Fabiola M. Pérez cursa su quinto año en el Departamento de Comunicación Tele-Radial de la UPRA. No es una estudiante cualquiera, pues sabe dar cátedra sobre la empatía: elemento fundamental para cada uno de los oficios que aquí se enseñan, sobre todo, el periodismo.
Hace dos días recibí una comunicación por parte de la alumna, a quien en aquel momento conocía solo superficialmente. En su mensaje expresó que había sido movida durante nuestra última clase de Géneros Periodísticos en la que tras treinta y pico de días del azote devastador de María, como grupo nos sentamos a discutir, analizar, debatir y expresar nuestras experiencias por medio de columnas de opinión. Durante este ejercicio Fabiola y el resto de los estudiantes conocieron la complicada situación a la que se enfrentan muchos que lo han perdido todo: hogares completos o parciales, automóviles, miembros de la familia inmediata, trabajos, dinero, esperanzas.
Alumnos del interior de la isla contaban sus hazañas para mantener sus hogares y familias a salvo y las necesidades que han enfrentado durante todos estos días de sequía y tinieblas. En el caso de Fabiola, su conmoción e inspiración por las historias compartidas actuaron como motor detrás de su impulso por actuar.
La iniciativa surgió inicialmente de la alumna, aunque no hubiera sido posible sin la ayuda de su familia, quien acudió directamente al alcalde de su pueblo, Quebradillas y movió montañas para lograr su objetivo de impactar una comunidad muy afectada y en ocasiones, ignorada, tras el paso del huracán: los estudiantes del principal sistema público universitario en la isla.
“Conseguí donaciones de alimentos y almuerzos para los estudiantes”, dijo la voz de Fabiola al otro lado del teléfono. Me contó que parte de la donación había sido precisamente gracias al alcalde de Quebradillas- un amigo de la familia- y la otra, gracias a su familia quien aportó económicamente para costear los almuerzos y su madre, María González, quien preparó arroz con pollo, habichuelas, amarillos y coditos para todos los presente. En menos de una semana la alumna fue capaz de conseguir cajas desbordantes de artículos de primera necesidad, agua embotellada y alimentos no perecederos, incluyendo comidas militares, entre otros, para compartir con sus compañeros. La ayuda fue lo suficiente como para impactar a dos grupos de estudiantes universitarios, más de treinta personas.
“Nosotros acostumbramos sentarnos a hablar como familia cada día y cuando regresó aquel día de la Universidad, Fabiola no se veía alegre como siempre, sino muy afectada”, expresó Oscar Pérez, su papá, un hombre de una fe inquebrantable, quien acompañó a su hija junto con su esposa, cuñadas y otros amigos y miembros de la familia a la UPRA a entregar alimentos para los estudiantes y compañeros de su hija.
Durante la mañana de hoy, a las 10:30 en punto, entraron por la puerta los miembros de la familia de Fabiola, quienes cargaban cajas de cartón repletas con donaciones para el grupo. “Puerto Rico no se levanta solo”, expresó la alumna con voz quebrantada ante sus compañeros de clase. “Y es fácil no mirar la necesidad del otro“, continuó. “¿Qué podemos hacer para aportar nuestro granito de arena?“. A modo de pregunta retórica, la respuesta quedó en el aire. Y de ese modo quedó también evidenciada su invitación a que el resto de estudiantes multiplicaran sus ayudas a otros.
Hoy más que nunca ante la situación que enfrenta cada uno de los puertorriqueños en la isla tras el paso de María toca repensar la invitación de Fabiola. ¿Qué podemos hacer para aportar nuestro granito de arena? Se trata de una invitación abierta que comienza desde hoy. Puerto Rico no se levanta solo. Pues no, se levantará entre todos, cada uno de nosotros, que extenderá un brazo al vecino en forma de cadena hasta llegar a fortalecer y poner a todo el país de pie nuevamente.
