Vida estudiantil
Por: Dr. Otilio González Cortés, catedrático del Departamento de Comunicación Tele-Radial, UPRA
La primera clase entrante de estudiantes de 1967 provenía principalmente de las escuelas superiores de la región, pero pronto comenzaron a llegar estudiantes de distintos pueblos de la zona norte y de municipios más distantes. A ellos se sumaron estudiantes adultos que aprovecharon la presencia de la universidad y su programa nocturno para hacerse de una carrera.
Bernardo Rodríguez, un estudiante que entró en 1970, recuerda cuán ventajoso era contar con un colegio regional de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. “No era opción viable en aquel entonces movernos directamente al recinto universitario de Río Piedras por los costos. Había que hospedarse en Río Piedras y un montón de otros problemas económicos que existían en el momento. El colegio de Arecibo vino a aliviar, vino a darnos una alternativa que muchos de nosotros regionalmente necesitábamos, un colegio cerca. Eso ayudó a (estudiantes de) otros pueblos también.Para muchos (de) pueblos como Lares, Morovis, Ciales, Utuado, Isabela, Quebradillas, para todos esos pueblos vino a ayudar porque no todas esas personas tenían los recursos económicos para comenzar en el recinto (de Río Piedras o Mayagüez) y un Colegio Regional le quedaba perfecto”, dijo Rodríguez.
Rodríguez recuerda que el reclutamiento se hizo directamente en las escuelas, para atraer a los estudiantes de la región. “La promoción se dio en la escuela superior. Allí se nos hacía hincapié de que muchos de nosotros íbamos a tener un colegio cercano y no teníamos que ir a movernos al recinto universitario y podíamos cubrir los primeros dos años de nuestros estudios universitarios en un colegio cercano a nuestras casas y eso era un beneficio increíble. Casi todo el mundo tomó la decisión inmediatamente de venir al Colegio Regional porque esa era la alternativa viable y la más dramáticamente aceptada en ese momento”.
Rafael Bey recuerda que en el Colegio se impartían clases los lunes, martes, jueves y viernes. Los miércoles se reservaban para actividades co-curriculares que se celebraban en la Placita y en el Anfiteatro.
Entre las actividades culturales que se ofrecían estaban obras de teatro, exposiciones de artistas, conciertos. Rodríguez recuerda la presentación del famoso declamador Juan Boria. “Recuerdo un día llegó el faraón del verso negro, el señor Juan Boria. Llegó al Colegio de Arecibo y el anfiteatro estaba repleto. Y desafortunadamente, los músicos que venían con él, que eran dos congueros
que lo acompañaban en su poesía negroide, no llegaron. Entonces mi compadre y yo conseguimos unos zafacones y nos acomodamos a cada una de las esquinas del anfiteatro y tocamos los tambores para que diera su disertación y cuando terminó, nos agradeció mucho que le hubiéramos prestado la cadencia para que él hiciera su show”.
Los estudiantes se convirtieron en visitantes regulares del área de Buenos Aires, y su placita se convirtió en el centro de actividades sociales de la nueva comunidad universitaria.
Rodríguez recuerda que la placita era el lugar preferido para compartir. “Allí se reunían filósofos, allí se reunían librepensadores. Allí se reunían políticos famosos. Allí yo vi una noche a Rubén Berríos montarse en tribuna y dar una cátedra de lo que es buena oratoria. Allí vi por primera vez a Roy Brown cantar canciones de protesta. Allí yo vi a Pepito Lacombainterpretando con Raúl Balseiro muchas canciones, acompañándolo con la guitarra. Allí vi muchos noviazgos que terminaron en casamiento. Allí vi violencia. Allí vi peleas. Bueno aquello era un centro ideal para toda actividad nocturna de Arecibo”.
Roland Borges, un conocido educador y artista arecibeño, estudió en el Colegio Regional a partir de 1971, pero desde años atrás ya era residente de Buenos Aires y recuerda la placita como uno de esos lugares que evocan recuerdos de una buena vida universitaria.
