“El maquillaje no es provocativo; la ropa que nos ponemos sí lo es”. Recientemente, escuché este comentario mientras esperaba en un salón de belleza. Me impactó la naturalidad y la certeza que mantuvo la mujer al pronunciar estas palabras. Casi como si fuera normal el hecho de sexualizar a otras féminas por la vestimenta que utilizan. Este comentario no está lejos de la realidad que enfrentamos hoy día como sociedad. Una sociedad que antes de acusar al agresor, culpa a la víctima por utilizar “ropa provocativa”, por andar caminando sola en la noche, o por simplemente tener el derecho de vivir. Una sociedad que cree que las agresiones sexuales pueden evitarse utilizando ropa “decente”.
A menudo se utiliza el término “ropa provocativa”, pero ¿nos hemos puesto a analizarlo? Trato de entender, pero solo pienso que además de ser un término intencionado para generarnos culpabilidad, es una expresión totalmente machista y sexista, creada para justificar a quienes sí sienten provocación por agredir sexualmente.
La “vestimenta provocativa” no existe, existen quienes confunden una falda corta y una camisa escotada con una incitación erótica o con un sí. Existe una sociedad que a diario aplaude la doble moral y la predica sin remordimiento alguno. La misma sociedad que mide el respeto que merece una mujer a raíz de cómo viste. Esa sociedad que nos ve como objetos de placer y autoriza la justificación de cualquier tipo de violación por ser causa de una “provocación”. Ese sistema que nos arrebata la libertad de nuestras vidas, que nos cohibe de vivir seguras; el sistema que ignora todas las denuncias, pero cuando nos encuentra asesinadas se lamenta, sin antes decir “se lo buscó”.
El pasado 10 de mayo, la respresentante del Proyecto Dignidad, Lissie Burgos, sostuvo en una vista pública sobre el acoso, que las mujeres deben cuidar cómo se visten para evitar el acoso callejero. “Verdaderamente tenemos que saber que hay algún tipo de responsabilidad con nosotras, las mujeres, no podemos echar toda la culpa a que un hombre salga y no… Creo que nosotras también tenemos que cuidarnos para no tener ese miedo de salir a la calle. Y si yo entiendo que puedo ser acosada, trato de no incitar eso”, dijo Burgos en entrevista radial (Radio Isla 1320).
A estas alturas del siglo XXI, aún prevalecen estas ideas que en nada aportan a la justicia y respeto de los seres humanos. Según la legisladora, es nuestra responsabilidad «tratar de no incitar» si entendemos que podemos ser acosadas. Precisamente, esos tipos de expresiones son los que justifican «que para algunos sea inevitable controlarse de tocar a una mujer». Lo único lógico aquí es que esta manera de pensar suma al problema que parece no tener fin. ¿A caso niñas, ancianas, monjas no han sido víctimas de violencia sexual? Ellas de seguro no llevan “vestimentas provocativas”. Y es que podemos llevar una túnica que nos cubra hasta los pies y aún así van a haber quienes se sientan “provocados”. Una niña puede estar jugando y hablando inocentemente y resultará “provocativa” a quienes verdaderamente y exclusivamente ocupen parte de esta incógnita: los violadores.
“Monja que fue violada al interior del claustro demanda al Arzobispado” – BBC News Mundo
«Ingresan a prisión a un hombre imputado de violar a niña de cuatro años en Caguas» -periódico El Nuevo Día
«Estable mujer de 74 años que fue violada y amordazada en Arecibo» – Noticentro.TV
Algunos titulares de noticias sobre casos de violaciones
Insisto en que el problema recae en la dominación del sistema machista que nos lidera. El problema recae en la falta de educación con perspectiva de género y prevalecerá hasta que nos demos cuenta de que las víctimas jamás tendrán la culpa. Aunque te veas lejos de haber sido una víctima, retrocede, y piensa en cuando te hicieron sentir menos por lo que llevabas puesto, en cuando no te sentiste segura caminando sola, en cuando te dijeron que «calladita te veías más bonita» o en cuando tenías más potencial que todos ellos, pero no llevabas como uniforme un gabán y una corbata. Hasta que la herida no traspase la piel, no hay violencia alguna. Después, cuando la herida se torna permanente y se convierte en un feminicidio, es que las autoridades comienzan a actuar.
Ante esta realidad social tan frustrante queda concientizar sobre los verdaderos culpables y responsables de todo esto: los qué creen que las violaciones pueden evitarse. Ya sea por vestimenta, por el lugar donde andamos, por nuestra actitud, por cualquier motivo. Ninguna de las anteriores evita, ni evitará una violación.
Sin embargo, solo nos tenemos a nosotras mismas. Nos toca alzar la voz por las que no la tienen. Nos toca escuchar a quienes no han sido escuchadas. Tenemos el deber de romper esos estereotipos demostrando nuestro repudio hacia el sistema y demostrando que calladas no nos vemos mejor. Educando correctamente y hablando sobre el problema persistente, sin necesidad de tabúes algunos. Reconociendo que el feminismo no debe percibirse como una connotación negativa, mucho menos una moda. Por el contrario, conocerlo como lo que es: un sistema de creencias y valores más global, que tiene como premisa vivir en una sociedad más justa e igualitaria. Como dice la escritora, novelista y dramaturga feminista nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie: “Todos deberíamos ser feministas”.
Excelente artículo. ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️