Por más de 26 años, he sido un seguidor de la lucha libre, un fanático que se pierde en la euforia de cada evento, donde el grito de la multitud y el eco de los golpes en el ring, crean una atmósfera única. Llegar a esas canchas, escuchar el bullicio y sentir el olor inconfundible de la fritura es una experiencia que me transporta a mis primeros recuerdos de este espectáculo. Para quienes compartimos esta pasión, la lucha libre no es simplemente un deporte; es un pilar de nuestra cultura y una forma de entretenimiento que, en Puerto Rico, se vive de una manera que pocas experiencias logran igualar.
La World Wrestling Council (WWC), fundada en 1973 por figuras legendarias como Carlos Colón, Víctor Jovica y Gorilla Monsoon, ha sido fundamental en el desarrollo de la lucha libre en Puerto Rico. Con su estilo único y luchadores que conectan profundamente con el público, la WWC se ha ganado un lugar especial en los corazones de los puertorriqueños, tal y como lo ha hecho la actual campeona de la WWC, Stephany Amalbert.
Amalbert es una luchadora que se caracteriza por su implacable determinación y voluntad de lograr sus metas en el ring a toda costa. Como campeona femenina de la WWC, ha demostrado que nada ni nadie la detiene, incluso si eso implica tomar decisiones controversiales. Amalbert es conocida por recurrir a cualquier táctica que le acerque a la victoria, incluso si eso significa hacer trampa o buscar alternativas cuestionables. Su ambición llegó al punto de traicionar a su propio prometido en el ring durante la ceremonia de su boda, un acto que mostró hasta dónde es capaz de llegar para cumplir sus objetivos. Esta disposición a cruzar límites la ha convertido en un símbolo de perseverancia, aunque con un estilo que muchos consideran implacable y audaz.
“Ser campeona en la WWC era una meta importante,” confiesa Amalbert, quien se ha convertido en un símbolo de perseverancia para muchos. “He logrado conectar con mi personaje y entender lo que el fanático busca”, agregó con convicción, dejando claro que su éxito es el resultado de una dedicación total al deporte y a su audiencia.
Siendo un aficionado de la lucha libre desde niño, nunca imaginé que algún día estaría del otro lado, entrevistando a luchadores, y mucho menos a una campeona como Stephany. Verla en acción y ahora escucharla contar su historia ha sido revelador. Con su carisma y entrega en el ring, Amalbert ha logrado superar las barreras de un deporte que por años no le dio a las mujeres el lugar que merecían.
“El papel de las féminas por mucho estuvo apagado”, admite Stephany, “pero WWC, con solo dos luchadoras, ha logrado hacer mucho. Ser vista por millones de personas es algo que solo he podido lograr yo y, de paso, mi oponente La Guerrera Amazona”. En sus palabras se percibe orgullo y satisfacción, pero también el entendimiento de que su posición conlleva una responsabilidad enorme.
La exposición y la visibilidad no siempre son fáciles de manejar, y Stephany sabe bien lo que implica estar en el centro de atención. Durante la entrevista, compartió conmigo uno de los mayores retos de su carrera: lidiar con los comentarios negativos. “La mejor manera de manejar los comentarios negativos es ignorar,” confesó.
“Al principio es complicado porque no acostumbras tener tantos ojos encima con la ‘potestad’ de opinar sobre ti, pero con el tiempo, aprendes a no tomarlo personal.” Su capacidad de resiliencia y su enfoque en lo realmente importante son cualidades que la han convertido en una campeona que inspira a futuras generaciones.
Sin embargo, entre los retos también se encuentran los momentos de gloria y para Stephany, el instante más gratificante de su carrera llegó en el aniversario 51 de la WWC, cuando ganó el título que hoy defiende con orgullo. “Definitivamente, el momento más gratificante fue el aniversario 51, cuando gané mi título”, dijo con una sonrisa entre dientes que refleja la satisfacción de haber alcanzado una meta tan anhelada. Para ella, este título no solo es un trofeo, sino un símbolo de su crecimiento y esfuerzo dentro de un deporte que demanda tanto física como emocionalmente.
A lo largo de su camino, Amalbert ha aprendido que incluso las derrotas tienen un propósito en su desarrollo como luchadora. Cada vez que sube al ring, enfrenta nuevos desafíos y estudia a sus oponentes con el objetivo de mejorar. “Las derrotas son parte de mi crecimiento”, afirmó. “Conozco a mis oponentes y me ha beneficiado cada vez que defiendo el título y lo retengo”. Su enfoque, lejos de centrarse solo en victorias, está en aprender y evolucionar, un atributo que sin duda la diferencia en un ambiente tan competitivo.
Como fanático de la lucha libre, ver a Stephany Amalbert triunfar en el ring es inspirador. Su historia, su pasión y su dedicación no solo la convierten en una campeona, sino en un ejemplo de cómo la perseverancia y el amor por el deporte pueden abrir puertas. La lucha libre en Puerto Rico sigue siendo un elemento fundamental de nuestra cultura y figuras como Stephany están ayudando a asegurar que las futuras generaciones continúen disfrutando de este deporte con la misma intensidad que lo hago yo cada vez que entro a una cancha y siento esa euforia colectiva que solo la lucha libre puede ofrecer.
