Por Mariangely Rodríguez Torres (mariangely.rodriguez2@upr.edu)
Marzo, el mes de la historia de la mujer es cuando arreglos, chocolates y regalos de todo tipo llueven para celebrarnos. Un mes pintado de violeta, rosa y frases de empoderamiento. Sin embargo, quiero que seamos sinceros, ¿es ese un reflejo del valor que se nos otorga en nuestra realidad diaria? Y después de marzo, ¿qué?
Día a día veo cómo nos denigran, lastiman, desacreditan, critican, entre otras muchas cosas más. Qué bonito sería poder vivir tu vida sin temer qué la sociedad tendrá nuevo para quitarte valor como mujer —como un ser humano. ¿Qué ejemplo más claro les puedo dar que el de Celimar Adames y Televicentro? Aún haciendo el mismo trabajo que su compañero, la diferencia de salario entre ellos era grande. ¿Creen que es justo?
“No es difícil deducir cuál de las dos es más popular y admirada a nivel mundial, sin embargo, esta situación nos demuestra el valor desmedido que la sociedad le otorga a los estereotipos exagerados de belleza”, fue lo primero que leí al entrar a la aplicación de Twitter hace unos días atrás.
Junto a ese tweet se encontraba esta foto (arriba), donde claramente ponían a la modelo estadounidense Kendall Jenner (izquierda) y la joven astronauta Alyssa Carson (derecha) —dos mujeres exitosas en su respectivo campo— una contra la otra. Lo que más me sorprendió fue encontrarme con tantos comentarios denigrantes hacia la modelo, protagonizados por mujeres. «La mujer de la derecha es la que aspiramos a ser. La mujer de la izquierda es un juguete de plástico», escribió una mujer debajo del tweet. ¿Qué mensaje les estamos dando a las niñas que están en busca de su lugar en el mundo? ¿Que está bien criticar a una mujer para elogiar a otra?
Crecí viendo cómo denigraban a las mujeres famosas en programas de televisión, cómo las comparaban como si de objetos se tratara. Viví mi infancia pensando en que una mujer exitosa no podía verse bien; no podía tener confianza en sí misma; que simplemente debían vivir solo para su trabajo o estudios, o bueno, así presentaban a este tipo de personaje en la televisión. Ahí me di cuenta de algo: de la constante hipersexualización de la mujer, —sí, así como lo leen. ¿No se han dado cuenta que en las películas, novelas y series, mayormente las secretarias, amantes, y otras mujeres que no tienen puestos tan grandes, su vestuario es sumamente sensual? Pero la mujer que tuviese un puesto importante: era muy amargada, odiada por todos, tenía buen vestuario, pero al ser tan fuerte no era considerada «atractiva».
La hipersexualización de la mujer en el cine es el peor reflejo de los micro-machismos que existen en la actualidad. Esos personajes vestidos, puestos a conveniencia y sólo para el agrado de los hombres.
Ni hablar de la vida real, porque nadie tiene problemas cuando las fotos de alguna mujer son compartidas sin su permiso, pero, cuando ellas mismas son las que tienen el control de esas fotos, ahí son llamadas tremendas atrocidades. Otro ejemplo: en la política; Alexandria Ocasio-Cortéz y Alexandra Lúgaro. Dos mujeres inteligentes, trabajadoras, pero sumamente criticadas por su apariencia. Porque al parecer, si eres una mujer en la política no puedes ir a la playa en bikini, pintarte los labios de rojo, ni mucho menos vestirte bien, —nótese el sarcasmo.
Si conocemos de lo que hablamos, somos unas sabelotodo. Si somos madres, nos imponen hasta cómo debemos criar nuestros hijos. En fin, si somos mujeres, nos usan como muñecas de trapo. ¿Cuán alto tiene que gritar una mujer para ser escuchada y tomada en serio?
Quizás decir un “basta ya” no cambie las cosas, pero cada granito de arena cuenta inmensamente. ¿Cómo pretendemos cambiar esa mentalidad machista y controladora si nos apedreamos a cada oportunidad que tenemos? Que conste que no estoy diciendo que tenemos la culpa de esa mentalidad, porque no es así. Ellos deberían de tener la prudencia de tratarnos con respeto, como seres iguales y no como fichas de un juego. Sin embargo, el cambio también empieza desde adentro. Como mujeres unidas y listas para defendernos «por» y no «de» nosotras.
En un artículo para Forbes, Shelley Zalis escribió: «Siempre digo que una mujer sola tiene poder; colectivamente tenemos impacto. Tradicionalmente se nos ha enseñado a ser competitivas entre nosotras, porque había una gran escasez de puestos de trabajo en la cima. Está tan claro que la estrategia no funciona. La verdad es que levantarnos unas a otras y canalizar el poder de la colaboración es realmente la forma en que cambiaremos la ecuación».
Por lo tanto, no necesitamos ponernos más obstáculos de los que ya la sociedad nos tiene. Esa sociedad que funciona como un espejo, porque cada vez que miramos nuestro reflejo nos preguntamos si esa persona que nos ve fijamente es real; vemos los defectos, virtudes y lo que quisiéramos cambiar. Si elegimos y actuamos con sensatez, quizás ese «espejo», —a pesar de ser otro obstáculo más— sería más fácil de suprimir.
Me encanta.
La competencia vs la colaboración, ese punto debemos comenzarlo a atacar. Somos la mayoría en la fuerza laboral, al unirnos obtendremos más. El discrimen en los trabajos no debería existir. El que la mujer tenga que realizar doble trabajo para que se le tome en cuenta en posiciones importantes dentro de la empresa o gobierno no debe ocurrir.
Te felicito por tu escrito, llevas el mensaje claro y sobretodo crea conciencia. Felicidades!