Por: Ivelise Feliciano (ivelise.feliciano@upr.edu)
Hace dos semanas, me encontré con la noticia del arresto de uno de los 15 criminales más buscados en Canadá, Connor Vicent D’Monte, quien se hizo pasar por filántropo estadounidense para beneficiarse de la Ley 22 a través de conexiones nebulosas con la Fortaleza. Sobre cuándo y cómo llegó, no se tienen detalles, pero sí hay que resaltar cómo este hombre es la viva imagen de cómo el gobierno favorece descaradamente la inversión extranjera antes que la local.
¿Podemos preguntarnos cómo es posible que D’Monte tuviera contactos en Fortaleza e incluso cabildeara con el senador Javier Aponte Dalmau, mientras que un boricua no puede ni siquiera comunicarse con realtors para comprar una propiedad? Tal es el caso de Ismael Cruz Cordova, un actor de Hollywood puertorriqueño, quien no ha podido comprar una casa y un terreno a causa del discrimen que los propios vendedores de la isla a menudo profesan contra los boricuas, ya que prefieren vender propiedades a inversores europeos. Es por esto que se trata de un acto de indignación, el joven artista dice:
“BASTA YA. Dejen de regalarle nuestro hogar a personas que no sienten ni conocen el alma de Borinquen».
Así como Ismael, hay muchos que no logran adquirir un hogar por el discrimen, mientras que otros, como los residentes de San Jose Hills Apartments en Quebradillas, sienten una mezcla de indignación y amargura que acongoja el alma, debido a que los apartamentos en el que viven fue vendido a un beneficiario extranjero de la Ley 22 que pretende reconstruir la localidad para crear un Airbnb o unas residencias tipo club para estadounidenses.
El nuevo dueño de este complejo es Giovanni Feroce, exsenador de Rhode Island, y quien según la periodista Bianca Graulau, es el segundo deudor de impuesto sobre la renta en Rhode Island al deber más de $1, 232, 476. 96. Nuevamente, aquí vemos cómo no solo la corrupción, sino el privilegio sale a flote y cómo nadie hace nada por ayudar a los boricuas, mientras tenemos a estos magnates que no se avergüenzan de robarle a su propio gobierno en la gran nación norteamericana.
Para dar un poco de trasfondo sobre lo que es la Ley 22, merece la pena señalar que se trata de un beneficio para que millonarios de otros países vengan a nuestra isla a invertir. Esta ley otorga una exención contributiva sobre los ingresos y productos de inversiones a esos riquitos que residirán en Puerto Rico. Pese a que la ley fue creada en el 2012, da asco observar cómo le dan una ayuda a quienes no la necesitan, mientras todavía hoy, hay personas que no solamente sobreviven con una porquería de salario, sino que tampoco pueden comprar una casa porque no tienen el poder adquisitivo y sus ingresos no les dan ni siquiera para su retiro.
Si hablamos del sanguinario filántropo D´Monte, o “El americano” como le decían algunos, se trata de otro de los extranjeros anglosajones que vienen a Puerto Rico a escapar de los impuestos y hasta de delitos, y es que en la isla se endiosa a este tipo de forasteros. Es como si le tuvieran miedo al colonizador, y es normal dado a nuestro estatus colonial que ha perdurado durante siglos, razón por la cual fuimos inculcados a arrodillarnos ante la metrópolis en vez de hacerles frente por nuestros derechos, por nuestras propiedades y por nuestra dignidad.
No se equivoquen, el problema no es contra aquellos de otros países, ni contra las inversiones. El problema es que mientras hay un pueblo que trata de sobrevivir en la isla, el gobierno en vez de ayudarlos, los aplasta y los tortura al restregarles en la cara que los inversionistas son los que supuestamente están ayudando a la economía de Puerto Rico, sin embargo, los locales no son los que viajan a otro país para evadir los impuestos que adeudan, escapar del delito que los persigue y desplazar a los menos afortunados. Los locales no son criminales que se roban a Borinquen legalmente mediante premios, luego de que se les perdiera la vergüenza en su país al no pagar como lo hizo Feroce. Eso sí es un acto criminal.
D’Monte no es solamente un extranjero más, sino un criminal tanto en Canadá como en la isla, pero como siempre, en Puerto Rico pareciera ser como que no cometió ningún crimen, pese a que adquirió una identidad falsa, colgó a una mujer desde un balcón y tenía un arma ilegal. Esto demuestra una vez más que la justicia no es más que una ilusión para el pueblo y una realidad para unos pocos adinerados
Además de acoger a sanguinarios y deudores, tal parece que Puerto Rico alberga a las peores escorias disfrazadas de magnates de las criptomonedas. Brock Pierce, es uno de ellos, quien ha comprado propiedades en Puerto Rico como la hospedería de lujo W Hotel en Vieques, que según El Nuevo Día, está abandonada desde el 2017, luego del paso del huracán María. ¿Por qué escorias? Aparentemente, además de los evasores contributivos, entre nosotros tenemos a acaudalados que han sido vinculados en escándalos por pedofilia y entre ellos se encuentra Brock Pierce.
Según el blog de la periodista Sandra Rodríguez Cotto, En Blanco y Negro, el exactor infantil fue demandado por empleados de su empresa de vídeos Digital Entertainment Network (DEN), quienes lo acusaron de drogarlos y abusar de ellos sexualmente cuando eran menores de edad. Pese a que diversos medios como The New American y The Daily Beast mencionan a Pierce, realmente no está claro si este fue parte de los abusos, lo que sí se debe decir es que tanto él como, Chad Shackley y el imputado por estos actos, Marc Collins-Rector trabajaban juntos en DEN antes de renunciar el mismo mes de la demanda contra este último. Luego de conocer sobre esto no es sorpresa que enlacen a Pierce con Epstein, quien tenía una isla cerca de Puerto Rico donde realizaba estas barbaridades a menores de edad.
Quizá no conoceremos nunca la verdad sobre el asunto, pero nada más de pensarlo se le revuelca el estómago a cualquiera, por lo que nos debemos cuestionar a quienes les están vendiendo la isla. ¿A quienes? ¿El gobierno es tan ineficiente que no investiga a sus cabilderos ni a sus inversionistas? Como dice el refrán: “por dinero baila el mono” y los monos del gobierno después que se vendan al mejor postor, no les importan las 3, 285, 874 personas que viven en Puerto Rico.
Es por esto que Connor Vicent D’Monte es símbolo de todo lo negativo que oscurece cada vez más la vida de los puertorriqueños. Es la digna representación de cómo una persona blanca, anglosajona, con más dinero e ingreso que un boricua promedio, se sale con la suya para tener todo lo que le es negado a un puertorriqueño: oportunidades, inversiones, diálogos con los representantes de la isla, exenciones contributivas, entre otras cosas.
Ante toda esta injusticia para un pueblo, es necesario decirle a los políticos y expolíticos de Puerto Rico que “le han fallado a la isla” y a los extranjeros como Connor Vicent D’Monte, Giovanni Feroce y Brock Pierce que sus casos son tan vergonzosos que tuvieron que venir a la colonia a que se les olvidaran sus pecados monetarios, criminales y sus asqueantes escándalos, respectivamente, pero así como hay muchas víctimas que no olvidarán, así hay muchos que les recordarán sus penurias.