Por: Karody A. Román Camacho (karody.roman@upr.edu)
Cuando a una persona le diagnostican una enfermedad que puede ser mortal, es una noticia que cae como balde de agua fría. No solo para esa persona, sino también para todos sus seres queridos. Una de cada tres personas que nacen hoy en Puerto Rico podría ser diagnosticada con algún tipo de cáncer durante su vida. La tasa de mortalidad es de 122.5 por cada 100,000 personas, según el Centro Comprensivo de Cáncer.
“¿Qué será de mis estudiantes? ¿Sobreviviré? ¿Moriré?” Estas fueron las primeras preguntas que le surgieron luego del diagnóstico que le cambió la vida en enero de 2013 a una maestra de duodécimo grado, quien sin duda es caracterizada por su sonrisa. Es residente del pueblo de Arecibo junto con su esposo que actualmente es profesor universitario de español y con quien tiene dos hijos. Estudió hasta sus grados superiores en la Villa del Capitán Correa y luego se trasladó a estudiar Pedagogía con concentración en español secundario en la Universidad de Puerto Rico recinto de Río Piedras.
A casi siete años de su diagnóstico, ya retirada de la docencia, Nereida Cortés Acevedo de 51 años, continúa activa como conferenciante invitada en actividades de prevención de cáncer de seno. Como sobreviviente lleva un mensaje de prevención y nos cuenta su experiencia.
Como parte de su misión de concientización se mantiene activa en las redes sociales alertando a las personas sobre la importancia de hacerse la mamografía cada año. Donde quiera que va, siempre le pregunta a cada mujer si se ha hecho un autoexamen o una mamografía. Hasta por teléfono cuando va a pagar algún servicio o a tramitar alguna gestión y le contesta una mujer, le dice: “Buenas, mi nombre es Nereida y soy sobreviviente de cáncer. ¿Te hiciste una mamografía? Muchas se pasman, dicen sí, no o se me olvidó. Yo soy sobreviviente de cáncer, a tiempo me lo detecté y por eso estoy viva”.
A Nereida la vida le cambió un día mientras se bañaba y encontró en su cuerpo algo nuevo. Palpó en su seno derecho una masa bastante grande que antes no estaba. Posterior a una biopsia, recibió el diagnóstico de cáncer de mama. Le tomó 24 horas asimilar la sorprendente noticia. “Dale, lo acepto, que me de a mí, no a nadie más; yo voy a salir de esta”.
De primera, le presentaron la opción de realizarse una masectomía, pero Cortés decidió buscar una segunda opinión. Fue donde una doctora quien le informó que tenía la opción de someterse a tratamiento de quimioterapia, para disminuir el tamaño de la masa en su seno derecho e impedir extraerlo completamente. Esta fue la opción que tomó, «después que me salvara la vida»…
Por el tamaño de la masa, el oncólogo le asignó la terapia roja, es decir, “la peor, porque dicen que la primera, muchos no la resisten. Yo la resistí y la asimilé”. Entonces comenzaron los efectos secundarios. Las uñas y la lengua se le tornaron negras, le ocasionó náuseas y aparte una sobre exaltación de todos los sentidos, sobre todo el olfato. «Aparte, te afectas emocionalmente, lloras y te deprimes.»
“El tratamiento es horrible y después de esas quimios, vinieron las radioterapias; es algo que te quema el lugar donde origina el cáncer. Es como calentar la comida en un microondas: «tú no ves los rayos y la sacas caliente, así salía yo». El tumor estaba en su lado diestro, cosa que le dificultaba muchas cosas como alzar la mano. Sin embargo, nunca faltaron a su jornada laboral ni Nereida ni su sonrisa. Mientras percibía «dentro de lo triste, lo bonito»,
35, 34, 33… le contaban sus compañeros de trabajo en la fila del ponchador escolar los días de tratamiento diario que le restaban. Le dio fuerzas y la ayudó a vencerlo, la compañía de su hijo menor Nickolas, quien se mantuvo a su lado los 35 días.
Al cabo de los primeros 15 días de tratamiento experimentó la pérdida de su cabello. “Todo el mundo dice: eso crece, pero cuando te pasa a ti, no piensas que te va a crecer, es horrible la experiencia”. Cortés, quien en aquél momento era educadora a nivel superior, tenía un día una actividad con los estudiantes de su salón hogar en la escuela. Antes de salir de su hogar, comenzó a peinarse su cabello y este no paraba de caerse. No continuó peinándose, sino que agarró un sombrero y extensiones postizas que tenía y hasta las tres de la tarde de ese día, nadie supo nada, hasta que explotó en llanto abrazada a una compañera de trabajo.
Llegó donde su estilista para que la recortara lo más que pudiera, pero que no le pasara la máquina o afeitadora de pelo. Nereida sentía que ese ruido la iba a traumatizar. Solo quedaron lanitas. No tuvo ni que recortar porque se fue todo el pelo.
Al otro día, fue junto a su hija mayor, Nilbeth a comprarse tres pelucas que se iba intercambiando. Según Nereida nos relata, a las tres de la tarde llegaba a su casa de dar clases y al quitarse la peluca, empezaba a llorar. Estaba todo el día sonriendo, dando sus clases y pendiente a sus estudiantes. Pero al llegar a su casa era otra realidad.
“Quitarte la peluca es bien difícil porque el cabello tiene una función. Tu ves gente calva y les dices “ay, no te da calor”, al contrario, más calor da y todo ese sudor, no hay un pelo que lo aguante, los chorros de sudor eran terribles”. La ex docente sintió mucha solidaridad de parte de un grupo de estudiantes del Taller de Refrigeración y Acondicionadores de Aire y su maestro, que se encargaban de que la unidad de su salón estuviera limpia y enfriará a la perfección.
Con gran satisfacción, atendía en su escritorio a todo el que necesitaba, que habían perdido un familiar con dicha enfermedad o que contaba con alguien con cáncer y no sabían qué hacer. Los orientaba sobre los doctores, las quimios y hasta los planes médicos que “muchas veces no cubren, te ponen el pie. En mi caso, mi esposo y yo somos maestros, y yo pensé que la Reforma (plan médico del gobierno) no me iba a cubrir pero, cuando tú tienes una catastrófica te cubre. Yo dejé mi plan privado, recibí los servicios y me fue excelente”.
Finalmente, después de 9 meses de tratamiento llegó el día de la cirugía, casualmente en octubre, mes internacional de la lucha de este cáncer. Al despertar de la anestesia su doctora con gran exclamación le dice: “tremenda operación”.
Luego de muchos estudios, llegaron los esperados resultados. Nereida Cortés Acevedo estaba libre de cáncer y hoy día continúa con su misión de orientar y prevenir a cada persona en su proceso. Aunque, su deseo de ayudar no termina aquí, también cuenta con su proyecto titulado, El Hada Madrina by Nereida Cortés en el que se dedica, a través de donaciones, a ayudar a jóvenes de escuela superior con el ajuar y el arreglo personal para su baile de graduación. Cada año visita las escuelas de nivel superior en Arecibo y ayuda a cientos de estudiantes de duodécimo grado.
Hola me alegra muchísimo de corazón que todo aica salido negativo en el nombre de Dios esa enfermedad me asusta muchísimo poreso yo me ago los exámenes todo los año . Que Dios te bendiga siempre un fuerte abrazo.