
Según el estudio “America’s News Influencers” realizado por el Pew Research Center, aproximadamente uno de cada cinco adultos estadounidenses, quienes representan el 21% de la población estadounidense, afirma que recibe regularmente noticias de personas influyentes en las redes sociales. Además, el 77% de estos influencers no tiene ningún tipo de experiencia previa en medios de comunicación institucionales.
No se puede negar que existen influencers que se han convertido en referentes informativos, especialmente entre los más jóvenes, como por ejemplo, Jorge Pabón “El Molusco” aquí en Puerto Rico, quien cuenta con un equipo de producción impresionante, con la capacidad de ofrecer cobertura inmediata de los acontecimientos más relevantes, tanto locales como internacionales.
No obstante, también hay que poner la mirada en el otro lado de la moneda. En diversas ocasiones, se ha señalado que ha utilizado contenido generado por periodistas profesionales sin otorgar el crédito correspondiente. Traigo su caso- no por señalarlo directamente- sino porque es uno de los ejemplos más visibles del fenómeno que quiero plantear: la figura del periodista tradicional está siendo desplazada por creadores de contenido que no necesariamente siguen los mismos estándares éticos y profesionales. Y que sencillamente NO poseen la preparación académica que amerita ser un Periodista.
Y esto, francamente, me parece preocupante…
Mientras que muchos de estos comunicadores responden más a lógicas de entretenimiento y viralidad, los periodistas profesionales, como lo son: Celimar Adames Casalduc, Sandra Rodríguez Cotto, Núria Sebazco Lugo, Omaya Sosa Pascual y José Esteves Montesino, sustentan su trabajo en la ética, la formación académica y la verificación rigurosa de la información. Son ellos quienes, a pesar del creciente desplazamiento y la presión que enfrentan ante la popularidad de los influencers, siguen comprometidos con informar con responsabilidad y profundidad.
No se trata de negar el valor del contenido digital o de quienes lo crean. Se trata de reconocer que la información no puede convertirse en un simple producto de consumo rápido sin consecuencias. Cuando el entretenimiento sustituye al periodismo, lo que está en juego es mucho más que un “like”, es el derecho del público a estar bien informado.
Desde el auge del avance tecnológico, especialmente tras la pandemia del COVID-19, se ha multiplicado el número de personas que se hacen pasar por periodistas profesionales, basándose únicamente en el hecho de tener una plataforma desde la cual pueden difundir todo tipo de información, sin reconocer que puede tener serias implicaciones para la calidad y la veracidad de la información que circula.
Esto ha traído consigo un latente protagonismo por parte de los influencers, sí tienen un protagonismo indiscutible, que ha provocado una disminución en la credibilidad de los profesionales del periodismo, mientras los “influencers” comienzan a destacarse, o incluso posicionarse, como fuente principal de información en temas educativos, políticos, de salud, entre otros. Resalto que esta fama puede surgir a raíz de un video irrelevante o un suceso cómico; no necesariamente proviene de haber informado o cubierto algún tema de manera seria o rigurosa…
Los medios de comunicación han fallado en educar a la audiencia sobre el fenómeno de los influencers, un fenómeno que ha transformado no solo la manera en que la información se transmite, sino también cómo se recibe e interpreta. Asimismo, han fallado en destacar las diferencias entre un periodista profesional, con formación académica y ética, y una persona sin preparación que difunde mensajes con evidencia escasa o nula, amparada únicamente en su carisma y popularidad.
Una sociedad mal informada o desinformada es sinónimo de una sociedad perdida porque la información es la base de todo… ¿Qué quiero decir con esto? Si, como profesionales, permitimos que personas no capacitadas dominen nuestros medios, como seres sociales seremos incapaces de tomar decisiones seguras y fundamentadas, tanto a nivel individual como colectivo, información vital para decisiones inmediatas y futuras.
Por esta razón, considero imperativo destacar la diferencia entre un profesional del periodismo y alguien que, en la gran mayoría de los casos, no posee la formación necesaria para sustentar la información que ofrece. Asimismo, exhorto a la ciudadanía a informarse a través de fuentes confiables e identificar siempre el origen de la información porque también la desinformación es responsabilidad nuestra, de la audiencia.
Reitero la expresión de la presidenta de Overseas Press Club, Gloria Ruiz Kuilan, en su campaña: «No somos lo mismo»: Los periodistas somos profesionales con una responsabilidad indelegable de informar sin matices.
