El tambor de mi pecho delataba mis nervios al ir de camino a mi nuevo hogar que compartiría con otras diez mujeres.
Era el 16 de agosto del 2021; estaba a punto de abandonar a mi querido Pueblo del Descubrimiento, el cual tenía que sacrificar por mi futuro. Monté en el baúl del carro todo lo que necesitaría para mi nueva casa…
—¿Desodorante? ¿Perfume? ¿Cepillo? ¿Zapatos? ¿Tienes todo? —salió mi madre de la casa, como siempre, preocupada por mí y por mi nueva vida como universitaria independiente.
Me despedí de mi familia y de mi sobrino peludo de cuatro patas. A eso de las 4:00pm me monté en el viejo Mitsubishi azul que tiene mi edad y finalmente me marché de mi casa.
Mientras iba de rumbo hacia Arecibo con mi padre y mi hermano, trataba de no pensar con cuántas compartiría mi retrete.
Luego de una hora y media, al fin llegué a mi destino. Lo primero que hice fue abrir el portón de la casa y encontrarme con la primera chica. Era delgada, blanca y tenía el cabello largo y hermoso. Me presenté y me dijo que su nombre era Jaemy. Ella estaba acomodando su compra y tuvimos una pequeña conversación agradable. Gracias a su vibra, me sentí más relajada.
Me quedé un rato observando la casa… La pequeña sala que está junto al comedor y tres neveras blancas. La decoración del interior de la casa era obsoleto y sus colores, cacofónicos: cortinas rojas, un mantel en la mesa del comedor color azul, las paredes crema y otras verde. Me sentí de repente como en casa de mi abuela. No por el mal gusto, sino más bien por el estilo de casa. Era una casa antigua, con la típica loseta blanca con manchas oscuras.
Me despedí de mi padre con un abrazo, y le dije adiós a mi hermano. Entré nuevamente a la casa, pasé por un pasillo totalmente oscuro para llegar a mi cuarto. Sentí un bofetón de calor: aquel cuarto parecía una sauna. Hallé tres camas: una litera y otra individual; lamentablemente me tocó la de arriba. El cuarto era horrible, el closet era de cortinas, los escrines verdes y las puertas tenían polilla. Luego de acomodar mis cosas, me mantuve sentada en un sillón gris en la sala esperando toda la tarde que llegaran las demás mujeres mientras gozaba de la compañía de mi nueva compañera de casa.
A eso de las 6:30 de la tarde, llegó la próxima chica. No era blanca, pero tampoco de tez oscura; tenía pelo ondulado e iba vestida con una camisa de un hospital, con pantalones cortos y unas zapatillas de jugar baloncesto. Su llegada me preocupó un poco porque saludó a mi compañera con mucha emoción y a mí únicamente con un ‘hola’.
Les pregunté si se conocen, contestaron que sí y que conocen a otras cuatro chicas más. Lo único que pensé fue que no iba a encajar con estas mujeres: ya ellas eran amigas y me iba a sentir fuera de grupo. Luego llegó otra chica con un carisma impecable y mucha emoción; el pelo rizado y tan corto como la vida. Saludó a sus dos amigas y se presentó al verme. Estuvimos conversando un buen rato, hasta que me contagió con su alegría. Al fin empecé a sentirme cómoda.
Antes de que cayera la noche había llegado una chica que ninguna conocíamos; tenía el pelo azul grisáceo y su carro era un hermoso Volky verde, mi color favorito. Le dije que me encantaba su pelo, pero no recibí respuesta, solo una sonrisa. No pudimos hablarle mucho porque al parecer era bastante tímida o callada. Luego de acomodar todas sus cosas se fue a hablar con los vecinos que también eran estudiantes universitarios. Tuve una mala impresión de ella… Ella nos va a traer problemas, pensé.
A eso de las 8 de la noche, ya estaba como boca de lobo y llegó otra chica. La famosa “Chispi”, que durante toda la conversación que mantuve con mis compañeras no paraban de mencionar. Ayudamos a Chispi a bajar sus cosas del baúl de la guagua que la trajo a al hospedaje. Entró al hospedaje para acomodar sus pertenencias con toda su familia. Me pareció muy chula y su familia fue muy amable. Hasta me ofrecieron chuleta.