“En la placita de Buenos Aires había un guachimán (watchman), lo que nosotros llamamos guardia de palito y si tu entrabas con patines o con una bicicleta o algo, te ahuyentaba de la placita, o sea que no podíamos jugar en el área de la placita. A veces nos pegaba hasta con la manga, nos tiraba agua. Él era muy celoso con la placita. La mantenía muy limpia y era simplemente para recreación pasiva para la comunidad de alrededor. Era muy activa… muchos negocios, muchas tienditas pequeñas donde se compraban libritos de colorear, crayolas, dulces, frente a la placita. Doña Geña, que tenía un negocio por allí, era un poco más atrevida y vendía bebidas alcohólicas. Estaba el quiosco de Don Cristóbal, el colmadito. (…) Nada, era el Puerto Rico de la década del 60 en todo su apogeo como en cualquier pueblo de la Isla”.
En la placita se llevaban a cabo actividades culturales, varias relacionadas con el Colegio Regional. Por ejemplo, ensayaba un grupo musical llamado Mad Five que practicaba rock, se escuchaba la música de Roy Brown. José Sierra, profesor jubilado de Inglés, recuerda que los primeros años fueron de intensa actividad cultural. “Fueron unos años de mucho movimiento intelectual en el Colegio porque además de los profesores contratados, traían profesores del extranjero a dar conferencias. Se trajeron compañías de teatro, se traían películas. Es que, ¡uf!, fue una época de mucho movimiento cultural y así se enriquecía la experiencia y quehacer universitario”, recuerda Sierra.
Rodríguez guarda recuerdos de la vida estudiantil en esos primeros años en Buenos Aires. “Recuerdo los guardias que se pasaban de noche, que nos velaban cuando hacíamos fechorías o íbamos a dar una serenata. Ellos estaban pendientes y nos decían: “Ya se acostaron, no vayan pa’ lla,” y ese tipo de cosas. Sobre las serenatas que daban los estudiantes varones a las chicas. “Nos nutrimos de las canciones que nuestros padres utilizaban para conquistar a sus novias y demás. Y nosotros lo que hacíamos era eso mismo… como sabíamos ya, conocíamos esas canciones y habían aparecido en nuestro horizonte muchachas nuevas, personas de otros pueblos y qué sé yo… casi todos los jueves había una serenata en plan… Lo disfrutábamos muchísimo y ellas también. Muchas de ellas se casaron aquí”.
Rodríguez recuerda algunos de los lugares que frecuentaban los estudiantes en esa época, alrededor o cercanos a la Placita. “Había uno muy cercano aquí que se llamaba el Bar Pisá de Samuel Gardiz. Eso era un caballero que tenía tres billares y no sé cuántas moscas se paraban en los billares diariamente hasta que vinieron los muchachos del colegio que empezaron a jugar billar entonces ya hasta el paño le cambió al billar… vendía sándwiches, cambió la vellonera. Tenía música más al día. Le puso salsa, por primera vez yo oí salsa en ese negocio que nunca había otra cosa que no fuera canciones del Trío Vegabajeño. Se puso al día. Otro negocio que abrió se llamaba La Biblioteca que tenía el doble interés de que pudieras engañar a tus familiares cuando te decían a donde tu ibas podías decir Yo voy pa’ la biblioteca. Era un negocio en el que se tocaba guitarra y se cantaba”.
Ante la ausencia de una cafetería o una sala de facultad, los locales cercanos a la placita también se convirtieron en puntos de encuentro de los docentes. “En la placita no se hacían muchas actividades académicas. Eso era un sitio de reunión de los estudiantes”, recuerda la profesora Conchita Lorenzo, quien afirma que los profesores se reunían en quioscos alrededor de la misma.
