Opinión: «Arecibo (NO) crece»

ARECIBO NO CRECE FINAL
(Foto suministrada).

Por: Genesis J. Figueroa Torres (genesis.figueroa6@upr.edu)

 

El pasado miércoles 25 de enero, la asamblea municipal de Arecibo aprobó la enmienda a la ordenanza número 64, serie 2013-2014, a fines de establecer una tarifa por el recogido de desperdicios sólidos no peligrosos en dicho pueblo.

La ordenanza, además de enaltecer al señor Carlos M. Molina Rodríguez con la siguiente línea: “actualmente las finanzas de nuestro Municipio han mejorado gracias a las gestiones asertivas y valientes de este honroso cuerpo y nuestro Honorable Alcalde,” establece las tarifas y reitera una y otra vez la dudable credibilidad de este líder político.

Dicho esto, ignoro las razones para el elogio al “Honorable alcalde”, quien lleva cuatro años en el poder y nos guste o no, debe responsabilizarse por la deuda que dicho municipio arrastra y cuyo deterioro es evidente y parece ir en aumento.

Se lee en la ordenanza que el dinero recaudado del cobro a los ciudadanos solo se utilizará para pagar la deuda con las compañías del recogido de desperdicios. Sin embargo, nuestro alcalde en entrevista con un periódico del País expresó: “lo que vamos a incentivar es que la gente recicle y ese dinero que yo le pagaba a las compañías de basura, lo utilizaré para arreglar carreteras, los parques, para darle servicio directo a la gente, porque me va a sobrar un poquito más”.  

Ahora, ¿quién me asegura a mí que ese “poquito más” que le va a sobrar a Molina no es para costear otro de los inventos que alimentan el engañoso lema “Arecibo Crece”?  El Honorable alcalde parece estar equivocado en cuanto al significado de progreso y modernidad. Asimismo, parece ser uno de los pocos que creen que Arecibo crece con una estatua de un colonizador de más de 443 pies de altura confeccionada por un ruso y que poco tiene que ver con la Ciudad del Cetí. Seguramente después del gasto estimado de ($95 millones) que costó montar dicha estatuita, el alcalde recordó la deuda con la compañía de recogido de desperdicios sólidos y ahora quiere que nosotros, los ciudadanos, paguemos por su mala memoria.

Volviendo a las tarifas que se quieren establecer en cuanto al recogido de basura en Arecibo, la primera es de $2.50 semanales, lo que sumaría $130 dólares al año por residencia. La segunda tarifa es de $9 dólares mensuales, lo que equivale a $108 al año por residencia. Y la última tarifa es de $7 dólares mensuales que serían $84 anuales, ¡porque si te quieres economizar alguito debes pagar los $84 de una!

Con estas tarifas se busca incentivar a los ciudadanos a reciclar, según las expresiones del alcalde. No obstante, como residente de este pueblo, en mi casa todavía yace en una esquina recóndita el zafacón de reciclaje que repartió usted mismo para el 2012 y que después de unos meses canceló el contrato con la compañía y todo quedó en el limbo. ¿Seguro que esta vez quiere que reciclemos?, por qué quien incentivó el primer plan no efectuado fue usted.

Aún no se ha revelado el nombre de la compañía que cobrará estas tarifas. Tampoco sabemos si el dinero que paguen los ciudadanos será para zanjar la deuda con las compañías de desperdicios sólidos. Encima de todo, aún estoy esperando la vista pública que se supone que se realice antes de firmar la ordenanza.

No me molestaría (para nada) pagar una tarifa para que se recojan los desperdicios sólidos en mi casa si nuestra realidad como municipio fuera otra. Es decir, si viviera en un pueblo donde las calles no tuvieran ni un agujero. Si pudiera caminar por el casco urbano sin ver un local abandonado. Si no solo se recortara la grama de frente al Petaca Iguina, si se le diera un buen mantenimiento a las alcantarillas y pudiera guiar felizmente sin ensuciar mi auto por las pobres condiciones de la infraestructura. Si el alcalde fuera dado al pueblo y no al bolsillo de sus amigos; si no hubiesen cerrado los “Head Start” del pueblo que dejó sin empleo a familias enteras. Si en el “Arecibo Light House” no se maltrataran los animales que tienen prisioneros. Si se apoyaran las entidades que fomentan las limpiezas de costas. Si se defendiera el arte de aquí y no se reclutara en su mayoría, a activistas del partido como empleados de la Alcaldía. Si el señor Molina no hubiese clausurado el Centro Geriátrico Villa Campestre. Si no quisieran asfixiarme con el incinerador…

Respiro, suspiro y sueño con que algún día Arecibo, mi pueblo, sí crezca y se desarrolle como lo hacía hace tantos años… Mientras tanto, sepa, Honorable Carlos M. Molina, que el pueblo no cabe en su bolsillo.

Author: Genesis FigueroaEstudiante de periodismo de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. Fotógrafa oficial de Tinta Digital

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