A través de proyectos artísticos, comunitarios y agroecológicos, como Huerta Libre y Amarilla, Camil Valentín y Adaira Rojas buscan alzar su voz para reclamar soberanía alimentaria y equidad social.
En un humilde espacio donde se respira aire fresco, se entrelaza la vegetación y se escuchan los cantares de los animales -en el pueblo de Aguadilla- Camil Libertá Valentín Arce y Adaira Rojas Santana me recibieron para hablar de agroecología. “Estamos en proceso de mudanza, por eso el revolú”, comenta Camil mientras coloca junto a Adaira unas cuantas semillas de calabaza en un semillero.
Esta sería su quinta mudanza en tres años. De Hormigueros a Utuado, de Utuado a Aguadilla -y próximamente- de Aguadilla a Aguada. Es que, según ellas, van juntas a donde la vida y la resistencia les mueva. Consigo siempre cargan la “Huerta Libre”.
Camil y Adaira son una pareja de artistas y agriculturas. Se conocieron en el 2017 y han desarrollado juntas una travesía artística, agroecológica y de vida consciente desde entonces. Se han ido de mochileras a diferentes países, han formado parte de colectivos y organizaciones de justicia social y continúan enprendiendo nuevos proyectos sobre la marcha.
Creativas, libres, revolucionarias y autogestoras que buscan alzar su voz en la comunidad para reclamar justicia y equidad por medio de sus talentos y conocimientos.
La complicidad que existe entre estos dos seres es innegable y trae a la conversación un cierto aire de magia y comodidad.
Huerta Libre
En el 2018 se les ocurre apalabrar una iniciativa que ambas se habían propuesto como método de sustento alimentario: Huerta Libre. Así han decidido nombrar al proceso de comenzar desde cero un huerto portátil que puedan llevar a donde sea que vayan a establecerse y así poder vivir de la tierra. «El propósito de esto siempre fue tener auto sustento familiar. Sembrar para que nuestras familias y nosotras tengamos pa’ comer.»
«Donde quiera que nos mudemos, la huerta libre va con nosotras»
Mientras paseábamos por el huerto entre enredaderas de habas, calabaza y una gran variedad de plantas, Camil me comenta que su curiosidad por la tierra nace en el 2015 gracias a la influencia de la señora Sally Rivera, su maestra de Agricultura en la escuela superior. Desde entonces, decidió explorar esta disciplina, con la gesta de un huerto en la casa de su mamá.
Hasta el día de hoy, no ha dejado de practicar la disciplina, escogiéndola así como campo de estudio en la universidad y fusionándola con las ciencias políticas. Puedes leer parte de su trabajo aquí
Adaira, quien es fotógrafa y artista visual multidisciplinaria se adentró en la agroecología de la mano de Camil cuando se conocieron. Desde entonces lo ha fusionado con su arte. En el 2018, tuvo la oportunidad de tomar el curso de Promotores Agroecológicos de Josco Bravo.
Describe el proceso como uno sanador. “Somos como una semilla. A medida que esa semilla va germinando con el debido cuidado y sus procesos, nosotros también.” Para conocer más del arte de Adaira, puedes hacer click aquí.
Limitado acceso a recursos en Puerto Rico
“Como mujeres pobres puertorriqueñas, agricultoras, de la comunidad LGBTTTIQ+ que estamos aquí en la isla, ¿cuánto acceso a recursos tenemos? ¿Cuándo en Puerto Rico se nos ha hablado de que hacer agricultura es una profesión digna que no significa pobreza?
Camil resalta que el estatus colonial de Puerto Rico limita al pequeño comerciante, cuando abre paso a grandes corporaciones y empresas multinacionales, quienes tienen ventaja en nuestra isla; generando así, una competencia desleal con el agricultor y la agricultora local.
“Nosotros seguimos en el struggle de poder hacernos espacio, de poder llegar a los supermercados, donde a veces no se prioriza nuestro producto. Los agricultores y agriculturas merecen una vida digna, que las personas tengan acceso a alimentos frescos. «Hay que garantizar que lleguen a nuestra mesa productos que sean limpios y saludables, que sean cultivados localmente, que tengan valor nutricional y que no se exploten los espacios en los que se producen.»
La pareja señala la falta de acceso a tierras como uno de los principales obstáculos para prácticas sustentables como la agroecología y culpan a la banca como otra dificultad. “Ni con un trabajo de 40 horas a $7.25 cumplimos con lo que nos piden los bancos para darnos un préstamo para comprar una finca. Para financiarte una casa o una finca tienes que generar mas de 40,000 dólares al año. ¿Quién genera eso? Es frustrante encontrarnos sin tierras.” (Véase reportaje relacionado aquí)
Nace Amarilla: Taller y Huerto Comunitario
Muy entusiasmadas y con una luz innegable en sus ojos que invita al cambio, me comentan acerca de un nuevo proyecto que tendrá lugar en la zona urbana del pueblo de Aguadilla. Esta iniciativa es una extensión de Huerta Libre, pero le diferencia que ya no es a nivel individual. “Es un proyecto de la comunidad y nosotras somos las facilitadoras”.
A estas jóvenes educadoras les emociona desarrollar el nuevo espacio, pues saben que es una oportunidad de crear diálogo y propuestas de una manera integral. Apuestan a que sea un lugar seguro, donde se pueda educar y hablar de soberanía alimentaria, justicia de género, feminismo y sobre todo, considerar las necesidades de la comunidad para trabajarlas.
La pareja enfatiza que en medio del abandono que tiene el pueblo de Aguadilla, Amarilla será de gran impacto para la zona, considerando que está ubicado en el “Cerro de Aguadilla” una de las comunidades más empobrecidas y minimizadas de dicho municipio.
Inspiración y propósito para seguir sembrando educación y conciencia
«Sanar. Sanar la madre tierra, sanar uno. Bregando en el huerto, sanas. El psicólogo o la psicóloga que necesitas esta ahí.” Me ha ayudado un montón a bregar con las ansiedades, me ha hecho crear una conciencia mas allá de lo que vemos y conocemos; de lo que tiene vida. Cómo la vida de un árbol, por ejemplo, conecta con la mía. Y como todos somos uno.” -Adaira Rojas Santana
“Estamos al borde del colapso ambiental. Hablar del cambio climático es inminente para entender la importancia de la agroecología. Los polos se siguen derritiendo, el nivel del agua sigue subiendo. Inundaciones donde no había inundaciones antes, huracanes donde nunca se habían formado antes. Como archipiélago, Puerto Rico lo ve y lo sufre, pero no todos los puertorriqueños lo reconocen. Para accionar es importante reconocer el problema.” -Camil Libertá Valentín Arce