Cada paso, un latido de gratitud

La mañana del martes, 18 de noviembre, llegué a la Universidad de Puerto Rico en Arecibo sintiendo una emoción distinta. No era cualquier día. Íbamos a tener la Primera Asamblea de la Clase Graduanda, y aunque ya sabía que sería un momento importante, jamás imaginé la magnitud con la que ese día me transformaría. Caminé hacia el Auditorio de Enfermería con una mezcla de entusiasmo y curiosidad, sin saber que, en cuestión de minutos, una sola palabra iba a tomar todo el protagonismo de mi vida: gratitud.

Entré al auditorio y vi a la profesora Nayla N. Báez Román de pie frente a todos, lista para comenzar la asamblea. Su energía llenaba el lugar de una forma especial, como si ella también entendiera que este no era un encuentro cualquiera. Y entonces, lanzó una pregunta que atravesó el salón entero como una flecha directa al pecho:

-“¿Ustedes saben todo lo que han tenido que pasar para llegar aquí?”

En ese instante, el tiempo se detuvo. De repente, lo entendí:

Me voy a graduar.

Camila… ¡te vas a graduar!

No fue un pensamiento suave ni lento. Fue un golpe emocional, un “Dios amado, esto está pasando de verdad”, un despertar repentino que me dejó sin aire por unos segundos. Había esperado este momento, claro que sí. Había imaginado la ceremonia, el traje, las fotos, la graduación… Pero nunca había sentido, tan profundamente, la realidad detrás de todo eso: los años vividos, los esfuerzos, los sacrificios, los miedos superados, todos esos logros que parecían pequeños en su momento pero que hoy forman parte de un camino inmenso.

El 2022 regresó a mí de golpe. Me vi entrando por primera vez a este campus, con miedo, pero llena de sueños, comenzando mi Bachillerato en Comunicación Tele-Radial con énfasis en Relaciones Públicas y Publicidad. Recordé las primeras amistades que se convirtieron en compañía esencial, las noches en vela terminando trabajos, los proyectos que me hicieron crecer, los profesores que me retaron, los días fuertes y agotadores, las risas que hicieron que todo valiera la pena.

Camila A. Albelo Pérez el lunes 15 de agosto de 2022
Primer día de clases en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Arecibo

Cada recuerdo pasó frente a mí como si la vida me estuviera mostrando una película en segundos.

Todo giraba en torno a una palabra: gratitud.

Gratitud por mis inicios, por mis tropiezos, por mis logros, por el apoyo incondicional de mi familia y por mis acompañantes en este viaje. Gratitud por mis días buenos, pero también —y sobre todo— por los difíciles, porque ahí fue donde me descubrí capaz.

Mientras intentaba procesar esa mezcla de emociones, la reunión siguió su curso. Hablaron de fechas, actividades, compromisos. Y entonces escuché mi nombre. Me estaban nominando para formar parte de la directiva de la clase graduanda, primero como Vice-Presidenta; lo cual rechacé por la gran responsabilidad que tengo con mi Práctica e Internado, y luego buscaron una segunda opción, nominarme como Vocal, lo cual acepté.

Un nudo se me formó en la garganta. Sentí sorpresa, orgullo y una responsabilidad enorme… pero, por encima de todo, sentí gratitud. Agradecí la confianza de mis compañeros, el reconocimiento, el gesto de incluirme. Acepté la nominación porque entendí que esta etapa merecía ser vivida con entrega total, y que debía cerrar estos años con la misma intensidad con la que los viví: agradecida.

A medida que hablaban, mi mente empezó a viajar hacia el futuro.

Mayo: Mi graduación.

De enero a mayo solo me quedan la práctica, el internado y una clase a distancia. El resto… ya está casi completado. Sentí un pequeño temblor interno: el miedo inevitable del cambio. El famoso “¿y ahora qué?” apareció. Y, por un momento, ese miedo quiso ocupar demasiado espacio.

Pero algo lo detuvo. Una certeza. Una voz suave dentro de mí que dijo: Mira todo lo que has superado. Mira quién eres ahora. Mira cuánto has crecido: personal y profesionalmente.

Y ahí volvió la gratitud, más fuerte que el miedo.

Gratitud porque esta etapa me transformó.

Gratitud porque Dios me ha acompañado en cada paso.

Gratitud porque el futuro, aunque desconocido, brilla.

Cuando la reunión terminó, salí caminando lentamente, como si necesitara tiempo para asimilar todo. El campus de repente se veía distinto: más significativo. Cada pasillo parecía recordar una versión diferente de mí. Cada edificio tenía una historia para contar. Cada espacio guardaba risas, conversaciones y silencios importantes.

Mientras caminaba, entendí algo que ahora guardo profundamente en el corazón:

Ese martes no fue solo una asamblea. Fue el momento exacto en que la vida me detuvo para mostrarme lo lejos que he llegado.

Y entonces, lo supe con certeza.

La gratitud no era un sentimiento pasajero.

Era el hilo conductor de todo este camino.

Era la fuerza que me había sostenido sin que yo siquiera lo notara.

Hoy, mientras miro hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo, solo puedo decir que este camino universitario ha sido retante, luminoso, transformador… y, sin duda, profundamente hermoso.

Y por todo eso, por absolutamente todo, solo puedo sentir: gratitud, gratitud, gratitud.

Author: Camila A. Albelo PérezPuertorriqueña apasionada por el Periodismo y las Relaciones Públicas. Estudiante en el Departamento de Comunicación Tele-Radial en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. Mi enfoque está en crear conexiones auténticas para desarrollar proyectos auténticos.

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