Por: Jeisamar Rivera (jeisamar.rivera@upr.edu)
“Para mí la palabra cáncer no es sinónimo de muerte, es como un comienzo de vida, porque estás entre la vida y la muerte. Aprendí a verlo de esta manera y yo decidí vivir, apuesto por mi salud”, declaró Savir, quien a sus 29 años se ha convertido en símbolo de motivación, esperanza y lucha.
Son las nueve de la mañana y nos encontramos en el Centro de Cáncer de la Mujer. El ti ti ti de las máquinas suena constantemente, pues hay diferentes pacientes en el Centro recibiendo sus quimioterapias. Es un ambiente lleno de diversas emociones; se percibe la soledad, la tristeza y escasos casos, alegría. La protagonista de la historia es una joven llamada Darleen Rivas Correa, aunque prefiere que la llamen Darleen Savir.
Tiene el cabello rubio cobrizo, color que genera el sol en un hermoso atardecer. Tiene uñas largas, pestañas anchas y viste elegantes y coloridos atuendos que la hacen llenarse de vida.
Desde chiquita siempre fue muy activa en la escuela: obtenía buenas notas y participaba en deportes por su alta estatura, aunque no se destacaba. En las artes era una gran estudiante; amaba dibujar, leer y estar en soledad consigo misma, por eso se pasaba encerrada en su cuarto.
Vestía diferente a otros niños, pues le gustaba lo extraño. Su familia se componía de mamá, un hermano mayor, una hermana menor y un padre siempre ausente ya que no quería reconocerla, por esa razón proviene el rencor de querer utilizar el apellido Rivas al revés (Savir).
De pequeña era muy creativa a la hora de hacer sus uniformes con una costurera, a quien observaba y emulaba. Durante su cuarto año comenzó a estudiar diseño de moda en la Academia de Carlota Alfaro. Sin embargo, le resultaba muy costoso viajar de Jayuya a San Juan y tuvo que dar por terminado su sueño. Comenzó a modelar, le gustaba sobre todo modelar en grupo debido a sus inseguridades.
Al graduarse de la escuela superior, empezó su bachillerato en la Universidad de Puerto Rico en Utuado. En ese municipio conoció a Aida Cabrera, su mentora en el campo del modelaje y encargada de trabajar con su autoestima ya que tenía complejos por su estatura y extrema delgadez.
Cabrera le brindó diferentes cursos y la oportunidad de viajar cuatro años
consecutivos a República Dominicana para modelar con grandes diseñadores de la industria. Trabajó en tiendas, promociones, recolectando café e incluso lavando carros en gasolineras para así auto sustentarse.
Para ese entonces realizaba cuatro cosas: trabajaba, estudiaba, modelaba y cosía para clientas. Finalmente, se graduó y obtuvo la copa que se le ofrece al mejor estudiante. Recuerda que ofreció un testimonio de superación y no había nadie a su lado, salvo su mamá.
“Siempre ha habido momentos especiales (por los) que me he sacrificado y me han costado mucho trabajo, pero no sé por qué nunca han estado las personas que yo quisiera conmigo, como en una situación como ahora que estoy recibiendo quimioterapias”.
Al graduarse del curso de diseño y moda supo que no quería hacer otra cosa que solo fuera tener telas y agujas entre sus manos, por eso renunció a la farmacéutica. Se dedicó a confeccionar trajes y llegó a vestir participantes de concursos de belleza. Su agenda siempre estaba llena y abrió un atelier en Hatillo para complacer a todas sus clientas. El atelier fue un reto extra, pues no tenía el dinero suficiente, a pesar de ello, no fue un obstáculo.
Ella vivía en el taller, dormía en un sillón y aunque no estaba cómoda, era muy feliz porque siempre soñó con tener su negocio de alta costura. Creaba vestidos confeccionados con amor para así sacar las mejores sonrisas de sus clientas.
Cuando Darleen pensaba que era su mejor momento, recibió otro golpe. El huracán María atravesó la Isla y la dueña del atelier lo alquiló sin su consentimiento. Durante dos meses estuvo en un estado de “shock”, por no superar haber sido removida del local. Sin embargo, “Dios es poderoso y abre puertas”, según la joven jayuyana.
