Noche en lentejuelas

Las estrellas de la noche se transforman en lentejuelas tornasol que maquillan el cielo como lunares constelados. En las afueras del bar la ciudad está tan fría, como tan caliente está el humo del cigarrillo que se respira por accidente. La obscuridad se alumbra con la luna menguante, junto al sonido ensordecedor proveniente del recóndito espacio del bar. Sin mencionar las vibras de novatos curiosos que se acercan por descubrir.

El interior del bar está tan repleto de luces neón que opaca la vista con destellos que se atrapan en el humo de la pista de baile. Todos esperan a la cherry, quien se encargará de cerrar show como cada sábado. La música se manifiesta y provocaba un éxtasis de felicidad liberada en el cuerpo de los visitantes. Hombres y mujeres, mayores y jóvenes, negros, blancos y hasta grises se aventuran en la dimensión de la libertad nocturna.

En la soledad de un camerino sombrío se encuentra el pensamiento de un hombre también en menguante. En su mano derecha tiene una rasuradora con la que se afeita meticulosamente frente a su imagen manchada. Su cabeza calva esta rodeada con dos capas de cinta adhesiva marrón desde la frente hasta la nuca, que forman un anillo. Su pecho velludo acompaña una voz grave con la que pide dos cócteles a su joven asistente. Sus labios se mueven junto a la canción Amor y Lujo de Monica Naranjo.


«Amor y lujo
Cuerpos de gloria
Grandes historias
Queremos más, queremos más
Esas estrellas lucen tan bellas»

Amor y Lujo de Monica Naranjo

En la mesa frente al espejo hay una bolsa negra llena de dinero. El hombre comienza a contar uno a uno cada billete con el rostro de George Washington ($1.00) y Abraham Lincoln ($5.00). Hasta los billetes poseen identidad, pero el hombre que los cuenta aún se encuentra con el rostro menguante. Pálido y con las cejas escondidas como ladrón que busca disfrazarse. A presión intenta introducir sus piernas dentro de una malla color carne después de haber ocultado sus genitales detrás de otra capa de cinta adhesiva que le provoca un dolor constante. Una vez envuelto en mallas hasta su ombligo, se rellena la cintura y el trasero con guata, quedando tieso como un muñeco de plástico.

Una caja negra con pinceles y pinturas esta sobre la mesa. El hombre tieso dibuja líneas difuminadas sombre su menguante rostro. Se golpea delicadamente maltratando su mandíbula pronunciada y a la vez cubre con pintura naranja el área donde crece su ya afeitada barba. ¡PUFF, PUFF! …. Suenan los golpes de un pedazo de goma golpeando el rostro mientras se matizan las sombras. Su rostro está desfigurado y remodelado. ¡FRR, FRR, FRR!… Se escucha la brocha empolvada de blanco que sella la humedad del rostro y la pintura. Pero ahora necesita orinar y sus genitales, cubiertos de cinta adhesiva están. Se escucha A prueba de todo de Valentina, una transformista de ascendencia mexicana que exhibe su arte en revistas como Vogue México.

«Yo soy a prueba de todo y me lo demonstré
Rompí con el miedo, de ti me curé
Perdi siete vidas y al fin pude ver que si tú me sueltas yo caigo de pie»

A prueba de todo de Valentina

Su reflejo descubre una imagen perturbadoramente hermosa en plena crisálida. Sus mejillas y pómulos revientan de colores rosados y sus labios parecen recién golpeados con un rojo carmesí. Sus enormes ojos se cubren de largas parasoles de pestañas que protegen su identidad y sus párpados azul cielo provocan hipnosis instantánea. Como una usurpadora de Atenea en cuerpo de Apolo. Se pone de pie y procede a cortar su respiración con un corset negro con aspecto de lencería sadomasoquista. ¡JMMM, JMMM, JMM!… suena su indeseado gemido mientras aprieta sus órganos internos.

Al fondo del camerino se avista un leotardo con lentejuelas doradas que cambian de color al moverlas con la mano. De dorado a plata y de plata a dorado, ese será el “reveal” que hará caer los billetes sobre las tablas. Unos tacones tamaño 11 descansan debajo de la mesa chocando con los dedos envueltos en mallas color crema. Son las 10:18 y ya pronto comienza el show.

Llega su momento de escapar, pero escapar de sí mismo. Aquella imagen pixelada y manchada en el espejo no es más que el reflejo de una metamorfosis artística. Una expresión del cuerpo, el alma y el corazón de un hombre que goza de Halloween todas las noches coloreando con sobras y luz para moldear su masculinidad. Sí… una “draga”, “reina”, drag queen”, travesti o transformista. Un ilusionista del género capaz de dividir su vida como la luna menguante de esta noche. Hombre por el día y reina en noches de lentejuelas. Se coloca su capa de super héroe llamada peluca y abre la puerta porque su público la espera.

«Y me solté el cabello, me vestí de reina
Me puse tacones, me pinté y era bella
Y caminé hacia la puerta te escuché gritarme
Pero tus cadenas ya no pueden pararme…..
Y miré la noche y ya no era oscura
Era de lentejuelas….. «

Todos me miran de Gloria Trevi

El transformismo es una utopía que nos conduce a dimensiones del arte en todo su esplendor. Hombres y mujeres que se adentran en la realidad de su alma en su máxima forma. Personas extraordinarias que logran separarse del estereotipo del género y se convierten en su propia muñeca de juegos. Mujeres barbudas y hombres empolvados con pintura. Una reconstrucción del cuerpo y la mente que podría convertirse en trabajo o en un simple pasatiempo. El transformismo es la caracterización de un personaje que demuestra tus deseos y anhelos en su máxima expresión.

«Todos nacemos desnudos, el resto es drag»

Rupaul

Dereck Ruiz
Author: Dereck Ruiz

Un comentario sobre “Noche en lentejuelas”

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