Por: Neida Rodríguez Rodríguez (neida.rodriguez@upr.edu)
Estoy sentada tranquila, al menos eso pienso. De repente mi corazón comienza a palpitar fuertemente, como si ansiara salirse del pecho. Mis manos tiemblan, empiezo a sudar excesivamente. No puedo respirar y se aceleran las hiperventilaciones. Pienso hasta aquí llegué. Mis ojos se humedecen y pierdo control de mis emociones. No existe espacio para la inteligencia emocional; esto me controla. Mi adrenalina está en todo su apogeo, como si estuviese en una situación de vida o muerte, pero mi cuerpo no se mueve con agilidad. Se siente indefenso, inútil, patético, débil y sin propósito… Cualquiera pensaría que describo la escena del sunken place, en el largometraje galardonado con un premio Oscar, Get Out. Sin embargo, lo que narro, esto es un ataque de pánico.
Una vez finaliza, siento como si hubiese corrido un maratón de 10 millas sin haber tomado agua. Me inunda la desesperación al intentar de encontrar el causante, casi nunca evidente. Luego, prosigo a entristecerme y pensar en lo frágil que soy.
El ataque de pánico no siempre lo causa o detona una situación estresante. Desde temprana edad, fui diagnosticada con ansiedad, y a partir de ese momento he tenido que atenerme a comentarios como estos: Déjate de changuerías. Todos estamos en las mismas. Relájate, no pienses más en eso.
Según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, las enfermedades mentales se definen como: «(…) afecciones que impactan su pensamiento, sentimientos, estado de ánimo y comportamiento. Pueden ser ocasionales o duraderas (crónicas). Pueden afectar su capacidad de relacionarse con los demás y funcionar cada día.»
La ansiedad es una enfermedad mental que afecta alrededor de 6.8 millones de personas en los Estados Unidos. Sin embargo, solo 43.2% busca ayuda profesional. Parte del problema de que los pacientes de ansiedad no visiten a un psicólogo o psiquiatra se debe a que existe un gran estigma en la sociedad. La sociedad ha impuesto que visitar un psicólogo implica que «estás loco», sin embargo, si visitas un médico generalista o un cardiólogo, no pasa nada y es completamente normal.
Por alguna razón, la mayoría de las personas toman más seriamente una enfermedad física que un trastorno mental. Recuerdo hace unos meses, en conversación con una persona, que al mencionarle que padezco de ansiedad, replicó: todos tenemos ansiedad. Sentí indignación y pensé responderle: ¿pues al igual que yo, tú tampoco duermes bien durante las noches, porque no se detiene tu mente? ¿También evades ir a sitios por temor a que te dé un ataque de pánico?. Sin embargo, me mantuve en silencio y opté por cambiar el tema.
Existe una gran desinformación en torno al trastorno de ansiedad y en ocasiones, suelen glorificarla de cierta manera que podría considerarse incluso romántica. He llegado a escuchar a personas decir: padezco Obsessive Compulsive Disorder (OCD) porque recojo mi cuarto y limpio o tengo ansiedad porque tengo un examen mañana. Estas características son completamente normales en un individuo y no se deben exagerar ni sacar de proporción.
Si tú, algún familiar o amigo necesita ayuda, comuníquese con:
National Alliance on Mental Illness (NAMI): 1-800-950-NAMI (6264)
The American Foundation for Suicide Prevention: 1-888-333-2377
Grupo de apoyo en línea de Anxiety and Depression Association of America (ADAA)