Por: Daviana Y. Rivera Vázquez- daviana.rivera1@upr.edu
Cuando entró en contacto en su infancia con la maravilla de la agricultura, se dijo: «esta es mi pasión”. Esta última frase para ella simbolizó el impulso necesario para dar un giro inesperado, el cual transformó su vida. Comenzó una aventura conocida, pero esta vez lo llevaría a otro nivel. Dejaría de ser sólo parte de su crianza y se volvería su profesión.
Allá en el pueblo de Jayuya, durante toda su niñez, se acostumbró a estar rodeada del verdor del campo. Detrás de la casa de sus padres, había tres cuerdas de terreno. Al caminar por aquella finca podía encontrar: hortalizas, farináceos, árboles frutales y café. Lo que se cosechaba con paciencia y dedicación en ese terreno se aprovechaba en su mesa a la hora de comer.
Recuerdo que mi mamá me daba un sándwich para que le llevara a mi papá, que se encontraba recogiendo café. Cuando yo me encontraba con él, ya tenía una paila lista y me decía: «póntela en el cuello.» Ahí yo empezaba a recoger los granos de café y me quedaba todo el medio día junto a él.
Así recuerda Alba D. González Marín cómo fue vivir en su finca. A sus 38 años recuerda con nostalgia su infancia, cómo se crió. En aquella joya nació su conexión con la madre que nos da la materia prima para vivir: la agricultura.
Al momento de estudiar en la universidad, comenzó en Empresas. Sin embargo, en su tercer año, decidió regresar a sus raíces y centrarse en estudiar lo que le da paz, felicidad y tranquilidad: Horticultura y Agro-negocios en la Facultad de Ciencias Agrícolas en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez.
Ya es agrónoma, conectarse con la tierra se ha vuelto su profesión. En las cuerdas de su extensa finca estableció diferentes ventas, que se le hicieron difícil y la llevaron a trabajar en otras áreas de la industria. Hasta que una oportunidad le apareció: ser maestra agrónoma en una escuela superior en el pueblo de Corozal.
Un rasgo característico de la escuela es su techo verde y sus animales ganaderos. Allí los estudiantes tienen la oportunidad de aplicar sus conocimientos aprendidos en sus clases agrícolas. Los alumnos, aprenden a preparar el terreno para sembrar y luego cosechar. Actualmente, algunas de las plántulas que tienen sembradas son : cilantro, ají dulce, berenjena, tomates y plantas aromáticas. A la hora de su clase agrícola, se ponen sus botas, agarran las herramientas necesarias y van a la finca.
Llegó el momento de dejar el campo y trasladarse a Bayamón, dónde aún reside. Era momento de acostumbrarse a este cambio drástico. De tres cuerdas de terreno, se cruzó con el reto de pasar a un pequeño espacio. Esto no impidió seguir su conexión con la tierra, pues se llevó un poco del campo a su nuevo hogar.
Desde hace cinco años es maestra agrónoma en la «Escuela Superior Vocacional Agrícola Pablo D. Burgos Marrero», en el pueblo de Corozal. Aquí los estudiantes conocen la importancia de la agricultura y trabajan en la tierra para aplicar los conocimientos aprendidos en clase. Gracias a los diferentes talleres que se ofrecen: Salud Animal, Elaboración de Productos, Maquinaria y Horticultura, la escuela se convierte en una herramienta para fomentar el amor hacia la tierra en los jóvenes. La agrónoma Alba González, imparte a los estudiantes el curso de Horticultura y su principal propósito es educarlos sobre la agro-ecología.
“Mi propósito es la agro-ecología para concientizar a que mantengamos viva la tierra, trabajando la agricultura en armonía con el ambiente”.
Me siento orgulloso de haber sido tu maestro. ¡Excelente artículo!