“Existe un lenguaje que va más allá de las palabras”. -Paulo Coelho
Por: Marié E. Rivera Diaz (marie.rivera3@upr.edu)
Faltan cinco minutos para irme de break, llevo cuatro horas trabajando. Otro día normal en esta tienda. Vender zapatos, medias y bultos, se vuelve mi rutina diaria. Ya he vendido $120.00, estoy pensando qué me falta para completar el día. Mientras etiqueto un calzado con su precio, llega una pareja. Un hombre de tez blanca y apariencia husky que me extiende una sonrisa. La mujer de cabellera castaña, un poco más baja que su acompañante. Ambos de 40 años aproximadamente. Entretanto, verifico el precio que lleva el zapato, los saludo:
-Hola familia ¿Cómo están? ¡Bienvenidos!
La pareja no responde. Opto por seguir con mi rutina, ya que es normal que los clientes me ignoren.
Miro el reloj y ya es hora de ponchar el break. 2:30 exactamente.
El par observa detenidamente un bulto. Les pregunto:
– ¿Necesitan ayuda? El individuo sonríe y asiente con la cabeza. Me dirijo hacia él y le digo:
– ¿Cuál bulto es?
El hombre de camisa blanca y pantalones cortos se acerca y me expresa en señas que es sordomudo. Pude entenderlo rápidamente porque llevo meses aprendiendo señas vía internet. Me emociono y le brindo una gran sonrisa. Olvido que es tiempo de ir a almorzar y decido ayudarlos. Acto seguido la señora, quien también es sordomuda, me pregunta asombrada que si los entiendo. Afirmo con mi cabeza. Ambos se miran y sonríen. Yo me entusiasmo al saber que son las primeras personas con las que practicaré lo aprendido en internet. Suelto la preciadora y el zapato. Me presento con ellos. Utilizo el lenguaje de señas para darles una cálida bienvenida nuevamente y dejarles saber mi nombre.
Al mismo tiempo que les enseño la mochila, pienso en la felicidad que hemos expresado todos al poder entendernos. Al mostrarles el precio del bulto azul claro, se asombran, pues en realidad tiene un precio elevado. Yo queriendo ayudarlos, busco entre las cajas a ver si quedan cupones de descuento, pero ya se han acabado.
“La mochila es para mi esposa”. Me expresa en señas el señor, mientras le mira risueñamente. “Le ha encantado”. Sus miradas se cruzan. Solo basta conectarse visualmente para entenderse. Parecen dos chicos universitarios viviendo pleno climax del amor. Los dejo a solas para que decidan si van a realizar la compra, yo me dirijo a explicarle a la gerente por qué no he tomado mi break. Cuando vuelvo donde los felices clientes, me informan que comprarán el artículo. En el proceso de pago, sigo comunicándome con el enamorado que me explica cariñosamente que no importa el precio, el solo quiere ver feliz a su amada. Les doy las gracias y me voy a almorzar.
Con comida en mano, le cuento lo ocurrido a mi pareja quien almuerza conmigo. Mi felicidad es notable. No puedo ocultar la satisfacción que siento de haber ayudado a esas personas y que se sintieran a gusto en la tienda. Mi novio se sorprende. Y me cuenta:
– “Cuando yo trabajaba en el restaurante, constantemente iba una pareja de sordomudos y siempre pedían lo mismo. Ya con el tiempo sabía lo que querían y todo era más fácil de entender. De verdad que los admiro, ¿Serán los mismos que fueron a tu tienda?”.
Yo me quedo pensativa y le digo que no sé. Mientras comemos, ambos nos quedamos con la incógnita de si sería la misma pareja o no. Lo único de lo que hablábamos era de que queríamos ser como ellos y que solo importara nuestra felicidad. Al final de cada día solo tener una buena comunicación entre nosotros. Desde este día nació la promesa de tomar de ejemplo a aquellos que no tienen barreras para el amor, ni para entenderse entre ellos mismos.
Solo bastó una mirada para que una sonrisa resplandeciera en su rostro. ¿Por qué no tener un acompañante de vida que te mire como aquel caballero miraba a su esposa? ¿Por qué no tener a alguien que te exprese sus señas de amor?
Mercedes Sosa dice en su canción “No importa el lenguaje ni las palabras. Ni las fronteras que separan a nuestro amor. Quiero que me escuches y que te abras. Le estoy hablando, hablando, hablando a tu corazón”.
Author: Marie Rivera DíazEstudiante de Comunicación Tele-Radial
(marie.rivera3@upr.edu)
Un comentario sobre “Crónica: Señas de amor”
En mis viajes siempre llevo una mochila antirrobo, por lo menos te lo esperas puedes quedarte tirado sin dinero ni documentos
En mis viajes siempre llevo una mochila antirrobo, por lo menos te lo esperas puedes quedarte tirado sin dinero ni documentos