José Sierra recuerda una efectiva integración de la universidad con la comunidad: “La gente de la comunidad venía al Colegio, participaba de todo este tipo de actividades y había un sentido de hermandad. Cuando se pedía ayuda para alguna actividad, aparecía rápido. La gente del pueblo de Arecibo específicamente, se brindaba, pues, en lo que necesitaba el Colegio. Fue una época buena para el Colegio, porque ahora mismo no hay ese tipo de integración por lo que viví en los últimos años que estuve allí. No, en aquella época todo el mundo se prestaba para todo. Abogados, médicos, amas de casa, todos estaban dispuestos a cooperar con el Colegio”.
Otero Burgos recuerda aparente nostalgia el Colegio Regional en sus instalaciones provisionales:
“Buenos Aires era una pequeña comunidad apiñada, con gente de cierta alcurnia que vivía por ahí, pero rodeada de ciertos arrabales como la Puntilla y semi arrabales. (El Colegio) trajo una gran vida…. Pues Buenos Aires pasó a ser una comunidad académica. Se enriqueció y todos los días estábamos en esa placita. Nos íbamos profesores, estudiantes; entonces todo el mundo caminaba a pie a sus hospedajes. (…) había compañeros profesores, gente muy jóvenes todos. Era raro encontrar un viejo en el Colegio. Era gente muy joven. Uno que otro director de departamento era una persona madura”.
En el área de la Placita se reúnen también algunas de las nuevas organizaciones estudiantiles, como el capítulo de Arecibo de la Federación de Universitarios Pro Independencia, la FUPI. Julio Muriente, miembro de la primera clase entrante del Colegio Regional, fue fundador de la FUPI en Arecibo y recuerda sus primeros años.
“Hay un acercamiento de miembros de la FUPI de Río Piedras que se allegan al colegio en una campaña de reclutamiento y organización que seguramente se estaba haciendo en distintos recintos; junto con ellos se suman compañeros del movimiento pro-independencia en Arecibo. Se llamaba la ‘Misión Wenceslao Marín’. Wenceslao Marín fue el hermano de Pachín Marín, arecibeño y entonces en el verano del 68, si no recuerdo mal, se creó un grupo de la FUPI. Había compañeras de Utuado, de Manatí, de Vega Baja. A mí me designaron para presidir el capítulo en el 68. Se va al proceso…Eran años de lucha contra el servicio militar obligatorio, contra la guerra de Vietnam. Ese mismo año se conmemoraba el centenario del grito de Lares y allí hubo unas manifestaciones muy importantes contra la guerra. Hubo quema de tarjetas…”, recuerda.
Muriente asegura haber trabajado con la organización de los primeros consejos de estudiantes. A pesar de lo antagónico que pudieran haber sido estos movimientos, recuerda que se daban en un marco de gran tolerancia. “Había unos niveles de tolerancia y de respeto de parte de las autoridades del colegio, encabezado por Roberto Rexach Benítez y Nolan Comas que era el que dirigía todas esas cosas de Asuntos Estudiantiles… Habían algunas fricciones, pero como todos éramos igual de jóvenes y todos éramos igual de despolitizados, no teníamos hachas que amolar pues no había tal cosa como un enfrentamiento agresivo…
“Fueron años muy lindos, porque fueron años en los que no había la contaminación política chiquita, perversa, ¿no? Había controversia, lo que te explicaba, pero había unos niveles de respeto muy grande.» Recuerdo a Juana Mata (que era la Registradora del Colegio), a Nolan Comas que me lo he encontrado en Mayagüez. Tuve una relación de mucho respeto con Rexach Benítez, siendo director. Tuve una relación muy cordial con Celeste Benítez que era su esposa”.
