Por: Keisha R. Vera Soto (keisha.vera@upr.edu)
Imagina ser monja por un tiempo y después cambiar de afición al ambientalismo.
Heidi Avilés Nieves es una mujer quebradillana de 45 años de edad que durante un tiempo dedicó su vida a una congregación religiosa y actualmente es madre, maestra y ambientalista.
En medio del patio de su hogar muchos árboles, plantas y mariposas abrazan su jardín. Allí se refleja su sinceridad y el amor que se esparce donde quiera que va. Su humildad sobreabunda a través de sus ojos y la manera en que se comunica hace sentir como si la conocieras de toda la vida.
El comienzo de una aventura
La niñez que tuvo Avilés fue una llena de amor. Su familia estaba compuesta por cinco miembros y es ella la mayor de sus hermanos. Tanto su madre como su padre se dedicaban a trabajar en empresas aunque más tarde, su mamá decidió abandonar su empleo para cuidar de su familia.
A Heidi siempre le han gustado los niños y jugar con ellos, por este motivo realizó su bachillerato en Educación Elemental en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo (UPRA). Al culminar a sus 24 años de edad, se afilió a un grupo de jóvenes de la iglesia católica, quienes la invitaron a un taller vocacional. El objetivo del mismo era descubrir cuál era la vocación a seguir: el matrimonio o la vida consagrada. En el taller le ofrecieron la oportunidad de ser monja y Heidi decidió aceptar el reto. Desde ese entonces comenzó a participar en retiros y entró a una congregación de monjas en Corozal, ya que sentía el llamado de Dios.
Dos de las monjas ejercían su labor como docentes en el Colegio San Rafael de Quebradillas. Entonces Avilés tomó la decisión de vivir con ellas para descubrir si esa también era su vocación real. Durante ese año fue maestra de religión en el mismo colegio donde enseñaban las otras monjas. Al pasar un año, luego de una gran experiencia, descubrió que no era su vocación.
“Cuando estuve viviendo con ellas me gustaba, pero descubrí que no podía dedicarme a hacer eso toda la vida. Sí me gustó la experiencia y les recomendaría a otras que quisieran ser monjas que lo intenten”, expresó Avilés.
Cambio de vida
Al completar su fase como postulante de monja, continuó trabajando en diferentes escuelas preescolares por alrededor de dos años hasta que, en el año 2000, le ofrecieron una plaza en el Departamento de Educación (DE). Ese año marcó su vida para siempre, ya que además de obtener un empleo fijo, conoció a su futuro esposo. Actualmente, tiene 20 años de casada y también como maestra en el DE. Además, tiene una hija de 17 años de edad y un hijo de 12.
“Cada año era un contrato diferente. Uno entra sin tener un trabajo seguro hasta que después de 10 años me dieron la permanencia como maestra”, relató la docente.
La pasión de Avilés es ser maestra, específicamente de niños, por tal razón se dedica a enseñar en grados de kinder a quinto. Sin embargo, el grado en que más ha educado es kinder, el cual es una experiencia de trabajo satisfactoria y también difícil para ella. Ha sido docente en varios institutos y actualmente ejerce su profesión en la escuela Luis Muñoz Marín en Quebradillas.
Otro gran reto es la educación en medio de una pandemia, ya que la modalidad de enseñanza es en línea. Además, la mayoría de sus estudiantes no cuentan con los recursos necesarios para adquirir la enseñanza, ya sea porque los padres están trabajando y los abuelos que los cuidan desconocen el funcionamiento para las clases o no tienen internet ni equipos tecnológicos.
“De 18 niños que tengo, ahora le doy clase de 8 a 10 estudiantes. A los demás tengo que comunicarme con el padre por Whatsapp y enviarle material; es bien difícil”, enfatizó.
El medio ambiente es su esencia
Además de los niños, Avilés posee una conexión especial con la naturaleza: tanto con los animales como con las plantas. Siempre ha reciclado y le encanta pasear por los bosques y contemplar la naturaleza. Sin embargo, el interés por los animales, especialmente las mariposas surgió hace alrededor de ocho años. Al enseñar la clase de ciencia uno de los temas que cubría era la metamorfosis de la mariposa. Gracias a eso le comenzaron a interesar las mariposas y estudió sobre ellas.
Otro de los motivos por el cual se interesó por estos animales fue al estar en el Festival de la Mariposa Atlantea Tulita, evento que se realiza en el merendero de Quebradillas. Se trata de una especie en particular que se descubrió en Quebradillas, pero también se encuentra en Isabela, Camuy, Maricao y en el Bosque Susúa de Sabana Grande. Durante el evento, Heidi se interesó en formar parte de la liga ecológica quebradillana, ente encargado de organizar el Festival. A partir de ese momento, Avilés comenzó a asistir a las reuniones y ayudó a organizar los festivales que se realizaban cada año en el mes de abril.
Bajo las espléndidas alas
Al enterarse de que existe un mariposario en la Universidad de Puerto Rico en Utuado (UPRU), no dudó en visitarlo. En una de sus visitas conoció a la profesora Marisol Dávila, quien le enseñó sobre otras especies y poco después comenzaría a criar otras mariposas. Gracias a ella también aprendió a realizar un mariposario en el patio de su hogar al que llamó «Mariposario Mi Sueño».
Hace tres años confeccionó su primer mariposario, meses antes del huracán María. Luego construyó otro porque ese tenía muchos agujeros. Además, en la Escuela Honorio Hernández de Quebradillas realizó un mariposario junto con otras madres y los niños pudieron disfrutar del proceso. Más tarde en la Escuela María López en Camuy junto a las maestras, hicieron otro.
“Un lugar donde hay mariposas es un lugar que está saludable, donde no hay contaminación porque son bien delicadas y no sobreviven en lugares donde esté bien contaminado”, destacó la ambientalista.
Muy bonita la entrevista. Hacia adelante ambas. Mucho éxito en tus estudio.