Una biopsia más

Por: Ivelise Feliciano

Hace aproximadamente siete años me realizaron una biopsia de seno en el Instituto Médico de la Mujer en Doctors’ Center en Manatí. La sala, una muy iluminado con paredes de colores claros, era muy concurrida y aún lo es. En ella se presentaban muchas mujeres y algunos pocos hombres que iban de acompañantes. Era un espacio libre, pues todas éramos iguales: mujeres que buscan cuidar su salud, y aunque habían jóvenes y ancianas, yo era la más niña, pues tenía 16 años, sin embargo, eso no importaba si se trataba de salud.  

En ese entonces me sentía un poco nerviosa, y hasta temerosa, pero sabía que todo iba a estar bien, ya que esto era mayormente por prevención, debido a que en las placas, la masa dentro de mi seno izquierdo no tenía una forma anormal, sino una circular. Tampoco presentaba signo alguno que pudiera ser indicio de algo peor. 

“Ivelise Feliciano”… escucho mi nombre. Era hora de entrar y prepararse para la cirugía menor. Me acompañaba mi madre, una mujer sabia y fuerte tanto físicamente como en espíritu. Ella nunca me ha dejado y hay una probabilidad que si me ves con alguien, sería con ella; después de todo, soy un milagro como en muchas ocasiones dice.

(…)

Al llegar a la habitación donde realizarían el procedimiento, realicé lo que me indicaron, me coloqué en la camilla con mi brazo izquierdo sobre mi cabeza. Acostada, observé el lugar detenidamente y al igual que la sala de espera, los colores eran claros y había mucha iluminación. Tanto la habitación como la camilla estaban frías y mis manos pequeñas parecían como si hubiesen tocado un cubo de hielo. Me sentía como en un iglú.

Dentro del silencio que inundaba la sala, me encontraba atenta al proceso, me colocaron un poco de anestesía y me insertaron una aguja con la cual extraerían la masa. Observaba cómo sacaban el quiste con la aguja de biopsia. No dolió cuando me lo colocaron y el procedimiento me pareció hasta un poco divertido, ya que pude ver el quiste a través de una máquina que parecía una computadora antigua. Al ver la jeringuilla de biopsia observé dentro de ella la masa grande que sacaron de mi cuerpo. Estaba echa pedazos, era color crema, quizá por el poco de sangre, las células y la grasa que podían estar presentes. En mi seno con un agujero pequeño que fue cubierto con una gaza, permaneció con un poco de molestia, pero era algo que al cabo de unos días se marcharía.

Estuve tranquila una vez que sacaron esa masa más grande que una canica y que sentía al palpar o tocar el área. Al terminar, nuevamente veo a mi madre, quien me ayudó a colocarme un sostén deportivo que no me lastimara. 

Ese fue mi recuerdo de mi segunda visita al Instituto de la Mujer, ya que la última fue en el año 2021 y la experiencia no fue igual de agradable que la anterior.

Una nueva cita siete años después

Otra vez me encontraba con los quistes o fibroadenomas, esta vez, en ambos senos, sin embargo, tenía dos que podía sentir; mas por alguna razón no veía a uno de ellos reflejado en las placas. En ese entonces me urgía dialogar con la doctora para conocer más, no solo sobre los quistes, sino también sobre un diagnóstico que estaba plasmado en los resultados de laboratorio.

Llegué otra vez junto a mi madre, aproximadamente a las 2:00 p.m. El lugar estaba igual de lleno que las veces anteriores. Muchas, solamente iban a recoger sus resultados de la biopsia, un estudio que parece ser muy cotizado por el Instituto.

En la sala, algunas mujeres hablaban, mientras que otras permanecían en silencio, viendo su celular o la televisión que tenían en la oficina y que sintonizaba Wapa TV, canal favorito de las oficinas médicas. Entretanto, permanecí observando mi celular en busca de memes para divertirme un poco y noticias para informarme. 

