Por: Karina del Sol González Soto
Más que una ciudad, es otro mundo
Durante Semana Santa, me di una escapada con unas amigas para la ciudad que nunca duerme: Nueva York. Fue mi primera vez visitando este hermoso destino, en donde estuve alrededor de cinco días. Estar lejos de casa me permitió conocer todo un mundo, pero desde una misma ciudad.
Jueves, 14 de abril de 2022: Viaje hacía una ciudad desconocida
Al llegar al aeropuerto Luis Muñoz Marín, una mezcla de emociones arropó mi cuerpo. Era mi primera vez viajando sin mis padres. Sentía una enorme felicidad, estaba emocionada, pero a la vez nerviosa y con mucho temor, ya que iba sin la protección de mi super héroe, mi papá.
Éramos cuatro jíbaras viajando a una ciudad desconocida, bueno, a una ciudad, era donde creíamos que llegaríamos.
A las 12:25 de la madrugada, el avión prendió la turbina y despegamos de Puerto Rico. Ya sentada en el avión me propuse dormir, pero la ventana quedaba justo a mi lado y me era imposible dejar de mirar las hermosas nubes que acompañaban el avión.
Ver cómo sobrevolamos a tanta altura y pensar en la inmensidad del cielo, me era impresionante. Desde que comenzó la pandemia, no había tenido la oportunidad de viajar y estaba anonadada con la vista a cientos de kilómetros de altura.
El panorama era impresionante, pero por lo tarde, logré dormir, aunque entre siestas.
Al llegar a tierra estadounidense, volamos por una extensión enorme de casas muy juntas, para luego aterrizar en el aeropuerto de Newark- Liberty, a las 5:06 de la mañana.
El paso por el aeropuerto fue rápido y más fácil de lo que pensé. Ya con maletas en mano, nos pusimos los abrigos para salir a conocer la enorme ciudad. Al salir, pudimos sentir el aire fresco como de unos 60 grados. Era como caminar en aire acondicionado, pero en todo momento.
A las afueras del aeropuerto nos esperaba un taxi, para llevarnos al hotel: Sheraton New York en Times Square. Al montarnos, desde ese preciso momento, comenzaba a salir de la burbuja en la que estaba acostumbrada a vivir. No me imaginaba el choque de culturas con el cual me iba a encontrar.
El chofer que nos esperaba era asiático y cruzó muy pocas palabras con nosotras, la música que nos acompañaba de fondo durante el camino, era música asiática, por ende, no entendíamos nada. Al llegar al hotel, el chofer muy cordialmente se despide con una enorme sonrisa y un: “Have a nice day”.
Esa primera mañana fue tranquila, caminamos por Times Square, admirando las grandes pantallas y enormes edificios que hacían que nos sintiéramos tan pequeñas como hormigas.
Luego en la noche, nos moveríamos al Bronx, para visitar el estadio de los Yankees, que queda como a 15 minutos en carro de Manhattan.
Al salir de Times Square pude notar cómo los edificios dejaban de ser tan grandes y los rascacielos se tornaban en casas de ladrillo más pequeñas, dando indicio de que había entrado en una zona más pobre o así fue como lo percibí.
Al llegar al estadio de los Yankees, pudimos disfrutar de una buena noche de béisbol. Aunque fue una noche fría ya que desde la tarde estaba lloviendo, cosa que provocó que la temperatura comenzara a bajar. Fue en ese momento donde añoraba el calor de mi isla, pues mi cuerpo no estaba acostumbrado al frio.
El Yankee Stadium es un recinto deportivo ubicado en El Bronx, Nueva York, el cual alberga los partidos que se disputan como locales: los New York Yankees de las Grandes Ligas de Béisbol. Es el inmueble más caro jamás construido en la historia del béisbol; y el segundo recinto deportivo, a nivel mundial, detrás del Estadio de Wembley.
La noche cayó y los enormes focos de luz alumbraban el parque y el más allá. El estadio se fue llenando poco a poco, hasta llegar a su capacidad máxima. Estar en un parque de grandes ligas, viendo los mejores jugadores del mundo, provoca que cualquier fanático del béisbol alucine de la emoción y ese fue mi caso.
