Por: Jankarlos Matias (jankarlos.matias@upr.edu)
El COVID-19 ha impuesto un proceso de adaptación a todo el sector religioso en Puerto Rico. Esta nueva realidad es evidente en la transformación que ha tenido que tomar la simbólica Parroquia San Antonio de Padua de Isabela, para continuar sirviendo a sus congregantes.
La parroquia, localizada en el pueblo de Isabela y cuya presencia data atrás más de 200 años, ha cambiado radicalmente su manera de llevar a cabo sus servicios religiosos a la comunidad, ante la nueva realidad impuesta por el COVID-19.
Desde la reapertura de las Iglesias por parte del gobierno, la parroquia ha comenzado a transmitir sus misas dominicales a las 10:00 a.m., virtualmente, a través de Facebook Live y el acceso al templo parroquial ha sido limitado por las medidas de seguridad ante el COVID-19.
Para ayudar con el cumplimiento de los protocolos establecidos, se han utilizado ujieres durante las misas que controlan el flujo de acceso al templo y se encargan de la desinfección de éste.
Rafael Natal, el sacristán de la parroquia, detalló las medidas utilizadas para proteger a los feligreses del contagio de este virus:
- se requiere el uso obligatorio de mascarillas
- debe sacarse cita previa antes de cualquier visita a la parroquia
- capacidad reducida de 120 feligreses en el templo parroquial
- se debe verificar la temperatura y desinfectar las manos antes de entrar cada persona
- acceso solamente por la puerta principal y la salida únicamente por las puertas laterales
- luego de cada misa, se desinfecta todo el templo
Además, las actividades que normalmente se realizan por parte de la parroquia para acercarse a la comunidad, tales como retiros, seminarios, reuniones de grupos pastorales, han sido eliminadas o intercambiadas por reuniones virtuales.
Estos cambios han traído sus dificultades a la Iglesia, según señaló el sacerdote Wilfredo Echevarría, vicario de la parroquia.
Según Echevarría, un problema ha sido “la baja numérica de la feligresía”. Esto, por su parte, conllevó a que disminuyeran las entradas económicas de la parroquia.
“Mucha gente, por tener miedo a contagiarse, no viene a los templos”, puntualizó Echevarría.
Wilfredo declaró que, “Hay una propaganda en la calle que está insistiendo que los templos son lugares de contaminación”.
Al inicio de la pandemia, durante el cierre total que se produjo, Echevarría señaló que se afectó fuertemente su interacción con los feligreses.
Esto, ya que se cancelaron los servicios funerarios y los sacramentos en las casas. Sin embargo, en los pasados meses, se está acudiendo a cualquier persona que solicite servicio domiciliario.
“Desde el mes de agosto para acá, estamos yendo normalmente a cualquiera que nos solicite servicio en la casa”, expresó Echeverría.
Con respecto al futuro de la parroquia y la comunidad religiosa, tras esta pandemia, el sacerdote declaró que “todos tenemos que aprender a vivir” con el COVID-19, “como con las otras epidemias que hemos tenido históricas.”
“La medicina hace su trabajo, buscando los remedios que sean necesarios o curativos, para que las personas puedan sanar de sus enfermedades”, continúo expresándose Wilfredo.
“Tenemos que aprender a vivir con esa realidad.”, puntualizó Echevarría.
Natal también relató las dificultades que tuvo al no poder ejercer su rol debido a la pandemia
“Al principio de la pandemia fue difícil al no poder ir a cumplir mis funciones diarias», comentó Natal.
Para asegurarse del cumplimiento de los protocolos establecidos, Natal se encarga de limpiar el templo a diario y garantizar que se cumplan con las medidas de prevención.
Esto es algo que él asegura “no es difícil, ya que los ujieres y la feligresía cooperan con las medidas de prevención.”
Natal se expresó acerca del futuro de la parroquia, ante todas las alteraciones y comentó: “A pesar de que se puede recibir menos feligresía, veo la parroquia bien ya que la feligresía ha cooperado tanto con la prevención y lo económico en este momento. Así que, en el futuro no muy lejano, mi esperanza es regresar a la normalidad.”