Por: Ángel Canales Arroyo (angel.canales2@upr.edu)
El sol no se puede tapar con una mano… y es que es palpable la furia y el enojo que ha desatado la nueva administración del magnate Donald Trump en los ciudadanos americanos e inmigrantes que buscan una mejor calidad de vida. En cambios políticos tan drásticos como este, cabe la gran posibilidad de que el pueblo asuma una postura violenta. Esto es precisamente lo que se ha vivido en las calles de la Gran Manzana y otras ciudades alrededor del mundo.
El pasado 21 de enero, un día después que Trump asumiera la presidencia, miles de mujeres, hombres y jóvenes manifestaron su antipatía a través de Manhattan en la “Marcha de las Mujeres”. Su reclamo incluye la defensa de los derechos reproductivos, la equidad de género, los derechos de los inmigrantes y la diversidad que caracteriza a los Estados Unidos. Esta marcha fomentó un mensaje de resistencia, según la mayoría de las pancartas del público.
Según un artículo publicado en el Nuevo Día por Carmen Graciela, una italiana que estuvo presente en la marcha, “siento que las posturas ideológicas del Presidente suponen un atraso de 100 años para Estados Unidos”. Pareciera ser que la idiosincrasia que regulaba la cultura hace un siglo, cobrara vida nuevamente. Una cultura en la que la orden del día era el maltrato y la mujer era vista como trapo de inmundicia ha vuelto a predominar. Esto es como la gotita que cae y cae diariamente en un vaso de agua hasta que llega el momento que se desborda. Se siente un pueblo limitado, reducido y hasta impotente debido a las nuevas propuestas de Trump.
Según un reportaje del periódico El Mundo, Barack Obama criticó a su sucesor por primera vez desde que abandonó el cargo. El ex presidente consideró que el cierre de fronteras ordenado por Trump pone «los valores estadounidenses en peligro», explicó su portavoz, Kevin Lewis. Además, dijó sentirse «alentado» por las protestas en contra de la medida, que los estadounidenses están protagonizando en los aeropuertos y calles del País. «Ciudadanos ejerciendo su derecho constitucional de reunión, organización y haciendo que sus voces sean escuchadas, es justo lo que esperamos ver», expresó.
Es poco el tiempo que Trump lleva como presidente, sin embargo, al momento de ofrecer un discurso político, a leguas se nota su carácter misógino. La forma en la que el republicano trata a algunas mujeres públicamente, es degradante, impersonal, artificial y repugnante. Durante seis semanas el periódico estadounidense The New York Times entrevistó a cincuenta mujeres que conocieron a Trump en el ámbito laboral y social. Las entrevistadas revelaron un comportamiento de hostigamiento sexual, continuos comentarios sobre el físico de las mujeres, una astuta dependencia en las mujeres ambiciosas y hasta actitudes inquietantes en el espacio laboral por parte del mandatario. Entonces, ¿qué podemos esperar de un personaje como este?
Ahora mismo tenemos en el escaño presidencial a una persona misógina, con propuestas que tocan los derechos del ser humano y sus expresiones dividen étnicamente a una nación. ¿Retrocedimos a una época que dice defender la equidad y la libertad, pero no se comporta como tal?