Abre sus puertas el nuevo Colegio
Por: Dr. Otilio González Cortés, catedrático del Departamento de Comunicación Tele-Radial, UPRA
En agosto de 1967 abrió sus puertas el nuevo Colegio Regional de Arecibo con 515 estudiantes, 28 profesores y un presupuesto de $494,448, bajo la dirección del profesor Rexach Benítez. La oferta académica del nuevo colegio era limitada. Se ofrecían grados asociados en Artes y Ciencias que permitían a los estudiantes trasladarse luego a los recintos de Río Piedras y Mayagüez.
La doctora Conchita Lorenzo recuerda que en ese primer año había pocos profesores y estudiantes. Sin embargo, recuerda la excelente relación entre todos los compañeros, incluyendo los estudiantes y la administración. “Era formidable la relación entre todos”, recuerda. “Como éramos poquitos, éramos como una familia”.
Durante su primer año el Colegio ofrece un total de 24 cursos, incluyendo cursos introductorios de educación general, cursos de Pedagogía, Educación Física, Ciencias Militares y varios cursos de Ciencias Sociales. Los programas académicos comenzaron al año siguiente.
El programa de grado asociado en Enfermería fue establecido en 1968, bajo la asesoría de la profesora Flavia Ramos, entonces profesora de la Escuela de Diploma en Enfermería Graduada del Hospital de Distrito de Arecibo. De hecho, cuando en 1970 cierra la escuela de diploma que operaba el Departamento de Salud en el Hospital de Distrito, varias de las profesoras pasan directamente al nuevo programa del Colegio Regional. Eventualmente, el programa evoluciona hasta convertirse en uno de los primeros programas de Enfermería en Puerto Rico.
En 1969 inicia la oferta de los programas de grados asociados en Ciencias Secretariales y Administración Comercial.
La matrícula del nuevo colegio creció rápidamente. De 515 estudiantes en su primer semestre en 1967, en 1968 la matrícula alcanza la cifra de 1,019 estudiantes y en 1969, llega a 1,270. Este aumento en la matrícula requirió de un incremento en el número de docentes. De 28 profesores en 1967, el Colegio llega a 42 en 1968, y a 71 en 1969.
Facultad
Varios profesores se contrataron para impartir clases en el nuevo colegio regional. Primordialmente, estos profesores eran jóvenes que cursaban estudios graduados en los recintos de Río Piedras o Mayagüez y mostraban disposición y talento para unirse a la cátedra, o eran extranjeros invitados a formar parte de la facultad del nuevo colegio, o eran maestros destacados de la zona que fueron reclutados para ofrecer los cursos de educación general.
Héctor Otero Burgos, profesor jubilado de Humanidades, recuerda sus inicios como docente en el Colegio Regional en Buenos Aires. “Me llamaron a entrevista y me reclutaron. Yo no tenía la maestría terminada, pero entonces en el Colegio, que era un tanto de difícil reclutamiento para esa época, reclutaban a las personas aun con bachillerato si eran estudiantes aprovechados y entonces le daban hasta un diferencial de $100 para traer a las personas a enseñar a Arecibo. Empecé en enero del 70 como profesor de Humanidades en el Colegio”.
Otero recuerda la experiencia de dar clases en Buenos Aires: “La experiencia fue formidable porque el nivel académico era bastante alto. Pero en términos de los edificios y de la cercanía y demás, pues parecíamos una escuela superior. Todos nos veíamos todos los días, quisiéramos o no. Eran unas casas distribuidas con una placita en el medio. Las calles pasaban por frente de los salones y de los edificios de administración. Así que era un ambiente de lo más especial”.
En sus inicios, facultad de otros países llegan a establecerse a Arecibo para colaborar con el nuevo recinto, entre ellos: Julio Ameller, de Bolivia y su esposa Marta Beckis, de Argentina, Dante Pasquinucci, Ben Jeffreys y Cheryl Duncan, de Estados Unidos. “Había algunos argentinos, una pareja. No recuerdo el apellido. Dos profesores. Estaba Castora Lozano, que era española. Había una serie de profesores que habían estado en Humacao (…) y otros habían sido reclutados…”, recuerda el ahora profesor de Río Piedras y uno de los primeros estudiantes del Colegio Regional de Arecibo, Julio Muriente.
Bernardo Rodríguez, un arecibeño que entró al Colegio Regional de Arecibo en 1970, recuerda a aquellos primeros miembros de la facultad. “Las clases eran increíblemente divinas. Había muchos profesores bien preparados. Te dabas cuenta de la calidad y la marcada diferencia que había entre los estudiantes y los profesores…. Cuando uno entra al colegio regional y uno se encuentra para decirte un nombre que nunca olvido, a don Pedro Tur… la Dra. María Banano de Tur, Dante Pasquinucci daba inglés. La señora Celeste Benítez en sus clases de (Ciencias) Sociales. Priscilla Rosario cuando daba Español 101 y 102. Clases de Humanidades que daba el señor Roberto Rexach Benítez… El profesor Mon Maldonado. Un sinfín de maestros que eran increíblemente buenos…”.
Rodríguez recuerda especialmente al profesor Jeffrey por sus peculiaridades. “Tenía un carrito… un Toyotita esbaratao’ y le puso, con un pedazo de masking tape, ‘Rolls Royce’ y con eso él caminaba toda la placita de Buenos Aires. Y eso para nosotros era increíble”.
El Dr. Otero Burgos recuerda ese grupo de profesores iniciales: “Esto incluye una colonia de extranjeros que trajo hacia acá el profesor Rexach Benítez. Recuerdo a los esposos Tur, Don Pedro Tur del Departamento de Español, gente excelente. Recuerdo al matrimonio Ameller que fue (…) al Departamento de Ciencias Sociales, los Avellaneda también del área de Español. La profesora María Nélida González del área de Humanidades; eran unos 8 o 10 compañeros excelentes. Entonces, cuando yo llego al colegio, ya había personas como el profesor Rafael Bey, personas como el profesor Francisco Catalá, … Juan Maldonado (Ciencias Sociales) … el profesor Edgard Ramos en Biología, el profesor Nelson Mercado…, el profesor Apolinar Cintrón…”
La labor docente era similar a la actual, aunque con mayores limitaciones. Otero Burgos recuerda, por ejemplo, la carencia de despachos de facultad. “Había oficinas, aunque no eran individuales y separadas sino que era un salón abierto y ahí estaban los escritorios regados y cada director de departamento tenía su escritorio y desde ahí atendía a sus profesores. Los profesores más o menos nos peleábamos por un escritorio para atender los estudiantes”, recuerda Otero.
“Los profesores atendíamos a los estudiantes en el mismo salón o íbamos a la biblioteca. La biblioteca también era un edificio del pueblo en concreto, creo que era de los pocos edificios que era en concreto… y el de administración. Pero eran antiguos edificios, eran casas o tal vez alguno de ellos era usado de almacén o de comercio. Pues así eran los edificios y los salones de clase eran así también. No había aire acondicionado, por supuesto. Bastante calurosos, pero como que se vivía, como todo era una cercanía con una familiaridad que gustaba”.
Para Annie Gómez, el tamaño del nuevo colegio en su espacio temporero fue una gran experiencia.