerdo como si fuese ayer.

Retrospección

Mi escuelita, mi querida Isabel M. Rivera. La única escuela de mi comunidad: Sabana Grande, Utuado. Han pasado nueve años, y aún puedo escuchar el sonar de la campana, la risa que arropaba el lugar. Niños disfrutando de su tiempo en la escuela. La tierna brisa y el fresco aroma.

Cuarto grado: Día de Profesiones, corre el año 2006. Aproximadamente 8:30 de la mañana. Estaba lista, vestida de azafata, pues ese era mi sueño para entonces. Salón repleto, aplausos y más aplausos por tan excelentes presentaciones.

Junto a mis tres amigas de escuela elemental en el Día de las Profesiones.
Grupo de cuarto grado junto a nuestra maestra.

Niñitos se expresan entre sí y mencionan lo grandes que desean ser. Lo mucho que anhelan llegar a la universidad. Algunos con metas claras desde corta edad, otros indecisos.

Entre ellos, también me encontraba yo. Siempre extrovertida, con ganas de crecer y muy parlanchina. De igual forma, esa niñita también quería llegar a la universidad. Esa que ahora observo. A esa que, si me dieran la oportunidad de regresar, le diría:

– “No te apresures en crecer, toma las cosas con calma. Lo lograrás, pero el camino será duro, difícil y algunas puertas se cerrarán. No te frustres. Llorarás, el estrés estará, pero no creas que un examen te va a definir. Sé tú, practica, esfuérzate, se dedicada y muy responsable”.

Hoy solo quedan los recuerdos. Las buenas clases, las actividades, lo que para esos tiempos era un “buen sistema”, ese que realmente enseñaba.

No obstante, ya que estoy en la universidad, me doy cuenta de que nada es igual.

La fábrica de sus deseos

Cabeza a punto de estallar. El café ya no funciona.  No quiero recurrir a nada más. Tengo y debo de estudiar para ese examen, tengo que sacar “A”.

El deber, deber y más deber.

Una hoja en blanco. Mucha selección múltiple. No hay manera de razonar o de hacer un análisis crítico. No nos permiten exponer la creatividad, más bien nos mecanizan.

Culmino de rellenar “bolitas”, deseo éxito a compañeros, me retiro. De la misma forma que entré, así mismo salí. ¿Qué aprendí? No mucho.

Obra: Máquina de la Escuela por Francesco Tonucci (Foto suministrada)

Este sistema educativo funciona como una fábrica, pero a su manera, como ellos quieran. Plantean sus propios estándares donde certifican la calidad de producción con una calificación que al final del día ni nos da, ni nos quita.

Hago referencia a la obra de Tonucci: La Maquina de la Escuela en la que se refleja que, en el sistema capitalista actual, somos esclavos modernos destinados a cumplir con lo estipulado, con producir. Aquel que cumple, lo retienen y al que no, lo desechan. Vivimos en una sociedad en la que todo es desechable. Incluso uno mismo.

Los desahogos

Luego de un largo día. Semana ajetreada, presentaciones y también exámenes. Recta final. Ya falta poco para que culmine el semestre.

Como de costumbre, enciendo el microondas y caliento mi comidita. Mientras, no había utilizado Facebook en todo el día, decido entrar a la aplicación. Para mi sorpresa, me sentí identificada con varios posts.

Like y share. Esa fue la reacción inmediata. Estaba sorprendida al ver la frustración por parte de algunos amigos, otros no tan conocidos. El cuestionamiento, la tristeza, las ganas de acabar y quitarse. La pregunta de que si realmente son buenos en lo que hacen.

Encuesta realizada a estudiantes de UPRA.

– “Hay tanto mal sistema, ningún estudiante debe estar pasándola así de mal por una nota que al final del día no define tus capacidades……… No veo la hora de terminar”, publicó una amiga por su cuenta de Facebook.  Varios compartir, muchos “me encanta”, todos en aceptación, drenados e identificados. Un post en el que encontraron su voz.

Continúan los desahogos. Entre tantos estados, me detengo a pensar. Ya logré conglomerar cada pieza de este chueco rompecabezas.

¡Es la fábrica, es el sistema! En algo fallan y sus planes no funcionan. Exigentes con que embotellemos conocimiento en vano que en la vida utilizaremos. Su fórmula no está dando frutos, sino todo lo contrario.

Gracias a ello, lloro y me frustro. Imagino un par de futuros alternos. No sé qué hacer. En ocasiones el miedo llega y se apodera. Ese que nadie quiere sentir. Y todo por culpa de este sistema. Unos lo llaman educativo, y otros, opresivo.

Ann Cruz
Author: Ann Cruz

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