Ni flores ni felicitaciones. Hoy es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha en que se conmemora la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como personas, en pie de igualdad con el hombre.
“Hoy estoy aquí para hablar un poco sobre la historia de las mujeres de nuestro país, la historia feminista. Es decir, aquella que no se cuenta mucho, que ha sido ignorada, porque sus protagonistas no son hombres, sino mujeres. Hace casi 10 años presenté un artículo sobre este tema en un congreso de filología en Polonia, país en el que viví durante tres años mientras realizaba una investigación doctoral.
Comencemos por decir que ser feminista no significa que pensemos que las mujeres merecemos derechos especiales, sino los mismos. Defender la igualdad no implica menospreciar o castigar a los hombres. El feminismo no habla de superioridad ni discrimina al otro género, simplemente lucha por combatir las desigualdades que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo.
La primera historia de las mujeres en Puerto Rico se remonta a las taínas, que, a diferencia de la mayoría de grupos femeninos pre colombinos, desempeñaban un rol muy importante y algunas, incluso, ocupaban posiciones privilegiadas de poder. Por ejemplo, eran responsables de transmitir su linaje cultural, ya que su sociedad era de carácter matrilineal. Además, participaban en rituales y ceremonias religiosas, en conflictos bélicos y eran agricultoras. Existieron varias cacicas (Yuisa, Catalina, Guayerbas), mientras que en Europa las mujeres se consideraban ciudadanas de segunda clase destinadas al trabajo doméstico.
El cambio de régimen socio-político que trajo consigo el nuevo orden colonizador impuso nuevos modelos que afectaron a la población taína, pero sobre todo a la mujer. En los primeros años de colonización, la ausencia de mujeres europeas favoreció la mezcla del español con la taína y con la africana, en relaciones regidas -en su mayoría- por el abuso de poder.
Entre el siglo 16 y el siglo 19, las escuelas escaseaban. Solo se educaban las hijas de familias pudientes y en la mayoría de los casos, se les enseñaban oficios relacionados al cuidado del hogar. Más adelante la Educación y la Enfermería se convirtieron en algunas de las primeras profesiones destinadas a la mujer. Una de las pioneras para esta época fue Ana Roqué, astrónoma, periodista, maestra, escritora, y sobre todo, feminista y líder sufragista.
En 1898 ocurre la invasión estadounidense y con ella, se considera que se consolidó el movimiento feminista en Puerto Rico. La ideología predominante entre los grupos y organizaciones feministas de la época consideraba que el estatus colonial de la Isla era uno de los principales obstáculos en la lucha por la igualdad de derechos.
En el siglo XX la mujer se posiciona como una importante fuerza de trabajo en la industria tabacalera y azucarera. Sin embargo, se veían discriminadas en cuanto a su salario, la falta de participación en puestos directivos y la ausencia al derecho al voto.
La visión feminista puertorriqueña de esta época se vio fuertemente influenciada por las luchas de mujeres europeas y norteamericanas y tal vez por esto fueron capaces de obtener ciertas victorias. Una de las más significativas fue la iniciativa de un grupo de mujeres que promovió que en 1908 el escritor y legislador Nemesio Canales presentara el primer proyecto de ley en el que se concede el derecho de voto y la emancipación legal de las mujeres en Puerto Rico.
Sin embargo, la lucha por el sufragio perduró varios años más ya que al principio el derecho solo fue otorgado a mujeres alfabetas mayores de 21 años (1929). El sufragio universal por fin fue concedido en 1936, convirtiendo a Puerto Rico en uno de los primeros países de América en conceder este derecho a la población femenina.
Otro de los cambios que trajo consigo la invasión norteamericana a Puerto Rico fue la legalidad del divorcio. En la década del setenta también se legalizó la causal de consentimiento mutuo en el divorcio, hecho que marcó una victoria para el movimiento feminista puertorriqueño.
La relación política de la Isla con los Estados Unidos influenció significativamente el movimiento feminista en Puerto Rico. La prolongación del derecho al voto universal femenino fue una de las más grandes decepciones sufridas a raíz de la situación política de la colonia.
Asimismo, las desigualdades de género aún prevalecían, junto con otras problemáticas sociales como el éxodo del campo a las ciudades, la concentración poblacional en arrabales, la emigración a los Estados Unidos, entre otros. A raíz de la inconformidad por la situación política con los Estados Unidos fueron varios los partidos políticos que se formaron y disolvieron durante este tiempo, muchos de los cuales ofrecían participación a mujeres.
El Partido Nacionalista fue uno de ellos que atrajo la atención y participación de mujeres, entre ellas la educadora y periodista, Blanca Canales (1906-1996). Lolita Lebrón (1919-2010) fue otra de las pioneras en el movimiento nacionalista e independentista en la Isla. Su lema en la lucha política femenina era: “Si los hombres no logran la independencia, lo logrará la mujer” .
El Partido Socialista Obrero y el Partido Unión Republicana,aunque promovían una ideología contraria en cuanto al estatus colonial de la Isla, fueron otra de las coaliciones que promovieron la participación femenina, sobre todo en la lucha por la igualdad de derechos en el trabajo. El Partido Liberal, que propulsaba la independencia y el autonomismo de la colonia, incluso llegó a ser liderado por mujeres.
