Por: Harvey Cabassa (harvey.cabassa@upr.edu)
Durante el embarazo, su madre sufrió una infección en la matriz que provocó una hemorragia en el lado derecho de su cerebro. Como resultado, desarrolló hemiparesia izquierda, displasia de cadera y parálisis cerebral. Llegó al mundo a los seis meses.
A los dos años, comenzó a utilizar aparatos ortopédicos en el tobillo y el pie, conocidos como afos. A los cuatro años, ya se había sometido a una operación de cadera, y desde entonces ha tenido que enfrentar varias intervenciones quirúrgicas.
Inicialmente, Hiram asistió a una escuela privada, pero llegó el momento en que sus padres no podían costear los altos precios y decidieron cambiarlo al sistema público de enseñanza.
Pasaron los años y llegó el momento de decidir a qué universidad asistiría después de la escuela secundaria. Solicitó admisión en la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Rio Piedras, Arecibo y Mayagüez. Para su sorpresa, fue aceptado en las tres. «El proceso de selección de universidad fue bastante interesante, emocionante pero también preocupante, ya que no sabía qué iba a pasar», comenta Cortés Narváez, de 24 años.
Finalmente, decide ingresar a la UPR en Arecibo (UPRA). Si bien sabía que tenía la capacidad académica, tenía miedo de que sus limitaciones físicas le impidieran desenvolverse en la universidad. «Me encuentro que en Arecibo tengo unas barreras que tenía en la escuela. Aquí en la universidad no todos los accesos están disponibles, por ejemplo, los ascensores, muchos de ellos están dañados. Sirven dos, los otros ocho o nueve están dañados».
El estudiante, oriundo de Barceloneta, actualmente cursa su quinto año universitario, pero a lo largo de estos cinco años no ha tenido la oportunidad de visitar el Departamento de Ciencias Sociales al cual pertenece. Dicho departamento se encuentra ubicado en el cuarto piso de la institución educativa. Esto se debe a que el único elevador disponible en este edificio llega solamente hasta el tercer piso. Las únicas opciones de acceso disponibles para el cuarto piso son las escaleras y una plataforma que, desde su llegada a UPRA en 2018, se encuentra fuera de servicio. «Es indignante, yo quisiera estar en mi departamento porque yo merezco estar en mi departamento”.
Durante su primer año en la institución, Hiram informó a la administración sobre la necesidad de contar con ascensores para la comunidad con diversidad funcional. «Ellos dijeron que era un proceso bien burocrático y que se tardaba. La cuestión fue que de hablarlo no llegó a más y la cosa se paró y no se pudo trabajar”, explica. Hasta el día de hoy, Hiram sigue esperando alguna acción por parte de la administración universitaria.
“Aunque los profesores bajan cuando yo necesito hablar con ellos, yo debería subir a donde ellos, porque yo soy un estudiante como cualquier otro”.
En la segunda planta de la institución, Hiram no puede acceder a los baños, ya que se encuentran fuera de servicio. Como alternativa, tiene que dirigirse a baños ubicados a una considerable distancia, lo cual representa un inconveniente significativo. Esto ocasiona que llegue tarde a clases.
«Las limitaciones de la universidad se trasladan a la sociedad y a los edificios gubernamentales, porque a veces no puedo subir. Uno no puede subir a alguna oficina y es lo mismo, tienen que bajar para poder hacer una diligencia porque no está accesible a las personas que tienen una diversidad funcional», expresa.
Reportaje- UPR: ¿Un centro de todos?
Cortés Narváez asegura sentirse discriminado y menospreciado, ya que percibe que no existe un sentido de humanidad hacia las personas con diversidad funcional. Sin embargo, destaca que sus compañeros siempre han mostrado comprensión hacia su condición de diversidad funcional y que la interacción con sus colegas ha sido la mejor parte de su experiencia universitaria.
«Lo que me preocupa es la falta de educación y empatía de la sociedad, porque si tenemos educación, vamos a tener empatía, y si tenemos empatía, todo el mundo va a colaborar para que las áreas estén adecuadas para nosotros».
Día a día, le comentan que es un ejemplo a seguir, que a pesar de su condición es capaz de asistir a la universidad y obtener un promedio de cuatro puntos. Su determinación inspira a los demás a continuar estudiando. Sin embargo, menciona que se trata de «porno inspiracional».
El término porno inspiracional fue acuñado por la activista Stella Young y se refiere a la representación de personas con discapacidades como fuente de inspiración, ya sea en su totalidad o en parte, debido a su discapacidad.
«Es bueno ser inspiración, qué bueno que sigas con tus metas. Pero también, además de pensar en que Hiram te inspira a seguir tus metas, piensa también en cómo yo puedo ayudar a Hiram cuando él está en la universidad, porque además de esa inspiración que viene desde la empatía, tiene que venir con acción. Y la acción te deja saber a ti que me importas».
Asegura que la comunidad con diversidad funcional muchas veces se siente discriminada porque no les proveen los accesos o los acomodos que necesitan. Esto lo ha llevado a pensar que, tanto al gobierno como a la sociedad, no les importan. «Solo le importamos a nuestras familias y amistades supercercanas, pero más allá de eso, a nadie más», expresa el estudiante del programa de Estudios Iberoamericanos.
Aunque indica que esto puede cambiar, si hay un interés genuino del país para educarse sobre lo que es la diversidad funcional.
«Te aseguro que si hubiera una persona con diversidad funcional dirigiendo o trabajando cerca de algún jefe de todas las agencias o liderando la Universidad de Puerto Rico como presidente, estas situaciones no ocurrirían.»
Aún queda mucho por hacer. «Vamos levantando nuestra voz, denunciando y haciendo saber a las personas pertinentes: ¡Miren, reaccionen, pero también tomen acción!».
«Yo me podría ir a Estados Unidos y tener más acomodos, pero no quiero porque este es mi país, mi patria. Porque tenemos que estar pensando en el norte cuando aquí podemos hacer cosas buenas, igual de buenas que allá».
Cortés Narváez es un firme defensor de la educación pública y accesible, y manifiesta que: «A pesar de todas las dificultades que ha enfrentado la UPR, la UPR sigue siendo la universidad del País… UPR ha demostrado que su nivel educativo, a pesar de los recortes y de los distintos problemas que ha enfrentado en los últimos años… siempre ha sido una gran universidad. La mejor manera de valer los derechos de la comunidad de diversidad funcional en Puerto Rico es que nosotros ocupemos los espacios, incluyendo a la universidad. Exhorto a que toda la comunidad de diversidad funcional que pueda venir a la UPR que lo haga porque va a ser una experiencia tremenda y así también podemos hacer valer nuestros derechos».
Asegura que lo que ocurre en Puerto Rico es que quizás nos falta visión y que cuando existe visión, «no está el querer hacer las cosas».
El barcelotense tiene que enfrentarse no solo al dolor físico, sino también a los desafíos relacionados con la universidad. Esto ha tenido un impacto emocional tan significativo que ha tenido que recurrir a un psiquiatra.
«Uno se deprime y académicamente el rendimiento baja, baja porque no tienes las condiciones para estar a la par con los demás».