Por: Ilian Y. Morales Colón (ilian.morales@upr.edu)
“Yo estudie para servir y trabajar para el beneficio de mi pueblo”.
Siempre escuchaba las maravillas que hace el doctor Campos con sus pacientes, lo amigable y buen ser humano que es. Los abuelos de mi hijo me cuentan que fue Campos quien milagrosamente curó el asma de su hijo. Así que decidí emprender un viaje hasta las montañas del pueblo de Ciales, para conocerlo.
Al llegar a su oficina, que está ubicada en la parte baja de su casa, me topé con más de treinta personas, entre ellos niños y adultos. En un ambiente tranquilo y amigable, todos hablaban de lo servicial y económico que es atenderse con el doctor mientras esperaban su turno con gran paciencia.
Cuando entré al consultorio, encontré a un señor, sonriente, de espejuelos rectangulares y cabello canoso, sentado en una silla color marrón, frente a su escritorio repleto de documentos médicos.
En sus años de juventud, el doctor Frank Campos, intentó estudiar arquitectura, pero como dice él: “eso no me funcionó”. Muchos profesores no confiaban en su potencial por ser una persona introvertida. Sin embargo, recuerda con gran amor a su padre quien fue la persona que lo estimulo a seguir hacia adelante.
Entró a la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, donde realizó un bachillerato en Ciencias Naturales y luego en Zaragoza España, se convirtió en médico generalista.
“Mi padre decía que mientras él tuviera brazos fuertes y recursos económicos, sus hijos estudiarían lo que quisieran y llegarían hasta el fin del mundo”.
Con 74 años, Frank Campos, ha brindado sus servicios médicos en muchos lugares como el Hospital San Pablo de Bayamón y el Hospital de Área en Manatí. Hace 40 años tomó la decisión de trabajar desde su casa porque quería estar tranquilo y seguro. Con una gran sonrisa en su rostro, dice que no se arrepiente de su decisión.
“Yo trabajaba las 24 horas toda la semana, pero ya por la edad, atiendo solo durante el día”.
En principios atendía de 1 a 2 pacientes diarios, sin embargo, ahora recibe en su consultorio a más de 50 personas diariamente. Los medicamentos que suministra y receta los compra en una droguería de Merdford, Nueva York.
Con el embate del Huracán María, Campos sufrió grandes pérdidas, ya que el techo se le fue con los vientos. “Mi casa se inundó, perdí todo”.
Campos, mejor conocido como el médico de los pobres nos relató que estuvo más de seis días limpiando su casa y los alrededores para poder continuar brindando sus servicios ya que las personas llegaban a pie.
Campos, prefiere trabajar desde su casa y no en una oficina, ya que entiende que no hay nada mejor que sentirse bien y relajado en su área de trabajo, y desea que sus pacientes se sientan como en su hogar.
Lamentó que muchos compañeros médicos no entendieran el valor de tener a los pacientes en un lugar donde se sientan cómodos mientras esperan sus turnos. Tampoco entiendo por qué muchos galenos han tomado la decisión de abandonar la isla por la costumbre de tener luz. “Eso me hace pensar que este mundo no está bien”. “Este sistema de salud no está bien”.
Según una noticia del El Nuevo Dia cerca de 600 doctores se marchan de la isla anualmente. Luego del temporal, el número exacto del éxodo es incierto. Campos agradece que sobrevivió al ciclón y que se pudo adaptar al gran cambio.
Hoy unos jóvenes fueron a su consultorio para que les llenara la forma para contraer matrimonio y les denegó el servicio y los trato como si fueran anormales. Ese doctor es un homofóbico