Conchita Lorenzo recuerda muy bien a los estudiantes de los primeros años del nuevo colegio. “Yo recuerdo la calidad de los estudiantes. Los estudiantes eran buenísimos. Eran muchachos muy responsables, quizás como eran pocos… No tenía fama el Colegio porque estábamos empezando, pero teníamos muy buenos estudiantes”
La nueva década: Sale Rexach Benítez de la administración; luchas estudiantiles; surge la ACR; pugnas entre la facultad y la administración
El período turbulento que vive el Colegio Regional en los primeros años de la década de 1970 va más allá de las protestas estudiantiles en contra de la presencia del ROTC o por la muerte de Antonia Martínez en la huelga de 1970. Este incluye la salida de Roberto Rexach Benítez de la dirección del Colegio, la inclusión de Arecibo dentro de la nueva estructura de colegios regionales, un reenfoque en la oferta académica e incluso un tenso momento de choques entre la administración del Colegio y miembros de la facultad.
Rexach Benítez renuncia, al finalizar el 1969, a la dirección del nuevo Colegio. En su carta de renuncia, presentada al presidente de la UPR Jaime Benítez el 4 de noviembre de ese año, se expresa “insatisfecho y preocupado” con los asuntos públicos de Puerto Rico, pero satisfecho con la labor realizada en los colegios regionales. Escribe Rexach:
“A lo largo de estos años he derivado extraordinarias satisfacciones profesionales y personales de mi trabajo. Y ahora, al dejar una dedicación a la que con gusto hubiera servido toda mi vida, vuelvo atrás la mirada y veo que puedo decir, sin sentido falso de orgullo, que de algo ha servido mi empeño”.
“He conseguido algunas de las cosas que usted me encomendó al hacerme cargo de iniciar este programa. Los Colegios de Humacao y Arecibo, por ejemplo, son hoy instituciones que se dejan sentir vigorosamente en sus respectivas ciudades, en la comunidad universitaria y en el País. En ambos Colegios se ha llevado a cabo una revisión fundamental de los programas, especialmente en las áreas de Idiomas, Ciencias y Matemáticas que preparan mejor a los estudiantes que allí cursan para continuar sus estudios universitarios. En Humacao, bajo mi dirección, se iniciaron los programas técnicos, e igual cosa se ha hecho en Arecibo. Al finalizar mi gestión en Humacao, al igual que en Arecibo, quedaron ya seleccionados los terrenos y en preparación los planos para las instalaciones permanentes de sus respectivos Colegios. Uno de los aspectos que más me satisface de mi labor como director, es haber dejado allá y dejar acá una facultad competente, dedicada, joven, identificada con su Colegio Regional y comprometida con los más altos ideales de su profesión”.
(…)
“Por último me complace haber creado en este Colegio, un clima de libertad, de comprensión, de comunicación abierta y franca con los estudiantes y los profesores, clima que estoy seguro ha contribuido grandemente a preservar el ambiente de tranquilidad, de orden, de respeto tan necesario para el desarrollo de la vida académica”.
A partir de su salida del cargo de director-decano en 1970, incursiona en la política partidista, primero por el Partido Popular Democrático y luego por el Partido Nuevo Progresista. De hecho, su carrera exitosa en la política lo lleva a alcanzar la presidencia del Senado de Puerto Rico, de 1993 a 1996. Intercala, a través de los años, sus intervenciones en la política con su desempeño como catedrático en el Departamento de Ciencias Sociales del Colegio. Presenta su renuncia al entonces Colegio Universitario de Arecibo en 1969, cuando anuncia que se acogería a la jubilación, tras 43 años de servicio. Permanece viviendo en Arecibo hasta su fallecimiento en abril de 2012.
Este puesto de la persona que ejerció el rol preponderante en los primeros años del nuevo colegio fue ocupado interinamente o en propiedad por varios directores- decanos, comenzando por el bibliotecario Antonio Matos Márquez (interino del 12 noviembre 1969 al 14 junio 1970), el Prof. José Norberto Morales Lugo (15 junio 1970 – 30 noviembre 1973), el Prof. Álvaro Hernández Castillo (interino del 1 diciembre 1973 al 7 marzo 1974) y el Ing. Hiram H. Puig Ferrer (8 marzo 1974 – 31 julio 1977).