En los años cuarenta, el Partido Popular Democrático (PPD), llevó a cabo una campaña casa por casa en la que las mujeres eran motivadas a inscribirse para votar. Felisa Rincón (1897- 1994), fue una de las líderes quien llevó de la mano a decenas de mujeres a la mesa de inscripción electoral. Como parte de sus campañas para socorrer a la población femenina se incluyó el derecho de control de reproducción, el mejoramiento de salud pública, el acceso masivo a las escuelas y al trabajo.
La década de los sesenta se caracterizó por aires revolucionarios, no solo en cuanto al movimiento feminista en Puerto Rico, sino también en todo el mundo. En 1969 el movimiento feminista inició su organización y comenzó a hacer eco en los medios de comunicación.
En términos de política electoral, la década de los noventa fue la década de la mujer en Puerto Rico. En el año 1992, Victoria Muñoz Mendoza se convirtió en la primera mujer a postularse a la gobernación de la Isla.
En 1993, la Cámara de Representantes elige la primera presidenta en propiedad de ese cuerpo, Zaida Hernández, mientras que en el Senado, la vicepresidencia la ocupa Luisa Lebrón en 1995. Cuatro años más tarde se postuló la primera mujer al puesto de Comisionado Residente (Celeste Benítez). Asimismo, por primera vez en la historia tres mujeres (Marta Font de Calero, Zaida Hernández y Sila M. Calderón) compitieron por la alcaldía de San Juan.
Al finalizar el siglo XX, las mujeres alcanzaron la cumbre de su participación política con la elección de Sila María Calderón como primera mujer gobernadora (2001-2005). Asimismo, quince legisladoras, dos alcaldesas y 311 legisladoras municipales fueron electas, ocupando un 26.4% de las posiciones políticas del país, cifra sin precedentes hasta entonces
A nivel administrativo, bajo el gobierno de Calderón, se crea la Oficina de la Procuradora de las Mujeres con el fin principal de proteger al grupo social mayoritario en el país. La creación de este organismo fue posiblemente uno de logros más significativos para las mujeres durante esta época, ya que el discrimen y la violencia contra este colectivo constituye un problema serio en la Isla.
Ahora, en el siglo XXI, a pesar de haber logrado un sinfín de derechos y mejoras en muchos sectores de la vida pública, la mujer continúa siendo víctima de patrones machistas. Por esta razón, la lucha femenina puertorriqueña ha mostrado que aún existe una gran necesidad por perdurar y un gran camino por recorrer. En este contexto, merece la pena señalar que no todos los hombres son machistas, pero lo es el sistema y es imposible escapar de él. El machismo y el patriarcado nos afecta a todos. Los hombres también sufren suposiciones y expectativas basadas en su género y esto les condiciona a vivir y a actuar de cierta manera, aunque su realidad no es comparable con la del «sexo débil».
Las mujeres estamos hartas de ser juzgadas y criticadas por la manera en que nos vestimos o comportamos. Tenemos que soportar críticas por ser mujeres trabajadoras y por la forma en la que trabajamos y elegimos a diario nuestra profesión. Estamos cansadas de que nuestra palabra valga menos o nada, cansadas de la desigualdad, de cobrar menos, de trabajar más. Estamos hartas de empleos informales y precarios, de tener que demostrar nuestra capacidad, nuestras habilidades, nuestra seguridad. Cansadas de que nos maten, de que nos acosen, de que nos violen. Cansadas de que nos consideren nazis por defender la igualdad.
En términos de la brecha salarial, las Naciones Unidas lo ha vuelto a recordar: ningún país ha alcanzado la igualdad de género y las disparidades, la exclusión, el machismo en sus distintas intensidades y vertientes siguen dando lugar a diferencias tan injustas como que llamen un 30% menos a las mujeres para una entrevista de trabajo, o que tengamos que trabajar más para ganar el mismo salario.
En términos de la crianza de nuestros hijos, el hombre no se ve igual de afectado en su carrera laboral. No los despiden ni los marginan. Son las mujeres quienes se encargan, en su gran mayoría, tanto de los hijos, como de los mayores.
El mundo necesita una sociedad igualitaria ahora más que nunca. Una sociedad libre de violencia machista, donde las mujeres puedan vivir sin miedo, con igualdad de oportunidades, con los mismos derechos, corresponsabilidad de tareas y cuidados, y una justicia y educación sin sesgo de género. Todas las personas merecemos el mismo respeto, los mismos derechos, la misma igualdad. Se acabaron las excusas.
Debemos avanzar en nuestra meta por continuar trabajando por los derechos de las mujeres, por la igualdad, por la educación, por erradicar los patrones de masculinidad tóxica. Debemos modelar patrones saludables de relaciones y de crianza, enseñar a nuestrxs hijxs que son capaces de hacer todo lo que se propongan y su género no tiene por qué limitarlxs.
Somos capaces de continuar avanzando en esta meta de lograr una vida más equitativa, justa y de bienestar para todas.”
*Discurso pronunciado el 2 de marzo de 2023 por la Dra. Sarah Platt, en la Asamblea de la Unión de las Mujeres de América, capítulo de Puerto Rico. Restaurante Antonio, Condado, PR*