La cuarta chica que conocían estuvo todo el tiempo escondida en su cuarto y no lo había notado. Cuando al fin salió, me puse un poco nerviosa, porque se veía muy seria y ella era la encargada de las tareas en el hospedaje. Quería darle una buena impresión para que no pensara que yo era vaga o sucia o peor aún, arrogante. Ese día no pude hablarle mucho porque en la noche se despidió diciendo que iba a ver el famoso juego de los Capitanes de Arecibo.
Minutos después de que llegara Chispi, apareció otra chica. Igual que con Chispi, la ayudamos a bajar sus pertenencias . Al entrar al hospedaje junto a la chica de pelo oscuro, se dirigió a mi cuarto. Me emocioné porque al fin pude conocer a una de mis compañeras de cuarto. Me confesó que estaba más tranquila porque me pudo conocer y le agradé al instante. Su nombre es Grace, una persona dulce y muy amable. Soltaba una risa en toda la conversación. Me contó que jugaba voleibol y que era de Utuado. Las demás eran de Ciales.
Grace me contó que la cama vacía de nuestro cuarto era de su amiga. Una vez más me siento insegura…este lugar no es para mí. Decido actuar como una persona normal, como si nada me preocupara. Sabíamos de su amiga solo que no tenía una pierna y que no había llegado ese día porque estaba compitiendo en los Juegos Paralímpicos de Tokio.
Estuvimos toda la noche en un cuarto con aire, el único que posee aire en toda la casa. El cuarto era hermoso, estaba decorado con unas fotos Polaroid y tenía bombillitas en la pared. Fue divertido, como una fiesta de pijamas.
Llegó la hora de dormir y aun estas mujeres tenían más energía que un bebé en la noche luego de dormir durante todo el día.
Ya estaba irritada, trataba de descansar y no paraban la maldita conversación en mi cuarto. Tres chicas contaban sus vidas mientras yo trataba de conciliar mi sueño. Era como buscar una aguja en un pajar.
A eso de las 3 de la mañana por fin al deciden irse. Me sentí aliviada, al fin podía descansar; mañana era mi primer día de clases en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo, la cual solo había visitado dos veces.
Mientras me acomodaba en aquella cama que parecía una piedra, pensaba en mil situaciones hipotéticas. Esto será así todas las noches. ¿Qué será de mí en un año con estas tintoreras que no duermen? Esto definitivamente será un caos. Creé un escenario en mi mente.
Luego de un año, me encuentro en mi cuarto reflexionando lo que fue el primer semestre hospedándome. Ya no tengo mi cabello azul, ahora es corto y oscuro y estoy segura de que aumenté dos o tres libras. En el hospedaje ya no está Chispi, ni la del cabello azul grisáceo, y otras chicas que nunca aparecieron el primer día.
Cuatro chicas reemplazaron las camas vacías que dejaron mis ex compañeras de casa. Es decir, cuatro malacostumbradas nuevas.
Hay cosas que nunca cambiaron, Geisa, la de las zapatillas de baloncesto se sigue acostando a las 3 de la mañana. Grace siempre se está riendo de cualquier cosa. Victoria, la encargada de las tareas, siempre está encerrada en su cuarto haciendo tareas porque está “puesta pa’ ser doctora”, como dice Bad Bunny. Yaimillie, a quien le falta una pierna sigue siendo igual de aplicada en el deporte, y Jaemy sigue siendo igual de dulce que el primer día.
No me equivoqué aquella noche que creaba un escenario en mi mente: todo esto ha sido un caos. Hemos discutido, hemos llorado, pero siempre conversamos para arreglar la situación.
He visto vómitos, sangre, heces…Dejan la tapa del retrete arriba, no cierran la cortina del baño, el portón lo dejan abierto, no limpian los trastes, dejan la basura desbordar, siempre están gritando y hasta pelean entre ellas.
No puedo hacer nada para que Geisa deje la malacostumbre de arrojar la camisa en cualquier parte de la casa. Tampoco puedo decirle a Yaimillie que se apresure en el baño o que Grace apague la alarma al sonar. De igual manera, no puedo decirle a Joaris, la del pelo corto como la vida, que deje de perder todos sus objetos, o decirle a Jaemy que tenga un poco de malicia. Ni decirle a Victoria que sea segura de sí misma. Así son ellas.
Aprendí a amarlas tal y como son, aceptando cada defecto que tienen. A la hora de la verdad, ellas son mi familia, y cuando el mundo se desmorone sé que estarán ahí.
La del pelo corto como la vida reportándose, amé esta crónica Kiara. Nos describiste tal cual somos, te amamos y siempre estaremos para ti.💗