Eran solo catorce días

Por: Yavián Maldonado Colón (yavian.maldonado@upr.edu)

«Nos vemos en dos semanas». Sí, así me despedí de una de mis amigas aquel 12 de marzo de 2020 al salir de clases. Muchos estudiantes, al igual que yo, hicieron lo mismo aquella tarde. Jamás imaginé que un año después aún estaría en casa, haciendo cuarentena y sin esperanzas de volver a mi salón de clase. 

“En catorce días volvemos a la normalidad, amiga, no te preocupes que eso pasa rápido”. Fui muy iluso al decir esas palabras pero, ¿qué iba a saber yo, ah? ¿Qué iba a saber yo que catorce días se convertirían en casi catorce meses? Desde ese entonces no veo la vida desde la misma perspectiva. ¿Tú, sí? Siento que ya no vivo, solo sobrevivo. He aprendido que debo vivir un día a la vez, que el mañana es indescifrable y solo nos cuesta esperar a que llegue. 

Todos los días es una nueva aventura, me levanto y me conecto a mis clases con la única certeza de poder estar ‘presente’ porque no queda de otra. Bueno sí, mis ganas de salir adelante. Extraño cada día, el tardarme una hora buscando estacionamiento en la universidad, caminar entre el lobby y ver a mis amistades. El olor a comida de la cafeteria y hasta la caminata desde la cancha de UPRA hasta los salones anexos (quien estudió allí sabe de lo que hablo). Extraño hasta eso, curioso ¿no?.

La educación virtual no enseña y tampoco saca nuestro potencial como profesionales y alumnos. Muchos alumnos solo se enfocan en entregar sus tareas a tiempo. Ya nada es igual y no se siente la misma dinámica. El salón de clases en una escapada de la realidad que se vive fuera de él. Daría lo que fuera porque todo esto pasara y no tener que ver a los niños de mi vecindario frustrados. Tampoco deseo verme sin ánimos estudiando lo que amo. 

En Puerto Rico no ponemos de nuestra parte. Nos dicen que nos quedemos en casa y vemos a la mayoría en fiestas, jangueos, en la bebe lata, viajando y sin las debidas precauciones de bioseguridad. ¿Y ustedes esperaban que de esta manera solo serían catorce días? ¡Pues no! 

Catorce días después las escuelas siguen vacías y los padres preocupados por sus hijos. Catorce días después los maestros no pueden vacunarse, sienten temor de volver a sus salones porque saben lo incompetente que es el gobierno y temen por su salud.

Catorce días después las vacunas contra el virus se pierden en las carreteras del país como si se tratase de un objeto sin valor. 

Catorce días después tenemos un gobierno que no tiene piedad de los aventajados. 

Catorce días después las muertes causadas por el coronavirus siguen en aumento y los casos por el mismo no cesan.

Catorce días después se nos mueren policias, enfermeros y doctores. Sí, los que están frente a la batalla de este virus. 

Catorce días después los envejecientes pasan las de ‘Caín’ para poder vacunarse mientras que otros se vacunan teniendo ‘palas’.

Catorce días después, ¡Yo quiero que todo esto acabe! 

Quiero que los catorce días terminen, quiero respirar sin tener miedo a contagiarme, quiero salir sin temor de enfermarme, quiero abrazar a mi abuela y a mis amigos sin temor a hacerles daño. El fin de estas dos semanas está en nuestra responsabilidad como sociedad. 

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