Por: Alexandra Sanabria (alexandra.sanabria@upr.edu)
Los días de cambio suponen un mar de diversas emociones en las personas: algunas positivas, otras no. Con la celebración de los comicios electorales en el País y en Estados Unidos, ayer fue precisamente eso, un día de cambios. A su vez, para mí, involucraba una agenda muy cargada.
Mi jornada comenzó temprano para así poder tener tiempo de ejercer la llamada por muchos, obligación ciudadana o según Aristóteles, darle rienda suelta a mi condición de zoon politikón o animal político. En cambio lo que observé al llegar al colegio daba mucho que desear: una fila inmensa de personas mayores que a gritos preguntaban:
-«¿Para qué es esta fila?»
Al parecer en la Escuela Ana María Javaris en Aguadilla, muchos no sabían para qué hacían la fila de votación el día de las elecciones. Resultó ser que allí, sólo te indicaban en qué fila tenías que esperar según tu apellido. Mientras hacía la fila para tener acceso a las filas pasó por primera vez a mi lado un funcionario electoral.
Este hombre era el director del autodenominado «ejército electoral» del Partido Popular Democrático (PPD) y quien también es el director de esa escuela pública. Le hablé y gracias mi credencial de prensa universitario en mano, me escoltó a la cabeza de la fila de los «S a la Z». Por esta razón, al presentarme a los funcionarios del Partido Nuevo Progresista (PNP), estos comenzaron a dudar de mi integridad. Si en vez de apuntarme luz ultravioleta hubiese sido radiación, hoy no tuviera dedos. Quizás fue culpa mía al saludar a una conocida que era parte de los funcionarios del PPD.
En fin, pude ejercer mi derecho al voto y salir de allí. No sin antes mirar el colegio electoral, como quien abandona con repudio un lugar. Lo comparé con lo que deben sentir aquellos personas que miran por última vez lo que dejan atrás en su país al convertirse en la diáspora . A mi juicio fue un retrato de nuestra sociedad y que esta mañana me enteré, se repitió en Estados Unidos. Vi a muchas personas mayores gritar sus ideales y los nombres de sus candidatos preferidos. Estaba a punto de vociferarles:
-«Cuando te contesten, me avisas», pero, ¿para qué llegar a la confrontación?
No quería aceptar lo que veía. Estuve gran parte de mi día escuchando la opinión de alegados expertos políticos, que en realidad diferían en todo y te hacían preguntar en quién creer.
Cuando por fin llegué a casa, miré los números y supe que si bien los resultados son irrefutables, no representan la mayoría de la población. Sólo el 55% de la población inscrita para votar, lo hizo. Esto me hace preguntarme si a gran parte de los ciudadanos les importa el futuro de nuestro país. No obstante, si algo se puede destacar de estas elecciones es que dos candidatos independientes lograron asombrar a muchos: Alexandra Lúgaro logró más votos que otros dos partidos (sobre 11.11%) y José Vargas Vidot lideró en los votos para Senador por acumulación.
Ciertamente los cambios son difíciles de asimilar y aunque no todos podemos estar de acuerdo con los resultados; demostramos que todavía se puede abrir paso en la hegemonía política del país.