Por: Hillary A. Gerena Casanova (hillary.gerena@upr.edu)
A través de la creatividad, Leandra Sepúlveda emprende un negocio llamado Entrópico que le permite mostrar sus dotes artísticos y auto sustentarse.
En Puerto Rico, son cada vez más las mujeres que utilizan el arte como canal a través del cual expresar sus experiencias de vida. Leandra Sepúlveda, una arecibeña de 20 años, es una de ellas. La joven ha sabido equilibrar sus pasiones en la vida con el aprendizaje adquirido por medio de las duras experiencias que ha sufrido, sobre todo por problemas de salud. En el 2018, fundó su empresa conocida como “Entrópico”, donde vende piezas fabricadas en madera y metal.
Entrópico nació de una idea que le surgió dos años antes, cuando empezó a tratarse un cancer de ovarios con sesiones de quimioterapia. “Siempre he sido fanática de la joyería, a mí me gusta estar con mis pulseras y collares”, expresa. Y es que siempre le ha gustado estar actualizada sobre las nuevas tendencias dentro del mundo de la bisutería, sobre todo cuando de aretes grandes, simbólicos y coloridos, se trata.
Yo quería hacer mi propio negocio, que saliera de mí y que tuviese mi estilo”, aclara.
Con dos valiosos materiales- la madera y el metal- nació el concepto. Leandra visitaba diferentes suplidores para conseguir dichos materiales que luego vendería a sus clientes. Su primer producto fueron unos aretes que no vendió, sino que mantuvo para su uso personal. Luego, empezó a confeccionar más joyería a base de polymer clay de diferentes colores, que moldeaba a su gusto, dependiendo del diseño que tuviese en mente para el cliente.
“Ahora mismo, Entrópico es mi trabajo. Esto es serio, literalmente mi único sustento es Entropico”.
Por el momento, la empresaria tiene más ideas para ampliar su negocio. Una de ellas es implementar más variados accesorios como sortijas coloridas, que pronto estarán a la venta. Siempre busca dejar su identidad personal plasmada en cada una de sus creaciones. Aunque, en un futuro no se visualiza con este negocio, sino un restaurante, de momento piensa mantenerlo con mucho esfuerzo y dedicación. Una de sus metas a largo plazo es montar un local gastronómico una vez termine sus estudios, aunque- de momento- prefiere mantener la idea en secreto.
Los problemas de salud de Leandra se remontan a cuando apenas tenía 10 años de edad. En el año 2010, fue diagnosticada con Diabetes tipo 1. Al principio, la noticia fue muy difícil especialmente dentro del entorno escolar donde era la única niña con esta condición, y no muchos niños o docentes tenían el conocimiento suficiente sobre la misma.
“Con el tiempo, gracias a la ayuda de mi familia pude aprender a manejar y mejorar mi estilo de vida”, precisó. Reflexionando sobre cómo fue su niñez con esta condición, expresa que gracias a su familia pudo conocer nuevas amistades. Esto por medio de un campamento para niños con diabetes, en el que pudo compartir muchas experiencias y desarrollar empatía con otros niños que compartían su condición.
“Esto (la diabetes) es algo que no es el fin del mundo y lo podemos manejar; la clave está en no quitarse. Siempre estar al tanto de tu salud, yendo a las citas médicas, hacer ejercicio, hacer la dieta correctamente y estar pendiente a tus análisis”. Aunque en algunas ocasiones, Leandra ha dejado saber que no ha sido fácil, pero que no permite que esta condición sea un obstáculo en su vida.
Cuando recuerda los momentos más duros de su vida, no puede dejar de mencionar el segundo diagnóstico que, en el 2018, cambió su manera de ver la vida. Un día se encontraba haciendo ejercicios como de costumbre cuando comenzó a notar un dolor en el área pélvica.
En su primer año universitario, su abdomen empieza a cambiar. “Sentía como si fuese una piedra y me tocaba y yo decía dentro de mi yo siento algo pero en realidad no sé que es”. En una cita con su cardiólogo durante un sonograma, Leandra le comenta al galeno su malestar. “El doctor comienza a decirme que no ve el riñón, que hay algo que lo está tapando y que es muy grande”.
Dos teratomas de alrededor de 21 centímetros habían crecido en sus entrañas. Durante ese mismo mes Leandra fue operada de inmediato. A principios de enero 2019 su doctor le comenta que tenía que recibir quimioterapias, debido a que aún quedaban células cancerígenas. “Tuve complicaciones porque una de las quimios afectaba los pulmones, la vista y la audición”. Ante esto, Sepúlveda se tuvo que dar de baja en su segundo semestre universitario.
A pesar de la situación por la que estaba enfrentando Leandra en esos momentos, una vez más la vida le dio una segunda oportunidad. Su familia le sirvió de motivación y cuando se encontraba en el momento más oscuro de su vida, le daban fuerzas. Especialmente su abuela que a pesar de que vive lejos, siempre la estuvo acompañando durante este proceso. Gracias a ella pudo emprender lo que hoy día es su negocio.
Actualmente, Leandra se encuentra muy estable de salud y considera su historia como «un milagro de vida».