Los minutos pasaban, mientras veía más mujeres llegar, anotarse, sentarse y esperar. Los minutos pasaban y observaba cómo llamaban a las chicas, algunas más rápido que otras, solo para buscar unos resultados. Los minutos pasaban a pesar de que la cita era a una hora en específico. Los minutos pasaban y pasaban…

 En algún momento, una señora se sentó a mi lado. En la televisión presentaron el caso de los hermanos arrestados injustamente en México por alegadamente agredir sexualmente a una joven. La señora comentó a las que estábamos a su alrededor que allá no se podía ir. También, nos indicó que fue de crucero a alguna parte de Latinoamérica y, si bien recuerdo, era un viaje por las costas de Costa Rica, pero con este suceso menos iría a México.

No sabía qué decir, pues casos similares existen en muchas partes del mundo, lo que levanta un estereotipo contra los países. Las personas están en su derecho de hablar y tomar decisiones, pero así como hablan de México, otros hablan de Puerto Rico, cuya corrupción en el gobierno, en las ramas judiciales y en la policía son cada vez más evidentes, al igual que los Estados Unidos Mexicanos. La mujer continuó expresando que se encontraba en el hospital desde muy temprano, por lo que llevaba más de cinco horas en el lugar. Minutos después, fue llamada y no la volví a ver, pues se tuvo que marchar como otras féminas.

Los minutos seguían pasando cuando me llamó la atención el caso de una señora mayor, que se detuvo para hablar con su esposo. Escuché sin querer, pues su tono de voz fue suficientemente alto para prestarle mi oído. Tenían que hacerle una biopsia por segunda vez, pues los resultados no estaban claros.

¿Cómo es posible?”, me pregunté. Le comenté a mi madre, “¿cómo van a poner a la señora a pasar por algo así otra vez?”.  “¿Cómo se la van hacer?”, volví a preguntarme pensando en que pese a que no era un proceso fuerte, nadie quiere volver a un hospital hacerse una cirugía por más sencilla que sea.

No comprendía, pero tampoco me atreví a preguntarle, lo que sí hice fue decirle a mi madre: «si me llegan a decir eso, yo no vuelvo hacerme otros estudios«.  Poco se me cruzó en la mente ante ese suceso que a mí me pareció indignante, ya que aunque puede pasar, me parece increíble cómo una posible gran muestra pudiera dar inconcluso. Entendía el procedimiento y por qué lo realizaban, sin embargo, dudo que todos los planes lo cubran, además de que no todos quieren esperar horas para la cirugía.

Volvían a pasar los minutos, mujeres entraban, pero más mujeres salían. Tomaban sus resultados y se iban rápidamente. El ruido de la televisión seguía presente, mientras yo observaba el celular y a las personas de forma callada.

Perdí la noción del tiempo cuando una mujer de tez trigüeña, cabello negro y muy voluminosa mencionó algo. Preguntó cuándo la doctora va a atender, pues en algún momento dejaron de llamar a las mujeres. Entre otras cosas, dijo a las que estaban presentes que en otras ocasiones ha estado hasta las ocho de la noche en el lugar para dialogar con la doctora. Yo, una persona impaciente para estos asuntos, comencé a desesperarme, sobre todo porque necesitaba comer. Le comunico a mi madre, quien como yo, había estado sentada observando su celular, la televisión y a las personas de manera pacífica, «hasta esa hora no me voy a quedar”. Mi madre insiste en que debemos esperar, pero le digo que llevamos desde las dos de la tarde esperando y ya habían pasado alrededor de tres horas.

La mujer, que parecía haber salido de trabajar, dijo que a ella no le importa permanecer hasta las ocho para dialogar con la doctora, pues lo ha hecho en otras ocasiones, pero que espera que se lo indiquen. En algún momento mi madre se levanta para preguntar, y le respondieron cuándo más o menos me atenderían.