A través de red social Facebook, vió una publicación de la diseñadora Lissa Porrata: estaba en busca de una asistente. Rápidamente se comunicó con ella y la reclutó. Se convirtió en su mano derecha y elaboraba vestidos de prom, vestidos de novia, de alta costura y utilizaba máquinas industriales, con las que nunca había trabajado. Como de costumbre, Darleen aceptó el reto satisfactoriamente.
Giro 180°
En enero de 2019 comenzó a sentirse extraña. La invadieron unos dolores fuertes parecidos a una gastritis y tomaba medicamentos para aliviar esa condición. El 6 de febrero le realizaron una colonoscopia y encontraron una obstrucción que confirmó la causa de su dolor. Al día siguiente, pasó a sala de operaciones sin apenas ella conocer lo que realmente estaba pasando en su cuerpo.
Inmediatamente la operan del cáncer del colon, ya que el tumor medía 44cm, equivalente al tamaño de un bulto escolar. Los doctores se percatan que tiene metástasis en el hígado y a la capa del abdomen. Oficialmente, se entera ese día: 7 de febrero, que es paciente de cáncer. Aún rodeada de médicos por la noticia, no se sorprendió como lo haría otra persona. Por su mejilla, derramó una sola lágrima, ya que siempre ha confiado en Dios.
Fue una noticia fuerte, pues su vida dió un giro: ya no podía trabajar. De ser una mujer independiente y ambiciosa respecto a sus metas, en un abrir y cerrar de ojos pasó a requerir del cuidado de alguien en todo momento. El pasado mes de febrero, publicó una foto en sus redes sociales con un mensaje positivo y luego se apartó por un tiempo de ellas.
#luchalinda
A principios de abril publicó otra foto, utilizando el #luchalinda #mioncólogoesDios #mujervaliente y a mostrar los efectos secundarios de una quimioterapia, mostraba su personalidad extrovertida a través de videos. A medida que pasó el tiempo, utilizaba los mismos hashtags sin la intención de crear un movimiento, pero la gente dejó de llamarla Darleen, para apodarla Luchalinda.
Gracias a su positivismo ante la enfermedad ha logrado darse a conocer a nivel Isla. Sus seguidores la admiran, la quieren, tanto así que Luchalinda realizó un primer evento el pasado septiembre en el Centro de Convenciones de Puerto Rico, utilizando como lema “Recárgate para seguir la lucha”. Fue creado para pacientes de cáncer, pero destaca que cada ser humano tiene una lucha interna.
“La sorpresa era para los visitantes, pero me la lleve yo porque en mi vida me imaginé llegar a un sitio y que la gente quisiera hacer filas para tomarse una foto conmigo, para abrazarme y darme las gracias por llenarlos de vida”.
El segundo evento surgió inesperadamente en Macy’s de Plaza del Caribe en Ponce. El gerente se comunicó con Savir para que llegara a su establecimiento. Los empleados vestirían la camisa oficial de Luchalinda y ella solo llegaría a compartir con el público.
Del gran movimiento ha nacido una microempresa ya que actualmente tiene a la venta camisetas, sellos, tazas, colgantes de cuellos y accesorios para celulares. Para Savir, las camisas simbolizan el tener una familia extendida, aunque no sea de sangre.
La vida amorosa de la joven diseñadora se vio afectada en el momento que ella dió por terminada su relación, luego de haber compartido diez años con su ex pareja, Louis. Las campanas de la Iglesia pronto sonarían, pues su familia planificó una boda sorpresa. Sin embargo, el SÍ fue para el amor propio.
“Mis baterías recaen en algún momento, pero sé que Dios es el que está trabajando conmigo y aunque en ocasiones cuestiono muchas cosas que me suceden, por ejemplo, extrañar personas que estuvieron conmigo al principio, lo dejo todo en sus manos y no juzgo. Es como si existieran dos Darleen, mientras una recae la otra carga sus baterías junto a Dios”.
Orgullosa de ser jayuyana y de conocer jóvenes que aún en situaciones adversas pueden salir de si para inspirar a otros. Gracias por ofrecer tus alegría y tus penas a Dios y confiar siempre en su voluntad. Cuenta con mis oraciones.