Por: Imanol Santiago-Maldonado (imasantiago@gmail.com)
El libro Navegaciones de la doctora Yeidi Altieri Sotomayor, catedrática de la UPR en Arecibo, es un poemario cuya estructura consta de tres partes con sus propios subtemas. La primera, Oceánica, se compone de veinte poemas, mientras que la segunda, Marítima, consiste de veintitrés poemas y la última, Plátonica, de veintiséis. Está dedicado al hijo de la autora, Mikhail Massol Altieri y fue publicado en la colección de poesías “El farolito azul” de Ediciones Callejón en el 2018.
Al leer con cuidado los poemas que componen Oceánica, observamos que aparecen unos temas comunes que se repiten a lo largo de esa parte del poemario. Existe un hilo conductor que va uniendo cada uno, casi como si fuera un largo poema dividido en muchos fragmentos. Abunda en todos ellos un sentido de tristeza por una pérdida que duele, lastima, en lo más profundo y que deja marcas que no sanan.
Las metáforas están siempre relacionadas al mar. Barcos, anzuelos, olas, arenas, caracolas, estelas, corales y algas, son sólo algunas de las figuras que utiliza la autora para presentar los sentimientos y sensaciones que encierran los poemas:
La fuerza constante de su amor/ le tejió algas/ y forró el esqueleto/ de su barco y /perdido,
en el mediterráneo de sus sentimientos, lloró estrellas de bengalas/ y encontró el rumbo de su
navegar.
La escritora viaja hasta la profundidad del mar de sus recuerdos y su dolor, y de allí rescata cristales de sal que convierte en las piedras preciosas de su poesía:
Acumuló/ el fondo del mar/ cristales de sal … /crecieron rodeados/ de tu recuerdo/
y arrojaron … /gemas hermosas …
Es muy interesante la metáfora que usa la poeta para describir la atadura del recuerdo de la persona amada, que intenta atraparla como un anzuelo:
… arrecifes de gusanos rojos/… formaron una península/
de arenas negras/ y acomodaron tu recuerdo/ como un anzuelo.
Es particularmente triste y hermoso a la vez, el poema en que la autora trae la imagen de la lluvia. El hecho de que cada vez que caiga la lluvia, algo que es tan natural, la hace revivir el recuerdo de una tarde dolorosa que no se olvida, aunque ya no lastime con tanta fuerza porque el corazón se ha vuelto impermeable:
…Llueve, y mi impermeable corazón/ apenas se entera/ porque la lluvia, hoy,
es igual a la de aquella hora/ y mi dolida respiración sacude silencios/
y la tragedia de la lluvia/ ya no me lastima.
En Marítima podemos percibir un leve cambio en el tono de la voz de la poeta. Sigue siendo una navegación, pero es un viaje de reconocimiento de pérdidas que no se recuperan. Hay una aceptación de que ya no se puede hacer nada ante esa separación. Se sigue sintiendo el sufrimiento de la ruptura, pero se nota que la etapa más trágica y la de negación y se va superando para dar paso a la resignación:
Fui navegando lentamente… y así fui brotando/ tierra de mis lágrimas/ y un archipiélago se
formó/ poco a poco/ de tus distancias.
Está presente una admisión de que existe una fractura que no se puede reparar, pero reconoce que ya es hora de que deje partir al ser amado sin amarrarlo más:
…para que no olvide/ que te debo dejar ir sin amarras.
No se trata del olvido, tampoco de no sentir tristeza ni de dejar de extrañar al ausente, pero en esta parte del poemario vemos un gesto de valentía, de intentar levantarse y de buscar ser feliz:
Inclinada sobre las aguas/ te observé partir/ y en el embarcadero de mis sueños/
pude ser feliz desde mi nostalgia.
En el tercer y último subtema, Platónica, vemos a la autora reencontrándose consigo misma. Es la parte espiritual y la más filosófica, también la más complicada del libro. Podría asumirse que en Platónica la autora se mira y esta vez se reconoce a sí misma en medio de su soledad:
En el ejercicio de mi libertad/ permanecí idéntica a mí misma.
Pero se lanza a superar el temor y el dolor a través de la palabra. Navegando hacia su interior se re-descubre en las letras, en la literatura, en el arte como única fuente de energía y de fuerza para continuar:
En la experiencia literaria/ la tristeza de mi cotidianidad/ desnudó mi escritura/
y así vacía/ dije todas las palabras.
En el fondo de la espuma,/en la infinitud y trascendencia /de las cosas malditas/
nació la palabra…
Al final del viaje, la poeta se va transformando y se sorprende ella misma al ver que la muerte la hizo renacer y que la verdad se convirtió en duda y la duda en verdad:
… hundió mis latidos en silencio/ y la muerte me plantó en la tierra.
…la busqué/ y me reventé de fonemas,/ la busqué y al encontrarla/
reconocí que era la verdad.
… y mi naturaleza misma me negó/ creer en tí y fue entonces/
que te llamé Duda.
De repente, vamos encontrando que la tristeza y la nostalgia no significan el fin y menos la derrota. Por el contrario, la soledad y la duda se convirtieron en esperanza:
… y me alcanzó las estrellas,/ esas que guardo humanamente/ en mi esperanza.
En el último poema del libro la escritora le da nombre y bautiza aquello que le devolvió su camino y su esperanza:
Y fuiste/la otra palabra/ también la intuición/ y una mañana catedral/ te bauticé/ Poesía.