Un proceso de adopción distinto a los demás.
Tras la adopción dos niños caminan ahora de la mano de su nuevo papá. (Foto Suministrada)
Por: Taiyania K. Rosado Pagán (taiyania.rosado@upr.edu)
“Yo aprendo más de ellos que ellos de mí”, asegura Luis F. Candelaria Rivera, maestro de danza y “ante todo padre”, que con los ojos brillantes relata su historia y la de sus dos hijos adoptivos, de seis y ocho años.
Las personas a su alrededor y su familia le advertían que el proceso de adopción y de crianza serían complicados. Siendo un hombre de 45 años “estable y realizado” como se autodenomina, estaba consciente de que no sería fácil y tuvo miedo al discrimen por ser homosexual. Su temor no doblegó su fuerte carácter y estuvo firme en que lograría el proceso sin problemas.
Luis afirma que su vida podría tener un antes y un después. Cambió por completo en todos los ámbitos luego de la adopción. Hace doce años es maestro en el Departamento de Educación y quince años como coreógrafo en la Escuela de Bellas Artes de Barceloneta. Antes podía estar toda una noche trabajando una producción y ya no. Renunció a su grupo de baile avanzado porque tiene que estudiar y hacer asignaciones con sus hijos y los ensayos hasta las once de la noche no son viables.
Proceso de adopción
Luis no planeaba desde siempre adoptar. Esta inquietud surgió de momento.
“He estado en varias escuelas y para ese tiempo estaba trabajando en Vega Baja y resulta que este nene bien inquieto que no respetaba a nadie, conmigo se portaba bien. Voy donde la trabajadora social y le digo que necesito saber su historia y me dijo que por qué, que si lo quería adoptar. Y le dije “Mira, si se puede sí.”. Al mismo tiempo los padres biológicos del infante estaban luchando su custodia y Luis no lo pudo adoptar.
Un mes después, el Departamento de la Familia lo llamó para notificarle que “parearon” a otro niño con él. La posibilidad de tener un hijo ya no estaba tan lejos sino cada vez más cerca.
Al momento de conocerlo, se preparó para el peor panorama. Esperó a un niño maltratado, con problemas tanto físicos como emocionales y se aseguró a sí mismo que fuera quien fuera, se convertiría en su hijo. Tuvo en mente que si tenía un hermano no los separaría y así fue: el pequeño tenía un hermano. “Ellos bellos y preciosos, traviesos, tenían cuatro y seis años cuando los conocí.” Se atreve a asegurar que le robaron el corazón desde ese momento.
Luego de esa corta convivencia, el Departamento de la Familia le dio la oportunidad de elegir si continuaría o no con el proceso. Decidió que sí, y adoptaría a los dos niños. En agosto de 2015 culminó toda la documentación requerida y esperó.
La Ley de Reforma Integral de Procedimientos de Adopción de 2009 establece que el menor debe ser colocado en un hogar debidamente acreditado por el Departamento de la Familia dentro del menor tiempo posible. El caso de Luis no fue distinto, aunque él considera que, comparado con otros, el tiempo de espera fue corto. Investigaron toda su vida, pero más que nada su entorno social. Para su sorpresa, no recibió ningún tipo de discrimen, aunque durante la investigación uno de sus vecinos comentó: “Es un buen muchacho, trabajador, no hace fiestas en la casa, es tranquilo. Lo único es que él es gay.” Candelaria asegura que ser homosexual no influye en la crianza de quienes serían sus hijos, siempre y cuando sea una persona responsable, esté bien con la ley y tenga un hogar seguro para ellos no habría problema alguno.
La investigación y el proceso concluyó sin problemas mayores el 26 de noviembre de 2015. Los niños ahora serían Candelaria Rivera.
La vida en familia
“Dentro de todo no es fácil, porque no es fácil. Uno tiene que tener la mentalidad de aceptar que los niños van a venir con unas condiciones, con unos maltratos y unos traumas. No dejan de sorprender, sus historias no dejan de sorprender. Y en cuanto a mí es como empezar de nuevo, ahora con más responsabilidades, es como ver la vida de una manera distinta.”
Cuando llegaron a su nuevo hogar eran traviesos, maleducados, con notas muy bajas en la escuela y el menor de ellos no estaba matriculado en Kinder. Presentaron unos rasgos que lo convencieron de que no recibieron un buen trato en el hogar sustito. Ahora son “angelitos”, bien portados y sobre todo respetan las normas. “Si se portan mal saben que van para su cuarto castigados.”
La época de Navidad ahora tiene otro sentido y lo más que disfrutan es montar el árbol. La relación de sus hijos con su familia es “normal” y el padre se desborda en alegría cuando lo verbaliza.
Actualmente reciben ayuda psicológica para enfrentar la particularidad que tienen dentro de su entorno por ser adoptados y tener un papá soltero. Luis no tiene miedo al momento en que sepan que es homosexual, pues tienen que aprender que existe “lo bueno y lo malo y que no todos son iguales”. Insiste en que lo sabrán en el momento que tengan la capacidad de entenderlo y con ayuda psicológica. Señala que lo más difícil de su relación es contestarles sin quebrantarse cuando preguntan “¿Por qué mamá nos abandonó?”.
“La gente me dice que cómo le hago, que yo solo, que son dos. Y yo les contesto que son dos y serán tres.” Ahora Luis se encuentra inmerso en el proceso de adopción del hermano mayor de sus dos hijos.