Angelys Pérez (mesera), lista para comenzar el día de las madres
Por: Angelys Pérez Rodríguez (angelys.perez@upr.edu)
Ser mesera es trabajar días festivos e importantes como Navidad, Despedida del año, San Valentín, Día de Madres, Padres entre otros. Pero hablemos un poco sobre el Día de las Madres.
El día de las madres en un día de madre…
Domingo, 13 de mayo del 2018, son las 10:00 a.m., comenzamos el día con una llamada telefónica. Contesto el teléfono:
-Hellow
– “! Angelys! necesitamos que entres lo más antes posible el restaurante está muy lleno y necesito que todas entren ya.
Y así comenzó mi día. Mi jefa me levantó con un súper buenos días. Me levantó ajorada a bañarme, vestirme, comer y seguirlo para el trabajo. Mientras hacía todas estas cosas, no podía parar de imaginar lo trágico que iba ser mi día.
Voy camino hacia el trabajo recordando que es el Día de las Madres y que el RUSH no iba a faltar como los mensajes de texto que recibía mientras manejaba “¿Angelys estas cerca?” “¡date prisa!”. Puse la señal de mi carro no hago nada más que mirar un poco hacia la izquierda para ver si el estacionamiento estaba lleno y ¡Boom! La fila de las personas hacia el restaurante llegaba más allá de la entrada del negocio.
Me estaciono y me bajo del carro casi corriendo, poncho mi entrada de trabajo y escucho muchas voces a la misma vez “¿Mesa para cuanto personas?” ¿«Hay lista de espera?” “Chicas recojan los platos rápido” “¿Cuánto se tarda la comida?”
Sin embargo, dentro de esas voces escucho un único grito de desespero: “¿Angelys ponchaste? Tienes 4 mesas: 2 de 6 personas y 2 de 4 personas. Vamos, comienza rápido.»
Entre medio de tanto revolú, voy hacia mis mesas y le explico que la comida se estará tardando dos horas aproximadamente debido a la capacidad de personas que hay en este momento. Apunto la orden de cada una de mis mesas y tiro sus comidas. Media hora después mis clientes reclaman por la comida “¿Por qué se está tardando tanto?” “Llevo más de una hora esperando que está pasando” “¿Cuánto tiempo falta?” Mientras, otras se paran y se retiran del restaurante diciendo “mejor me hubiera ido a Burger King en vez de estar en tanta espera”.
Yo con mi santa calma trato de explicarle nuevamente: “mis amores les mencione que la comida se va a estar tardando dos horas debido a la gran capacidad de personas que vinieron a comer y a esperar al igual que ustedes”. Pero nada detuvo sus comentarios.
Son las 4:00 de la tarde seguimos con la misma catástrofe, largas filas, gente quejándose, mucho desespero, familias muy enojadas. Sigo con el corre y corre, con el corazón latiéndome hasta la garganta, llevando bebidas ya que era lo único que salía rápido, preguntando si todo está bien y buscando mil alternativas para que mis clientes se sientan satisfechos a pesar de la larga espera. Dentro de todo el caos me topo con esa única mesa de 2 señoras y una era diabética me dolía en el alma de que no pudieran comer al tiempo que se debía, ¿porque las menciono? Porque eran las únicas personas mayores que entendían la situación, las más pacientes, las que me decían no te preocupes tenemos mucha hambre, pero sabemos que está muy lleno y para esto saque mi día, sentía que ellas me daban la energía para continuar laborando, aunque esta brutal que estuvieran allí por más de 2 horas y media esperando por 2 benditos asopados.
6:00 de la tarde, diría que una de las peores horas. Comienza a salir poco a poco la comida de todos. El counter estaba lleno de muchos platos, cada una de nosotras comenzamos a coger los platos de 3 en 3. Eran tan pesados que en una me lastimé la muñeca, pero no le di importancia por el ajoro de estas personas. Solo quería llegar a la mesa y entregarles sus platos para que no me sigan volviendo loca. Simultáneamente me encontraba caminando con los brazos llenos de platos. La gente al verme podía notar sus caras sorprendidas. Escuchaba aplausos, grandes protestas. “Ya era hora” “Estaba a punto de irme, gracias a Dios que llegaste a tiempo” “¡Coño por fin!”.
Entrego plato por plato a cada mesa. En ese momento tenía alrededor de siete mesas, la mayoría de más de seis personas. Todos empiezan a pedirme muchas cosas a la vez como: tráeme más refill, chica tráeme mayo kétchup, sal, pimienta, mas cubiertos por favor, servilletas. Corro a buscar todo lo que me piden a la misma vez, lo más rápido posible, entrego lo que me pidieron. Esto me tomó más de 10 minutos, sin embargo, cuando llegué, algunas de las mesas me dijeron: «chica la comida no me gustó», «esto esta crudo», «caliéntame más esta comida que ya está fría».
6:30 continuo con las mismas controversias de los clientes, pero esta vez aún mayor. Mucho alboroto, insultos, y de momento lo único que nos faltaba para completar el día: se daña la máquina de refresco y la del dishwasher, un desastre total. Se empiezan a crear baches de agua en el área del salón. Los chicos fregando a mano plato por plato y cubierto por cubierto. Lo único que pasaba por la mente de las meseras era pegarle fuego al restaurante e irnos corriendo de este desmadre. Se podía sentir la gran desgracia de todas esas familias furiosas y desesperantes por medio de esta devastación de no tener máquinas de fregar ni de refresco.
Son las 8:00 de la noche y a esta hora por fin pudo salir toda la comida que faltaba y que en una hora después nos tocaba el súper closing loca por irnos. A las 9:00 de la noche agarramos el mapo y la escoba para comenzar a limpiar todo lo que ocurrió. Salimos a las 10:30 de la noche muy cansadas, con hambre, pero lo más importante era que ya habíamos culminado el Día de Madres en un día de madre.