Por: Andrea G. Santiago Torres (andrea.santiago30@upr.edu)
¡Bienvenidos a Puerto Rico, país donde los intereses de unos pocos superan cualquier importancia que el medio ambiente pueda tener! Si el proyecto es de la persona indicada -una persona con dinero e influencias políticas- es suficiente razón para que el gobierno mire hacia el otro lado y permita una construcción que atente con el bienestar de los recursos naturales y los animales de un territorio. Así de simple. Nos venden el país y quieren que nos hagamos los locos.
Durante los últimos dos años en particular, hemos sido testigos de la moda en nuestro país de construir en terrenos que son reservas naturales o que los recursos que allí se encuentran son extremadamente importantes para garantizar la seguridad de una especie animal y/o la humana. Pasó en Luquillo, en Salinas y está pasando en Rincón.
Recordemos que vivimos en una pequeña isla ubicada en el Caribe, donde todos los años nos enfrentamos a la amenaza de un huracán. El paso de este evento atmosférico, como hemos visto en el pasado, no solo trae mucho sufrimiento y necesidad, sino que también tiene unos efectos sobre el ambiente muy serios. El principal es la erosión, por eso la construcción de estructuras cerca de las costas es tan peligroso, especialmente si hay que destruir los manglares – la barrera natural que nos protege de este fenómeno – para llevarla a cabo.
Este, precisamente, es el caso ya olvidado por los medios del proyecto de construcción en los humedales de Luquillo. Allí se han destruido los manglares con el fin de construir frente a la costa el hotel Fairfield Inn & Suites. Parecería evidente que no se debería de eliminar este capital natural tan importante para nuestra isla, pero cuando quien propone semejante atrocidad es Federico Stubbe, un importante donante del Partido Nuevo Progresista, resulta conveniente para algunos hacerse de la vista larga.
Como es tendencia en Puerto Rico, aquí se apropian de los bienes de dominio público sin mayores consecuencias. ¿Se acuerdan del caso de las construcciones ilegales en la Reserva Nacional de Investigación Estuarina de Bahía de Jobos en Salinas? Como en Luquillo, en este pueblo del sur también destrozaron los manglares para construir viviendas. Por tal razón, el Cuerpo de Guardaparques de Recursos Naturales multó a las 12 personas que allí residían, pero en vez de tener que pagar la multa de $250,000 fijada por el Cuerpo, el gobierno redujo esa cifra a solo $3,000. Qué considerados ¿no? ¿Qué clase de burla es esta?
El gobierno regala las tierras y fomenta estas construcciones que tanto daño le hacen al medioambiente y, por consiguiente afectan seriamente la calidad de vida y el hábitat de muchas especies.
En el tercer caso, los residentes del Condominio Sol y Playa en Rincón, cuyo proyecto era construir una piscina en terrenos frente a la playa, no les importó la ilegalidad de este y dieron paso a él. También ignoraron que en esa zona marítimo-terrestre, donde construyeron un gran muro de cemento, anidan tortugas carey; una especie que está en peligro de extinción.
En julio de 2021, una tortuga de estas quedó atrapada por cuatro horas entre las varillas y el cemento de esta construcción. ¿Los residentes del condominio? Bien, gracias. Sin consecuencia alguna ya que entre los que viven allí se encuentran importantes abogados, personas de los medios y Walter Pierluisi, el primo del gobernador.
Esto demuestra una vez más la poca consideración que personas como estas le tienen al pueblo y todo lo que lo compone. Pero esa no es la primera y última burla y falta de respeto que se le ha demostrado a la gente. Tan reciente como la semana pasada, se anunció que el exgobernador Alejandro García Padilla será abogado de los desarrolladores del condohotel en Aguadilla; construcción que colinda con los terrenos de la cueva Las Golondrinas. Cabe destacar que el exgobernador no es conocido por su habilidad en temas de derecho ambiental o trámites de permisología. Eso huele a peje maruca.
Pero ¿qué puede saber el pueblo de este tipo de inversiones? El gobierno ve a los grupos ambientalistas como “pelús” y «sucios» que lo que quieren es solo hacer ruido y molestar. A diferencia de los adinerados, cuando el pueblo se expresa ante las injusticias les cae todo el peso de la ley. A los que tienen el poder, solo les importa una cosa: el dinero y cómo garantizar más.
No miremos al otro lado, son los ambientalistas quienes realmente están pendiente y luchan para que se investiguen estos asuntos y se haga justicia. Por tal razón, en vez de juzgar, se debería escuchar, porque solo así se logrará desarrollar planes de acción y respuesta adecuados. Solo así se logrará la planificación ingeniosa de nuestros terrenos y comunidades. Solo así conservaremos un mejor Puerto Rico. Puerto Rico no será su gran hotel.