Myrna Concepción vive justo enfrente de la costa en el Barrio Islote de Arecibo. Desde su casa observa todo el litoral, sobre todo en las tempranas horas de la madrugada, para detectar nidos de tinglares. Dedica gran parte de su vida a cuidar estas tortugas que anidan en Puerto Rico, un animal tan grande que, según ella, sufre demasiado para llegar a depositar sus crías en diferentes partes de la isla. Entre los meses de marzo a julio es cuando comienza el anidaje y cuando Myrna visita la playa más frecuentemente junto a otros voluntarios que siguen el paso de estos enormes animales, con la meta de salvar las pequeñas tortugas que salen de sus huevos y se adentran al mar abierto.
Concepción es la coordinadora de la asociación sin fines de lucro, Comité Arecibeño por la Conservación de las Tortugas Marinas, mejor conocida como Yo Amo el Tinglar. A pesar de haberse formado como asistente dental y haber realizado esta labor durante 14 años, Myrna Concepción ahora enfoca gran parte de sus esfuerzos a la conservación del tinglar, una especie en peligro de extinción. “Yo siempre me he considerado una persona amante de la naturaleza y de conservar las cosas”, comenta.
Su travesía con esta asociación comenzó un día cuando le entregaron un flyer anunciando una reunión. Lo pegó en su nevera y se le olvidó. “Por eso no creo en los flyers”, bromea. Sin embargo, por casualidades de la vida, un día pasó en bicicleta por el lugar y la llamaron a participar. Ese día el grupo le enseñó un tinglar que pudieron ver después de anidar y esta imagen se le quedó grabada en la mente, pues viviendo en Arecibo no tenía conocimiento de que dichos animales venían a Puerto Rico. Desde ese momento, hace una década, comenzó a ejercer como voluntaria.
“(Son )Diez años de los cuales no me arrepiento; ha sido una escuela, he aprendido de tortugas y de lo que no es tortugas, porque allí cuidamos todo lo que nos rodea”.
Yo Amo el Tinglar tiene su sede en los predios de una ex escuela en el Barrio de Islote. La directiva a cargo del proyecto intenta continuar fomentando la labor educativa de la asociación, dedicada a la protección y conservación de tortugas marinas. Fuera de los meses de anidaje, el grupo se dedica a otro tipo de actividades para la comunidad, como: talleres, orientaciones, ferias ambientales y de conservación, adiestramientos, entre otros. Todo esto para que interesados se diviertan educándose y sobre todo, para fomentar el cuido de los espacios naturales y la flora y fauna que habitan en ella.
Entre los principales logros del grupo, Myrna destaca: haber adquirido el local y el hecho de poder ver las guaguas repletas de alumnos y ancianos que llegan a la sede interesados en aprender sobre las tortugas. Añade que antes de la pandemia, muchos de los jóvenes que comenzaron con ellos, hoy día son biólogos. El logro más grande para Myrna, sin embargo, es que una de las jóvenes que comenzó como voluntaria, María del Pilar García, publicó un artículo científico en el que se destaca la labor que han realizado, específicamente con una tortuga del Pacífico que desde el 2014 está anidando en Puerto Rico.
La coordinadora siempre dice presente en cuanto a ayudar a estudiantes se refiere. Les extiende la mano y facilita que puedan realizar sus horas comunitarias y si alguien necesita alguna información, entrevista o taller, siempre y cuando esté en sus manos, Concepción sirve de facilitadora.
“Es bobo no enseñarle a una persona por temor a que ella crezca; al contrario, eso es lo que yo quiero: que sean más voluntarios y sepan igual o más que yo”. Quien además ejerció como tutora en la universidad, considera que se le debe enseñar a todos los jóvenes, porque son el futuro de mañana. “Somos ave de paso y lo que yo sé, ¿qué mejor que compartirlo y darlo?”.
Sin embargo, no todo ha sido color de rosa para los voluntarios. Cuando comenzó la pandemia de Covid-19 en plena época de anidaje, en cuatro ocasiones policías le ordenaron marcharse de la playa por estar violando la orden ejecutiva impuesta por la ex gobernadora, Wanda Vázquez. Aunque tenían el permiso requerido, en ocasiones el grupo tuvo que correr hacia el carro para evitar que un guardia les fuera a dar un boleto. Además, siempre debían estar con sus camisas que les identifican como voluntarios de la organización para que los distinguieran fácilmente.
No había nadie en las playas en ese momento, por lo que mencionó que en ese sentido era más fácil monitorear los movimientos de las tortugas. Sin embargo, ella siempre les decía a los voluntarios que: “los nidos van a estar ahí, la vida de uno es la que puede estar en peligro, tenemos que responder por ella y cuidarse”.
Como un surfer dejó el nido para protegerlo. Lo que quedaba de la huella de la tortuga el lunes 22 de marzo de 2021. Así se encuentra el nido actualmente.
Los diez años de la asociación se celebraron este año, específicamente el 13 de marzo. Además, recientemente recibieron un reconocimiento por los años de dedicación que lleva el proyecto.
En ocasiones le han preguntado: “¿Cuanto te doy por llevarme a ver una tortuga?”, a lo que Concepción contesta que nada, porque las tortugas no son una exhibición, sino seres vivientes. Además de que no se trata de un evento predecible. Aun cuando se tiene experiencia, simplemente ocurre y no puede planificarse. Aunque fuera algo predecible, Myrna comentó que no llevaría a verlas, pues es muy celosa con el cuido de las tortugas y los nidos.
La asociación actualmente monitorea varias playas de diferentes pueblos del litoral norteño, como: Vega Baja, Manatí, Barceloneta, Arecibo, Hatillo y Camuy. Los monitoreos se hacen por diferentes grupos que trabajan en cada pueblo. Los recorridos se llevan a cabo casi siempre entre 5:00 a.m. y 8:00 a.m., aunque incluso más temprano es cuando las tortugas van a tierra a anidar. Además, existen otras condiciones y factores que determinan cuándo y cómo se llevan a cabo los recorridos: la cantidad de nidos, el sol de por la mañana al sol del mediodía, entre otros.
“Olvídate de Marte, solo tenemos esta Tierra”. Con esa frase Myrna explica su interés en la conservación del medioambiente en su totalidad. Según ella, no se ha aprendido de la pandemia, porque luego de ver cómo el mundo mejoraba sin el humano -porque estaban en cuarentena-, cuando les dieron un poco de libertad, volvieron a destruirlo.