Por: Andrés I. Jové Rodríguez – andres.jove@upr.edu
Tanto en su vida pública como privada, Juan Mercado Nieves demuestra una cercanía inquebrantable con la academia. En su oficina se rodea con libros de una multitud de temas, pero todos bajo el punto de encuentro político: «Eyeless in Gaza», por Aldous Huxley; «Eric Hobsbawm», por Richard J. Evans; «Personas e ideas», por Enrique Krauze, y libros sobre polémicas internacionales de América Latina, su eje de enfoque.
Cultivado por un bagaje de vida entre académico y político, el licenciado Juan Mercado —catedrático auxiliar del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo (UPRA) por 22 años— delineó a una edad temprana los cuestionamientos sociopolíticos que lo llevaron a fungir una trayectoria llena de teoría, pero nunca distante de la práctica.
«Ver unos libros, ver unas discusiones que se dieron en mi casa, me ayudaron un poco a crear cierta sensibilidad, cierta preocupación, por lo que estaba pasando alrededor mío», expresó Mercado.
Se presenta a la entrevista con una compostura serena, piernas cruzadas, preparado para contestar —en la medida de lo posible— todas las preguntas. Viste una polo blanca con pantalones cremas; acaba de llegar de una cita con un cliente en su firma privada de abogado donde se especializa en leyes civiles y notariales. Su oficina en el recinto, pequeña en su composición, parece ser su orgullo innato.
Entre los retratos colgados en su oficina resalta uno que conmemora el 150 aniversario del Grito de Lares con las imágenes de Lolita Lebrón, Pedro Albizu Campos y Ramón Emeterio Betances. Este es tan solo uno de varios indicadores de su posición política.
Mercado relata que su padre inculcó su amor por la lectura; no obstante, hubo eventos en la «vida de mi padre y de la familia» que lo marcaron y le llevaron a cuestionar la sociedad.
En su trayectoria educativa, pondera el Derecho como ruta graduada, pero todavía —en aquel entonces— no sabe hacia dónde dirigirse a nivel subgraduado para cumplir con el requisito académico que exigen las escuelas de Derecho. Como estudiante del Colegio San Felipe, le gustaba conversar de lo que ocurría en el mundo. Por esa razón optó, al final, por seguir bajo las Ciencias Políticas en la UPRA.
«Yo tuve el privilegio de tomar clases con grandes profesores de aquí [UPRA], como Francisco Catalá, Jaime Colón… que fueron verdaderamente mis mentores», detalló. «Con ellos aprendí que lo que yo debía estudiar era política».
De la UPRA se trasladó a la Universidad de Maryland, donde estudió dos años Ciencias Políticas —hasta que cumplió con su bachillerato— para enfocarse en la «reflexión política, la construcción de la manera en que la gente se comporta políticamente». Más que nada, quería indagar en la parte teórica de la profesión, oportunidad provista gracias a la cercanía que tenía la universidad al centro de la política norteamericana: Washington, D.C.
De ahí dirigió su mirada al sistema político de América Latina, para conocer sobre un sistema de gobierno que estudió durante su bachillerato: el sistema burocrático autoritario.
«¿Por qué surgen las dictaduras?», cuestionó
«Como demócrata no estoy a favor de las dictaduras, pero me interesa saber qué cosa pasa para que un gobierno democrático deje de ser democrático». De ahí recalcó la huella que dejó en él la Revolución Sandinista de Nicaragua, la cual ocurrió en su etapa de estudiante de colegio en los años ’60 y ’70.
Se sentía enorgullecido por su insasiable curiosidad académica que lo llevó a descubrir los fallos existentes de los sistemas de gobierno del siglo XX.
En ese transcurso, al llegar a la Escuela de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, indagó sobre el estatus geopolítico colonial de la Isla hasta involucrarse con el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP). En su etapa de licenciatura colaboró en las oficinas de senadores y de candidatos a la gobernación del PIP.
Su trabajo político lo hace por estar «comprometido con la independencia de Puerto Rico». «Me gusta la política, pero me gusta más el estudio de la política», afirmó.
Su ferviente defensa de la independencia como único tramo viable para Puerto Rico se profundizó en la escuela de derecho, al leer más sobre conceptos nacionales que engendró el estatus colonial de la Isla.
«La educación me ha permitido llegar a conclusiones… una nación no puede ser absorbida por otra», delineó. Pronunció estas palabras con la certeza y seguridad que acompaña a un profesional que ha presenciado de primera mano las conclusiones de sus propias aseveraciones.
Descubrir el sentir gubernamental de los Estados Unidos —desde la Rama Judicial con los líderes del Tribunal Supremo, hasta la Rama Legislativa con los miembros del Congreso— le permitió concluir la poca viabilidad del estatus estadista para Puerto Rico.
«La independencia es el curso natural de todas las naciones», puntualizó Mercado. No obstante, agrega que la independencia, contrario a la creencia popular, no tiene porqué implicar una ruptura con los Estados Unidos: «Que se permita en Puerto Rico tener relaciones con cualquier otro país del mundo en condiciones similares, no cerrarse únicamente a los Estados Unidos. Es integrarse al mundo, no a los Estados Unidos».
Como punto concluyente, el licenciado anotó la poca lógica del sistema jurídico actual en relación a la elección de los jueces de un tribunal en el que todos los miembros de ese cuerpo son electos por el Senado por nominación del primer ejecutivo. «Si vas a colocar a un activista político en una posición como esa, ¿cuál va a ser el efecto? Que el individuo se va a preocupar más por la carrera política que por impartir justicia», remarcó.
Su juicio nació en las trincheras académicas y políticas, pero su carácter de «pipiolo», como se llamó de manera jocosa al formar parte del PIP, nace a partir de la fusión de ambos clavos.