Por: Christian Michael Serrano Irizarry (christian.serrano8@upr.edu)
Las personas no deciden dónde nacer y tampoco dónde crecer. En cambio, sí podemos decidir lo que nos conviene y lo que no. Solo nosotros sabemos cómo queremos ser recordados en el futuro.
José Feliciano es natural de Arecibo y fue criado en un hogar cristiano. Aunque comparte nombre con un famoso músico, nunca se interesó por este campo. A la edad de los doce años comenzó a fumar marihuana y más tarde, a consumir heroína y al alcohol.
“Nací en el residencial El Cotto, lugar que tiene mucha influencia negativa y positiva, porque en los residenciales hay de todo. Hay lugares donde influyen, pero no determinan al ser humano, desde pequeño yo comencé a ver personas en el mundo de las drogas y entendía que ese era el camino correcto”.
A pesar de ver que sus amigos morían o eran encarcelados con sentencias de larga duración, él aún seguía consumiendo sustancias y eventualmente también terminaría vendiéndolas.
“Cuando caes en la problemática de la adicción a las drogas, tú te atas y ves la vida de otra perspectiva porque te crees que todo va a girar a alrededor tuyo”, explicó.
Algo que marcó a José fue la muerte de un amigo cercano, un golpe que le motivó a restaurar su vida. “Las muertes de mis amigos me marcaron, yo tenía un amigo que era pelotero, un muchacho que vinieron los escuchas a reclutarlo para llevárselo a una universidad para las grandes ligas. Recuerdo que hablé con él un viernes y el sábado en la mañana, me llamaron que lo habían matado. Eso a mí me marco… y ahí fue que yo dije: Salgo de aquí o a mí también me van a matar, o voy a morir aquí por la adicción a las drogas”.
Pulsa AQUÍ para ver parte de la entrevista a José Feliciano Santiago.
Luego de doce años en la calle y en el mundo de las sustancias ilícitas, llegó al Centro de Transformación de las Tinieblas a la Luz Admirable (CTTLA), lugar que lo ayudó a romper con el vicio. Una experiencia de vida que lo marcó en el Hogar fue que una vez se le paralizó el corazón y estuvo a punto de fallecer por unos minutos.
“Rompiendo vicio una vez se me paralizó el corazón. Gracias a Dios, aquí había un muchacho que era paramédico que también estaba en el proceso de romper el ciclo del vicio. Trataron de darme lo que es el CPR y ese tipo de cosas, pero tuve una experiencia porque mientras no tenía pulso, ya no respiraba; obviamente se me había paralizado el corazón. (Vi) un vacío oscuro y en medio de ese vacío, yo escuché la voz de Dios que me llamó por mi nombre. Me dijo: José yo soy Jesús, yo quiero darte vida. De momento comencé a ascender y abrí los ojos cuando ya tenía a todo el mundo encima de mí y ya habían llamado a mi familia que se prepararan porque ya había fallecido… Todo esto fue un episodio de seis minutos”
Esa experiencia fue lo que lo mantuvo firme hasta graduarse del hogar, declarado por fin, libre de las drogas. El problema de la cárcel y los hogares es que una vez que se “rehabilitan”, muchos no tienen a dónde ir y se ven obligados a volver al mismo lugar de dónde salieron.
En el caso de José, él estaba decidido por cambiar su vida y terminó su cuarto año con el promedio más alto (3.85) entre más de veinte personas que tomaron el examen el mismo día. Luego se propuso ir a la universidad.
“La universidad fue un caos para mi… porque a mí me botaron de la escuela cuando estaba en séptimo grado. Recuerdo que comenzando las clases, tomé una clase de matemáticas y se me hizo bien difícil porque no entendía nada, ya que no tenía una base en (eso). Y me quite de la universidad”.
Más adelante conoció a una amiga quien lo motivó. “José, has pasado por tanto en la vida que yo creo que la universidad es algo que puedas superar”. Le comentó sobre las tutorías y oportunidades de aprendizaje que existen en la propia universidad.
“Me fui a otra universidad y la primera clase que me dan es matemáticas y me frustré. Decidí hablar con el profesor, quien me dijo que el material que enseñaba era de escuela superior y yo le dije que el problema era ese: que nunca había ido a la escuela superior y le comenté mi testimonio al profesor”.
El profesor decidió asignarle un alumno a José para que le brindara tutorías y lo ayudara con el material de la clase. Solo le puso una condición a Feliciano: que no faltara ni un solo día a la clase.
Eventualmente el empujón le permitió graduarse de la Universidad Interamericana Recinto de Arecibo con un Bachillerato en Administración de Empresas. Algo que lo marcó fue el hecho de no tener ni a un solo familiar con él, el día de su graduación. Luego, consiguió un trabajo en la industria del cine como asistente de gerente y más tarde, gerente.
“En el cine yo conseguí una cartera de un abogado y tenía mucho dinero. La custodié y la guardé. A los dos días el dueño fue por allí (al cine) y me dijo que era fiscal de distrito y que se le había perdido la cartera. Le dije que no se preocupara porque yo tenía una cartera y le expliqué cómo era para saber si era la misma, y se la entregué con todo su dinero. Recuerdo que él me quería dar un dinero como recompensa, pero le dije que no, porque la honradez no tiene precio”.
El fiscal se ofreció a ayudarlo y luego de hablar con él, José le confiesa que tenía el récord dañado.
“Me dijo te espero el lunes en mi oficina, me consiguió un abogado y me orientaron. El abogado hizo una moción y el tribunal me limpio el récord”.
Hoy día José Feliciano Santiago tiene 52 años y es el director del Centro de Transformacion de las Tinieblas a la Luz Admirable, y cuenta con la certificación internacional de terapista de adicción y como especialista en adicción, a nivel internacional. La misma solamente dieciséis personas la tienen en Puerto Rico.
“Vamos a trabajar con lo que ellos nos piden (ASSMCA) pero también con una estructura nuestra. Establecimos un plan donde existiera: normas, reglas, disciplina, psicosocial, psicoterapeuta y espiritual. Recogemos todo que el individuo necesita para su proceso de re-adaptación a la libre comunidad y que la comunidad lo acepte como una persona madura”.