
Video: Raoul Luciano (raoul.luciano@upr.edu)
Fotos y entrevistas: Shawn M. Pérez (shawn.perez1@upr.edu)
Texto: Nathan Cruz (nathan.cruz3@upr.edu)
La desigualdad económica es la brecha que existe entre quienes tienen mucho y quienes tienen poco. La ausencia de oportunidades continúa expandiéndose, limitando las opciones de éxito para los menos afortunados. Para muchos, la capacidad de adquisición se limita a cubrir las necesidades indispensables, que a veces ni alcanza para cubrir todas las necesidades básicas. La desigualdad económica es una realidad medible que refleja las diferencias de ingresos y riqueza entre distintos grupos de población y en el Municipio de Hatillo estas diferencias son más marcadas.

Hatillo y su economía

Hatillo, un municipio al norte de la isla conocido por su potente industria ganadera y su contribución millonaria a la economía del país, no se escapa de la realidad de la desigualdad económica. A pesar del respaldo de sectores como la agricultura, la manufactura y el comercio en expansión, la brecha socioeconómica sigue presente entre sus residentes
“Podríamos decir, que en Hatillo hay dinero de sobra, el problema es que este dinero está mal distribuido”, expresó la catedrática retirada de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo (UPRA), Dra. Martha Quiñones.
Según datos del Censo de 2022, en Hatillo el 47.6% de los menores entre 0 y 17 años — vive bajo el nivel de pobreza, ubicando al municipio en la posición 68 entre los 78 pueblos de Puerto Rico. En cuanto a la mediana de ingreso familiar, se reportó un promedio anual de $31,911, cifra que posiciona a Hatillo en el octavo lugar en comparación con el resto de los municipios. En el área de la salud, el mismo informe revela que un 5.3% de las personas con ingresos menores a $25,000 carecen de cubierta médica en el municipio.
La ganadería representa la mayor fuente de inyección económica de Hatillo, ya que el Municipio es conocido como la capital lechera de Puerto Rico por producir 20% al 33% de la leche consumida en Puerto Rico, esto según el USDA. Gustavo Toledo es dueño de la vaquería Ceiba del Mar, una de las pocas ganaderías que sobrevive los efectos de la inflación y los altos costos de producción.



Abandono de escuelas
Basta con darte la vuelta por el pueblo y luego tomar la carretera número dos para notar el contraste tan marcado que existe entre ambos sectores a menos de dos millas de distancia. Cuenta Rosalina Rosado, maestra, que antes de cerrar tres escuelas en el pueblo de Hatillo, el casco urbano era uno muy desarrollado lleno de vida y con una economía variada y boyante.
«El factor económico es el más afectado y es que cuando esas escuelas estaban abiertas, el área urbana era una muy desarrollada. Podías ver los pequeños comerciantes que vendían sus alimentos, mientras otros tenían tiendas de artículos escolares entre otros. Además, comerciantes se vieron afectados directamente por el cierre de dichas escuelas ya que los estudiantes, padres y maestros eran sus principales clientes». Así expresó la maestra, Rosalina Rosado, ante la situación económica en Hatillo.

Al cerrar estas escuelas también se genera un movimiento de migración forzosa de estudiantes a otros planteles, lo cual obliga a los padres ajustar sus rutinas. Algunos no solo tuvieron que empezar a levantarse más temprano para evitar el tráfico que se genera en la carretera número dos por el cambio de escuela, sino que también optaron otros por llevarse a sus hijos a otros pueblos a estudiar para tenerlos más cerca a sus lugares de trabajo. Este movimiento provoca el efecto dominó donde ese dinero que antes se gastaba en el kiosko del vecino, en la estación de gasolina del barrio o el almuerzo que se adquiría a la señora de la esquina será ahora parte del ingreso de otro pueblo y no de Hatillo.

En un escenario ideal, el desarrollo económico de un pueblo debería traducirse en el bienestar colectivo de su comunidad. En el caso de Hatillo, un municipio con fuerte presencia comercial, agrícola e industrial, se esperaría una realidad de mayor equidad social. Sin embargo, persiste una marcada desigualdad económica que no necesariamente responde a la pobreza extrema, sino a una distribución desequilibrada de los recursos y a la falta de políticas públicas enfocadas en el desarrollo equitativo de su población.
La ausencia de medidas de fiscalización efectivas, junto a decisiones gubernamentales que no priorizan la equidad, ha contribuido al desplazamiento de residentes, al cierre de pequeños comercios y al alza en los precios de productos y servicios básicos. Esto dificulta el acceso a bienes esenciales, afectando directamente la calidad de vida de la clase trabajadora, que enfrenta cada quincena con estrechez, mientras una minoría económicamente acomodada incrementa su poder adquisitivo.
Para atender esta disparidad, se hace urgente impulsar iniciativas como el fortalecimiento de la educación pública, la expansión de servicios de salud accesibles, la promoción de empleos dignos con salarios justos, y el fomento de la economía local mediante apoyo a PYMES y cooperativas. Solo a través de una estrategia integral que incluya inversión comunitaria, equidad fiscal y colaboración entre sectores públicos y privados podrá Hatillo avanzar hacia una verdadera justicia económica.