Nuestra primera noche en New York, la pasamos en el Bronx. En la sexta entrada del juego decidimos irnos de vuelta al hotel, por lo tarde que era y al salir, el guardia de seguridad nos dijo: Be safe. No pensé que esas palabras salieran de su boca y fue en ese momento cuando la preocupación de estar solas y lejos de casa invadió mi mente.
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Viernes, 15 de abril de 2022: Empire State building
Nos levantamos temprano en la mañana para aprovechar el día que sería largo. Eran muchas las paradas que nos esperaban, entre ellas hermosos edificios que nos dejarían asombradas.
Al entrar en el enorme rascacielos, pude ver diversidad de personas, al tomar el elevador, comencé a escuchar diferentes idiomas a mi alrededor, haciéndome sentir confusión.
Inaugurado en la Quinta Avenida de Manhattan en 1931, el Empire State Building, se encuentra en el corazón de Nueva York. Símbolo del poder de la industria estadounidense, fue el primer edificio del mundo en tener más de 100 plantas y su estructura de acero se consideró una maravilla moderna.
Fueron varios los kilómetros caminados, entre tienditas de souvenirs, restaurantes, personas de diferentes partes del mundo, taxis, semáforos, carritos de comida occidental en cada esquina, mezcla de olores, ruidos y más detalles guardados en mi memoria. Una verdadera explosión sensorial.
En fin, sin querer queriendo ese día atravesamos la inmensa ciudad a pie.
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Sábado, 16 de abril de 2022: Dama de la Libertad y Central Park
Para continuar turisteando por Nueva York, visitamos dos de los lugares más relevantes e icónicos de la ciudad.
Ya a las 9:00 de la mañana estábamos tomando el ferry, que nos llevaría a la Isla de la Libertad, para ver el Monumento de la Libertad de cerca.
Eran muchas las personas tomándose fotos y admirando a la hermosa dama de la Libertad. Pero, ¿realmente es libre?, estando frente a la estatua, la cual estaba arropada de gente a su alrededor, me puse a pensar en que quizás mis amigas y yo éramos más libres que la misma Estatua de la Libertad.
La estatua representa a la libertad en forma de mujer, la misma está pisando unas cadenas rotas que sugieren la opresión y sosteniendo una antorcha que apunta hacia el cielo con una mano y en la otra sostiene una tabla con la inscripción “JULY IV MDCCLXXVI” (4 de julio de 1776), fecha de la Declaración de Independencia Americana.
Al terminar el recorrido, partimos hacia Central Park. Una vez allí, caminamos hasta encontrar un guía turístico que nos llevaría a conocer en detalle el lugar. El guía era de mamá puertorriqueña y papá dominicano, lo cuál hizo que la conversación fuera más amena, fluyera con más confianza y nos sintiéramos como en casa.
Tanto fue así que terminamos el recorrido, bailando merengue y con música boricua.
El parque era inmenso, demasiada gente junta en un mismo lugar. Niños jugando, personas corriendo bicicleta, otros ejercitándose, otros sentados observando a la gente pasar, comiendo en los carritos de comida que había por allí, otros pasaban de prisa con sus maletines de trabajo. También habián secciones de fotos, jóvenes bailando y cantando para ganarse la vida, entre otras tantas cosas vistas en un solo lugar.
Una experiencia inolvidable la vivida en Central Park.
No es un adiós, sino un hasta luego Nueva York
La vida en Nueva York no deja de deparar sorpresas para quienes lo visitan. El choque de culturas y de nacionalidades es impactante. Desde la comida, el clima, el ambiente, la vida tan acelerada, es demasiado distinto a nuestra burbuja y realidad puertorriqueña.
Nueva York sin duda alguna, no es una mera ciudad, más que la capital del nuevo mundo, como muchos la llaman, es otro mundo.
Con ansias de volver para seguir descubriendo el nuevo mundo.