Pasaron los minutos y solamente quedamos muy pocas mujeres allí cuando me llamaron. Era la enfermera, y junto con mi madre, entré a un cuarto demasiado pequeño, a mano derecha del pasillo. Permanecimos paradas, con excepción de la auxiliar, quien se sentó y me indicó que en efecto tengo unos quistes. «La doctora no sabe por qué te refirieron aquí» informó y añadió que la doctora está de acuerdo con el referido del doctor al Instituto.

Yo sabía hacia donde iba a terminar esa conversación, y comencé a agotarme más emocionalmente. Acto seguido, me indicó que quieren hacerme una biopsia. Otra más pensé. La secretaria, amablemente nos entregó los documentos de la biopsia y me indicó que entre los papeles están las instrucciones del procedimiento. Debía llenarlos y luego entregarlos para que me dieran una fecha.

Con los papeles en mano, me senté en el lugar donde pensaba que había más iluminación, debajo de la luz y frente al televisor. Ante la falta de profesionalismo de la doctora, y ante la molestia, llené las autorizaciones requeridas para la cirugía menor. Entregamos los papeles y elegimos una fecha. Solo quería salir de ahí. Estaba molesta, cansada, hambrienta, apática… 

(…)

Al llegar a mi hogar en el pueblo de Hatillo, le dije a mi madre, “todo lo que la enfermera me dijo sabía que me lo iban a decir, no es nada nuevo”. También le dejé saber que no tenía ningún interés en realizarme la biopsia, menos aun sin haber hablado con la doctora que por cuatro horas esperé.

En esos días, muy molesta, tomé la decisión, por lo que se lo comuniqué a mi madre. No me iba hacer el procedimiento y le hice unas preguntas retóricas que toda mujer se debe realizar antes de hacer un procedimiento sin hablar directamente con el o la especialista.

-“¿Cómo es posible que me mande hacer una biopsia sin hablar con uno? Yo tenía que hacerle varias preguntas, y ver si me mandaba hacer algunos exámenes, no una biopsia, porque yo sé lo que tengo. Y no me iba a quedar hasta las ocho de la noche o más ahí. Así es como juegan con la salud de uno.

Mi madre me dio la razón y es que así no es como un doctor debe trabajar y me cayó el sello… Tantas biopsias ¿para qué? ¿Para decir lo mismo que se ve reflejado en los resultados de las placas? ¿Dónde queda la salud mental y emocional de las mujeres? ¿Dónde queda la situación económica de ellas si el plan no cubre la tan famosa biopsia? ¿Esa doctora solo piensa en eso tras dar un mal servicio?  ¿La doctora quiere hacerme ese procedimiento sin dialogar conmigo? ¿Acaso vio en los resultados el término “senos fibroquísticos”? ¿Es más importante el dinero que la salud? Esas preguntas aún invaden mi mente, mientras siento un nuevo quiste que parece crecer lentamente.  

Al pedirle a mi madre que llamara y cancelara la biopsia como favor, ella lo hizo. La secretaria le preguntó por qué y mi madre le dio las razones, a lo que la oficinista le dijo «entiendo, yo hubiera hecho lo mismo» y le recomendó otro especialista.

El recordar todo lo sucedido, y el buscar una cita con otro doctor, me hace pensar que tal parece que solamente somos un pedazo de carne con un precio, nada más. Mientras los planes dejan de cubrir muchos procedimientos, medicamentos y hasta visitas a especialistas, y mientras las enfermedades aumentan, los servicios médicos ofrecidos son mediocres e insensibles. Esa biopsia para eliminar y analizar unos quistes que no parece representar riesgo alguno, deben realizarla en el Departamento de Salud y quienes los componen, para evaluar y descartar doctores que no valoran la salud emocional y física de una persona en conjunto.

Ivelise Feliciano
Author: Ivelise FelicianoMi nombre es Ivelise Feliciano Vélez, soy estudiante del Departamento de Comunicación Tele-Radial y del Departamento de Microbiología de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo.

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